DU ODÉCIMA EDICIÓN
zeD1300VL3i
zeD1300VL3i
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Día del Holocausto<br />
Intervención del embajador de Italia<br />
«Reconocer la belleza<br />
de<br />
NO SER PUROS»<br />
16<br />
Cruzamos, a la mitad del siglo pasado, tiempos oscuros,<br />
tiempos en los cuales el lema Homo homini lupus se hizo<br />
tan cruel y real que los lobos, las fieras, hubieran<br />
empalidecido y se hubieran ofendido por la comparación con el género<br />
humano. Vimos pasar esos tiempos congelados, aterrorizados,<br />
inmóviles y enmudecidos dentro de escondites, tras las rejas, los<br />
árboles, los huecos entre tablas de una barraca o de una prisión,<br />
esperando que nadie se percatara de nuestra existencia, esperando<br />
borrar nuestra existencia por el terror que ella sola, con su consistencia<br />
de sombra, de esqueleto, de aire, pudiera traicionarnos y hacernos<br />
víctimas del Holocausto. Esperando que así, hechos invisibles,<br />
pudiéramos cruzar ese tiempo de fieras y dejar que hubiera terminado.<br />
Todos fuimos víctimas. Unos, sin embargo, fuimos también pávidos<br />
cómplices o atroces culpables. En ese tiempo el silencio ya o era<br />
pasivo, el silencio significaba negar la ayuda a quien la ayuda andaba<br />
buscando, sin ya tampoco la fuerza de su propia voz.<br />
Así se perdieron amores, pasiones, genio… también se perdió la vida<br />
de cada día, la pequeña felicidad que es derecho de todos. Se perdió<br />
un patrimonio de experiencias y memorias, de deseos y pensamientos.<br />
Nunca más hubiéramos podido reconstruir estos mundos interiores, el<br />
dibujo de los recuerdos, el encaje de las sensaciones. Para siempre<br />
quedaron perdidos, para siempre fueron un universo que añoramos,<br />
para siempre quedaron como la nostalgia de unas riquezas que<br />
nosotros, pávidos o crueles, callados o violentos, habíamos cancelado.<br />
Luego, vino un tiempo en el cual unos hombres, más valientes que<br />
otros, más honestos que otros, más nobles que otros, se alzaron y<br />
lucharon. Lucharon contra la bestia, lucharon contra la imposible, pero<br />
real, infamia que estaba ocurriendo, lucharon para derrotar la bestia y<br />
liberar a sus víctimas, para salvar las almas inocentes que aún se<br />
pudieran rescatar y para rescatar, guardar y celebrar la memoria de los<br />
que ya no se podían salvar. Llegó el tiempo de la lucha, del<br />
renacimiento de la humanidad.<br />
Finalmente, llegó el tiempo en el cual los hombres, ya no lobos,<br />
pudieron reconstruir la mutua confianza, pudieron redescubrir el hecho<br />
de ser hermanos, hijos y padres, ser todos brotes de una misma<br />
vegetación hermosa, de las plantas que conforman con sus múltiples<br />
formas el jardín del género humano. Pudieron reconocer en los rostros<br />
Mignano: «Lucharon contra la bestia, lucharon contra lo imposible» (Foto<br />
Víctor Manuel Álvarez).<br />
de los otros, en sus facciones, en sus ojos, en la curva de sus labios,<br />
a sí mismos. Reconocer su propia existencia en el otro. Reconocer la<br />
belleza de no ser puros, de ser irremediable y felizmente mestizos.<br />
Aprendimos nuevamente a saborear la música, a tocar los colores de<br />
un cuadro y las líneas de un dibujo, a escuchar las palabras de una<br />
narración o los versos de una poesía.<br />
Sin embargo, también supimos entonces que ninguna certeza es<br />
eterna si no la defendemos; que ninguna vida es salva si no la<br />
guardamos; y que ninguna atrocidad es irrepetible si no rescatamos la<br />
memoria. Supimos –y sabemos– que la memoria es la fuerza más suave<br />
y a la vez más poderosa que el hombre puede recibir, y que la memoria<br />
es un lugar donde es bello habitar, es la patria común. Esta patria<br />
común, hoy en día, esta noche, que nos comprometemos todos juntos<br />
a proteger.<br />
Supimos –y sabemos hoy en día– que la memoria tiene palabras y<br />
notas, que es música y canto, y en esta música y en este canto vivirán<br />
los que sobrevivieron y los que se perdieron, vivirán para siempre<br />
libres los que aman.<br />
Embajador Silvio Mignano