Oveja negra nº 5 Sexo

Recursos del escritor:
Las trampas
de los eufemismos
Hoy quiero hablaros de un recurso casi tan
prostituido como la metáfora: los eufemismos.
Si algo tiene el lenguaje es palabras (gracias,
capitán obvius) y palabras que adquieren un
cariz extraño por su mal uso. Un cabrón es un
macho cabrío, el badajo es lo que le cuelga a la
campana, un capullo es una flor antes de abrirse
y un anormal es alguien que no es normal... como
alguien sumamente inteligente. ¿Qué quiero
deciros con todo esto? Hay que llamar a cada
cosa por su nombre, aunque está claro que repetir
mucho una palabra cansa al lector pero tampoco
seamos mojigatos. La literatura erótica a veces
peca de eufemística y de utilizar cosas como: le tocó
la parte baja, le lamió el apio o introdujo su bestia
en la cueva. Idos a la mierda. También podemos
pecar de ser un informe médico y usar expresiones
como: le practicó un coito, la inundó de endorfinas o
aumentó su ritmo cardíaco.
Polla, coño, follar, anal, semen, correrse... son
palabras y no vamos a negar que la literatura erótica
se alimenta de ser provocativa y explícita. Uno de los
motivos por los que no soporto la literatura erótica
es por ser cansina en lo descriptivo, que le vamos a
hacer, yo soy un delicado y quiero trama y giros.
“Pero Adrián, si no utilizamos eufemismos no podemos
escribir literatura erótica muy extensa” Eh, nadie dijo
que fuera fácil... dedicaos a sembrar trigo si las letras
os dan miedo.
Todo esto se extrapola también a todo tipo de literatura.
Si tenéis una escena de violencia, de un asesinato,
de una tortura... alejaos de los eufemismos todo lo
que podáis. Es cierto que los sinónimos a veces se
maquillan de eufemismos pero son más perdonables.
Y poco más, coger un boli y a escribir, que el mundo
se va a la mierda.
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