DU ODÉCIMA EDICIÓN
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No obstante, en la base de datos de Yad Vashem consta que el<br />
ingeniero Edvard Seidemann llegó a Auschwitz en el transporte EK,<br />
tres días después, el jueves 28 de septiembre, con el número 2255. Su<br />
nombre aparece entre los prisioneros asesinados que consta en la ficha<br />
4902050, según la Terensiká Patmeni Knilha (Libro por la memoria de<br />
Terezin), publicado en Praga en 1995. Esta información no contradice<br />
lo atestiguado por Gutman, puesto que por su edad y su profesión,<br />
probablemente Edvard pudo haber sobrevivido hasta al menos unos<br />
días antes de la liberación del campo el 27 de enero de 1945.<br />
«MEJOR NO TE HUBIERAS SALVADO»<br />
Pocos días antes del fin de la guerra, el 2 de mayo de 1945, la Cruz<br />
Roja se hizo cargo de Terezin y de los más de 17 mil sobrevivientes<br />
que allí se encontraban (un tercio de los que llegaron a morar allí, sin<br />
contar a los que pasaron pocos días camino a Auschwitz). El 9 de<br />
mayo, un día después de la rendición alemana, el campo fue tomado<br />
por los soviéticos.<br />
campos de concentración. Las autoridades le dieron, además, un<br />
boleto de tranvía gratis y él se iba todo el día a pasear con un amigo<br />
a dar vueltas por Praga y una vez alguien se dio cuenta de que él no<br />
tenía dinero y le regaló unas monedas. «Era la primera vez que alguien<br />
me daba algo y mi amigo y yo nos fuimos al cine».<br />
Además de vagar por las calles, Petr y su madre iban a las oficinas<br />
de la Cruz Roja para ver si había noticias del padre, hasta que el no<br />
encontrar su nombre ni entre los sobrevivientes ni entre los muertos<br />
hizo que dieran por perdido el caso.<br />
En 1945 fue a estudiar al liceo que le habría correspondido si no<br />
hubiera pasado la guerra. «En el salón había muchachos que no nos<br />
veían bien [a los judíos] y yo sentía que me decían con los ojos “mejor<br />
no te hubieras salvado”, y gracias a lo que había estudiado en el<br />
campo, pude eximir el tercer año». Allí estuvo dos años no más,<br />
porque pronto recibiría noticias de Caracas, su próximo destino.<br />
PEDRO<br />
SEIDEMANN<br />
Testimonios<br />
«Era impresionantes las caravanas, con soldados a pie, caballos y los<br />
soviéticos que vimos eran muy amables, pero muy ignorantes…<br />
comían con las manos», cuenta Petr, quien tuvo que quedarse en el<br />
campo puesto que había sido declarado en cuarentena, por la cantidad<br />
de enfermos.<br />
En febrero de 1948, semanas antes de que Checoslovaquia cayera en<br />
manos del comunismo, Petr y su madre salieron. Karel Seidemann se<br />
había venido a Venezuela a comienzo de la II Guerra Mundial, y decidió<br />
reclamarlos. En esos días, Caracas y Praga acababan de abrir sus<br />
respectivas embajadas y a los dos Seidemann les correspondieron las<br />
visas 3 y 4. Como los soviéticos no les permitieron ir por tierra vía<br />
Alemana ni Austria hacia Italia, tuvieron que irse hasta Zúrich en Suiza<br />
y de allí coger un avión comercial, una rareza en esa época, y llegaron<br />
a Génova, adonde llegaron con apenas 5 francos suizos y 10 dólares<br />
para el viaje Suramérica, todo el dinero que los soviéticos les<br />
permitieron cambiar.<br />
Un grupo de judíos checos deportados arrastra sus pertenencias por<br />
las calles del gueto de Lodz.<br />
Unos amigos de su familia en Praga decidieron coger un camión e ir<br />
a buscar a los Seidemann. «Como mi mamá trabajaba en la<br />
administración, pudieron contactarla… Decidimos que yo me iba a<br />
escapar, así que corrí al camión que estaba en zona restringida, me<br />
metí y nos fuimos a Praga».<br />
Dos semanas después, Hella volvió a su ciudad para ir a vivir a un<br />
apartamento que le habían asignado la oficina de los refugiados de los<br />
MIL VECES PEDRO<br />
La adaptación al nuevo país le fue fácil a Pedro, el nombre que<br />
adoptó al llegar y el que figura en su documento de identidad. Al<br />
llegar, se inscribió en el 5to año del liceo Aplicación de El Paraíso, del<br />
que egresó para entrar en la Universidad Central de Venezuela, en la<br />
escuela de Ingeniería, hasta que en 1952 Pérez Jiménez la cerró y no<br />
volvió a estudiar. Sin rastros de arrepentimiento por no proseguir con<br />
su carrera dice: «Francamente, no lamento no haberme graduado de<br />
nada, pues empecé en 1952 a trabajar como empleado administrativo<br />
en la empresa Hierromat en el área de kardex. Allí progresé hasta ser<br />
el vicepresidente ejecutivo, hasta el año 1980».<br />
En Caracas, Pedro formó una familia alejada de la comunidad judía,<br />
nunca se inscribió en ninguna institución y jamás hizo vida en una<br />
sinagoga. Su lejanía de sus correligionarios era similar a la actitud que<br />
tenía su mamá, quien llegó a dominar el español sin acento, aunque<br />
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