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Realidad y literatura en la Venezuela contemporánea<br />

Como crítico, es lo que tiene que ser un crítico: una persona que<br />

juzga. No se trata de “crítica literaria” sino de crítica teatral, lo<br />

cual es muy distinto, pues la literatura no es más que una parte, a<br />

veces insignificante, del espectáculo teatral (y en cuanto a la danza<br />

y el baile teatral, ya no hay otra escritura que la de “cuerpos en<br />

el espacio”, para decirlo con el reciente título de Monasterios);<br />

aunque haya habido quienes, como don Miguel de Unamuno,<br />

prefiriesen leer una obra teatral antes que verla montada; “el<br />

teatro es literatura”, decía; cuestión de opiniones.<br />

Mencionaré a un ilustre caroreño (no conozco Carora, pero<br />

parece que es una ciudad tan especial que no solo tiene su propia<br />

escuela de humanistas, todos amparados a la sombra del viejo<br />

“Chío” Zubillaga Perera, sino que hasta tiene su propio diablo, el<br />

Diablo de Carora, que tanta admiración producía a Rosenblat)<br />

que actualmente está en plena edad creadora: Guillermo Morón.<br />

Morón es, en esencia, un historiador –al que “se le fue la juventud”,<br />

como él dice, en componer su monumental Historia de Venezuela<br />

(1972), en cinco gruesos tomos– pero también es un narrador,<br />

cuentista y novelista, un historiógrafo y un difusor de la cultura<br />

clásica: griegos y latinos, cuyas colecciones completas, las más<br />

autorizadas, posee en su envidiable biblioteca, amén de lo que<br />

maneja en la Academia de la Historia. Sus ensayos periodísticos de<br />

los últimos años –que ya lleva recogidos en unos siete volúmenes,<br />

como El libro de Ephorus (1977) o Primer libro de los fragmentos<br />

(1979), o el reciente Los más antiguos (1986)– versan casi siempre<br />

sobre griegos y latinos. En este sentido, salvo la excepción de<br />

algunas páginas, estos “fragmentos” no son propiamente la obra<br />

de un helenista o un latinista (o en suma, de un filólogo) sino<br />

la obra de un historiador. Independientemente del dominio que<br />

pueda tener Morón de las culturas y las lenguas antiguas, su<br />

sensibilidad es la del historiador, la del pensador (recuérdese su<br />

obra de 1958 Los borradores de un meditador, escrita y publicada<br />

en Madrid; precisamente fue la época en que yo lo conocí, y lo vi<br />

recolectando materiales para su Historia de Venezuela) y también,<br />

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