Oveja negra nº 5 Sexo
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DIVINO<br />
ÉXTASIS<br />
Aquella noche, iluminada por el tenue<br />
reflejo que se adivinaba entre los claros<br />
del cielo, podría al fin degustar aquellos<br />
placeres ocultos que siempre había hecho<br />
por reprimir. La complicidad que le brindaba<br />
el brillo desvanecido de los decadentes<br />
astros componía el escenario idóneo<br />
para dar rienda suelta a su hedonista<br />
encaprichamiento.<br />
Nefertiti. La impaciencia que desbordaba su<br />
mirada se materializaba en el recorrido que<br />
guiaban sus manos, autómatas y errantes.<br />
El contacto con sus pechos, cúlmenes de<br />
su femineidad, erizaba más si cabía su<br />
descubierta piel; repizcando sus pezones y<br />
llevándola al umbral donde se confunde el<br />
dolor con el placer y exhortando su ansia<br />
hasta límites desconocidos.<br />
El lindar de su estancia suscitaba las más<br />
desatadas provocaciones e innombrables<br />
perversiones siquiera encarnadas entre<br />
los susurros de la pecaminosa obra del<br />
Marqués de Sade ni entre las inmutables<br />
letras que conjuran el Kamasutra. El inusual<br />
ajetreo de las frías calles en aquellas<br />
tempestuosas horas incitaba a eludirse de la<br />
armoniosa metamorfosis que se exhalaba,<br />
conduciéndole a culminar al fin tantos<br />
suspiros perdidos entre los desenfrenos del<br />
resto de mundanos.<br />
El chirrío de la puerta anunció a su<br />
anfitriona la visita inesperada que, aún no<br />
ser avisada, era contemplada desde el puro<br />
deseo. Sus palabras, tenaces y cortantes,<br />
fueron el único predecesor que el roce de<br />
las curtidas yemas de sus dedos precisaban<br />
para iniciar su sensual tango personal sobre<br />
la tersa piel que se le descubría bajo el<br />
fino lino de su túnica; simulando observar<br />
el paulatino desnudo de la propia reina<br />
46<br />
En el momento en el cual la arremetió<br />
contra la pared, quedando sus agraciadas<br />
nalgas expuestas para su escrutinio, sintió<br />
el incontrolable deseo de marcar con sus<br />
dientes el que ahora era su campo de batalla,<br />
su nueva victoria, su más preciada joya. Los<br />
gimoteos de su compañera, casi convertidos<br />
en sollozos, le conducían a no postergar<br />
más la toma del dulce fruto que se le ofrecía.<br />
Experimentando el tacto rígido y tórrido de<br />
su miembro, lo introdujo por su hendidura<br />
perineal congratulando en aquel instante<br />
todos y cada uno de los placeres jamás<br />
descubiertos. Las estridentes sacudidas,<br />
en consonancia con los gemidos revueltos,<br />
revelaban así el despertar de la pasión<br />
dormida que ambos, en vanos esfuerzos,<br />
habían procurado enmascarar mediante los<br />
ahora profanos hábitos que representaban<br />
unos votos ahora corrompidos.<br />
Teresa García Molina.