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The Ruta Magazine 13 Diciembre 2016v2

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EL RUTOMETRO.<br />

La ruta Marroqui. Part.I<br />

(Zaragoza a Ouarzazate)<br />

las a realizar. Sea como fuere, pudimos finalmente<br />

pasar la frontera y entrar en Marruecos.<br />

Ahora solamente quedaban más de seiscientos<br />

kilómetros por carreteras de dudoso mantenimiento<br />

hasta Merzouga.<br />

La primera parada, en Nador, para desayunar.<br />

Exquisito zumo de naranja natural y croissant.<br />

Salimos pronto de Zaragoza, aunque no tenemos<br />

excesiva prisa. El ferry para Melilla sale de<br />

Almería a eso de las 23:30.<br />

Tenemos más de setecientos kilómetros por<br />

delante, pero también muchas horas para llegar.<br />

Enfilamos la autovía Mudéjar , dirección Teruel.<br />

Los campos comienzan a estar verdes. Para<br />

mí, la primavera ha llegado de golpe, casi sin<br />

avisar. El cielo es de postal. Potentes nubarrones<br />

negros forman cordones hasta perderse<br />

por el horizonte, alternándose aquí y allá con<br />

pequeños girones de un cielo azul brillante. Al<br />

frente, varias cortinas de agua lo empapan todo,<br />

aunque nuestra ruta las acaba evitando milagrosamente.<br />

Llegando a Valencia las nubes desaparecen<br />

casi por completo. El sol lo inunda todo, como<br />

si fuera un cuadro de Sorolla, mientras que una<br />

intensa fragancia fresca, con un toque ácido y<br />

meloso nos recibe. El azahar. No en vano miles<br />

de naranjos se desparraman a ambos lados de<br />

la autopista, subiendo tímidamente las laderas<br />

de las montañas cercanas.<br />

Llegamos a Almería justo para ver alguna de sus<br />

procesiones. Allí encontramos calles cortadas,<br />

riadas de gente por doquier y el solemne ritmo<br />

de tambores. Incienso. Olor a Semana Santa.<br />

Cenamos un pincho moruno para ir aclimatando,<br />

mientras nos las vemos y las deseamos para<br />

salir del casco viejo evitando las múltiples procesiones.<br />

Al final, llegamos al puerto.<br />

La travesía podría haber estado mejor. El bamboleo<br />

del barco es notable, arrítmico e impredecible.<br />

Me aferro a la almohada de mi estrecho<br />

catre e intento dormir.<br />

Son las 7:30 de la mañana. Nos desperezamos<br />

y salimos a cubierta. Melilla por babor! Belén me<br />

va contando con ilusión los edificios más notables<br />

que logra distinguir desde el barco. Hoy solamente<br />

la cruzaremos, a la vuelta, nos empaparemos<br />

de la ciudad.<br />

Dos horas para pasar la frontera se me antoja<br />

un buen balance, aunque en realidad se me<br />

hizo muy pesado. Alejar a los “conseguidores”,<br />

informarse de los papeles a rellenar y las co-<br />

Estamos en otro mundo. El mundo de las calles<br />

sin aceras, del polvo por todos lados y del caos<br />

circulatorio. La vida está en las calles: la gente,<br />

los comercios,…<br />

Paramos en un pueblo a mitad de camino. Una<br />

gran kasbah abandonada lo preside. Murallas<br />

casi intactas y unas cuantas edificaciones de<br />

una altura en el interior. El bocadillo de tortilla de<br />

atún, ya todo un clásico en nuestras rutas, sabe<br />

a gloria.<br />

La carretera hacia el sur es una interminable<br />

recta. A derecha e izquierda, escarpadas montañas<br />

surgen del árido terreno. Algunas tienen<br />

nieve, pero el calor en el valle ya se hace notar.<br />

De las pequeñas poblaciones, apenas tres casas<br />

de adobe, salen niños saludando y gritando,<br />

aún con la cartera del colegio a la espalda. De<br />

tanto en tanto, también encontramos rebaños de<br />

ovejas, que van rebuscando entre las piedras algún<br />

matojo verde que llevarse a la boca.<br />

En una de las paradas para repostar y descansar,<br />

unos niños se acercan tímidamente a nosotros,<br />

saludando. A pesar de nuestras sonrisas,<br />

no se acercan mucho. Parece ser que la timidez<br />

supera su curiosidad. Han pasado muchas<br />

horas, pero aún nos queda la mitad del recorrido.<br />

La llegada a Errachidia es espectacular. Enormes<br />

circos montañosos, secos y áridos, van formando<br />

las hoces de un río inexistente. La carretera<br />

acompasa a las montañas, que van formando<br />

enormes curvas primero a la derecha, luego a<br />

la izquierda. Al fondo del cauce pueden verse<br />

algunas manchas verdes de vegetación.<br />

Errachidia está cargada de aromas. Huele a comida.<br />

A cuscús, a pollo y a clavo. La gente está<br />

en la calle, el tráfico es caótico. Sí! Esto es África!<br />

El valle del Ziz, a la salida hacia el sur de Errachidia,<br />

es simplemente espectacular. La carretera<br />

discurre por la izquierda, algo elevada sobre<br />

el valle de no más de cuatro kilómetros de<br />

anchura. En el centro, un sinfín de palmeras y<br />

otros árboles lo inundan todo de verde. A ambos<br />

lados, las montañas rojizas reciben los últimos<br />

rayos de sol, mientras abajo, pequeñas poblaciones<br />

de adobe intentan ganar sitio a la espesa<br />

vegetación.<br />

Cae la noche llegando a Erfoud. Para Merzouga<br />

hay dos caminos, uno por pistas, algo más corto,<br />

y la carretera, que da un rodeo de más de diez<br />

kilómetros. Después de más de ocho horas conduciendo,<br />

decidimos ir por carretera. Solamente<br />

quedan cuarenta kilómetros. Pero la noche marroquí<br />

es peligrosa en carretera. Cientos de personas,<br />

bicis y burros avanzan sin señalización<br />

alguna por los arcenes, y la concentración ha de<br />

ser máxima.<br />

Llegamos a nuestra kasbah bien entrada la<br />

noche, después de preguntar en una gasolinera<br />

y recorrer por pistas los últimos tres kilómetros,<br />

con la única iluminación de millones de estrellas<br />

sobre nuestras cabezas.

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