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Epitermales Mexico

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Depósitos epitermales 55<br />

Burnham, 1972; Shinohara et al., 1989; Webster, 1997),<br />

pueden evolucionar a través de la corteza conjuntamente<br />

hasta mezclarse con otros fluidos y formar mayores volúmenes<br />

de fluido susceptibles de provocar deposición mineral.<br />

En cuanto al origen “primario” de este cloro, tanto puede<br />

provenir del manto como derivar del reciclaje del cloro<br />

en solución contenido en la porosidad de los sedimentos<br />

pelágicos de la corteza oceánica subducida (Hedenquist y<br />

Lowenstern, 1994).<br />

Los contenidos de cloro pueden utilizarse con una cierta<br />

fiabilidad como indicadores sólo en salinidades superiores<br />

al 2.5 wt.% NaCl equiv. Esto se debe a que las temperaturas<br />

de fusión del hielo correspondientes a esa salinidad en el<br />

sistema H 2 O-NaCl, entre 0 y -1.5ºC, pueden ser debidas,<br />

no sólo al contenido en sales sino también a la presencia<br />

de clatratos durante los ensayos microtermométricos a baja<br />

temperatura (Hedenquist y Henley, 1985a; Hedenquist<br />

et al., 1992). En el caso de los depósitos del distrito de<br />

Fresnillo, las salinidades más altas están estrechamente<br />

relacionadas con la deposición de sulfuros, lo cual es<br />

congruente con la capacidad de transporte de Ag-Pb-Zn<br />

por parte de complejos moleculares clorurados (Helgeson,<br />

1964; Candela y Piccoli, 1995). La inyección recurrente de<br />

fluidos de este tipo se ha interpretado como indicación de<br />

la existencia en profundidad de un reservorio de salmueras<br />

de origen magmático, por debajo de las celdas de convección<br />

de aguas mucho más diluidas, siempre y cuando las<br />

litologías de la zona no sean favorables para la presencia<br />

de evaporitas o salmueras connatas (Simmons et al., 1988;<br />

Loucks et al., 1988; Simmons, 1991; Simmons y Browne,<br />

1997; Camprubí et al., 2001b). En este caso, la existencia<br />

regionalmente de otras mineralizaciones (Clark et al.,<br />

1982), de tipología diferente pero de la misma edad, cuyas<br />

características apuntan a un origen netamente magmático<br />

(tales como depósitos metalíferos en pórfidos, skarns o<br />

depósitos de óxidos de hierro tipo IOCG), supone un elemento<br />

más de apoyo para proponer un origen magmático<br />

de buena parte de los fluidos mineralizantes.<br />

Según estudios sobre relaciones Br/Cl (Giggenbach,<br />

1995) e isótopos de cloro (Hedenquist et al., 1990), realizados<br />

a lo largo del campo geotérmico de la zona volcánica<br />

de Taupo en Nueva Zelanda, también se pudo comprobar<br />

la presencia de cloro de origen magmático.<br />

12.4. Composición de gases en inclusiones fluidas<br />

Los fluidos mineralizantes pueden clasificarse según<br />

su diferente origen: fluidos magmáticos, aguas meteóricas<br />

de circulación profunda (o “evolucionadas”), salmueras<br />

de origen sedimentario y aguas meteóricas superficiales.<br />

Entre los fluidos magmáticos, también pueden distinguirse<br />

los fluidos procedentes de riolitas o de basaltos centrooceánicos.<br />

Cada uno de estos tipos de fluidos contiene<br />

gases que ocupan regiones características en un diagrama<br />

triangular N 2 -He-Ar (Giggenbach, 1986; Giggenbach y<br />

Matsuo, 1991; Giggenbach y Glover, 1992; Norman y<br />

Musgrave, 1994), lo mismo que sus mezclas (Figura 16).<br />

Así, las aguas meteóricas que han experimentado una cierta<br />

circulación en profundidad tienen composiciones de gases<br />

que ocupan una región comprendida entre la composición<br />

de las aguas saturadas en aire y las corticales. Del mismo<br />

modo, las aguas meteóricas que han adquirido volátiles de<br />

un intrusivo tendrán composiciones entre las características<br />

de las aguas saturadas en aire y las del campo de aguas<br />

magmáticas. Dado que las aguas meteóricas de circulación<br />

profunda (también llamadas de cuenca, “evolucionadas”,<br />

con contaminación cortical o “corticales”) y los fluidos de<br />

origen riolítico y basáltico ocupan típicamente la misma<br />

región dentro del diagrama N 2 -He-Ar (Figura 16), se hace<br />

necesario otro tipo de discriminación. Por este motivo,<br />

también se utiliza el diagrama N 2 -CH 4 -Ar, en el que la zona<br />

cercana al ápice de CH 4 está ocupada únicamente por las<br />

aguas meteóricas de circulación profunda.<br />

Las concentraciones relativas de N 2 -Ar-He en muestras<br />

de gases de volcanes activos asociados a hot spots,<br />

dorsales y bordes convergentes de placa definen dos<br />

tendencias diferenciadas de mezcla entre aguas basálticas<br />

y andesíticas con aguas meteóricas (Giggenbach,<br />

1992a). Las aguas andesíticas se caracterizan por valores<br />

de N 2 /He entre 1700 y 5000, y las basálticas por valores<br />

entre 10 y 220 (Simmons, 1995). Los valores de He/Ar<br />

de los gases de origen basáltico y andesítico son cercanos<br />

al valor “mantélico”, ≈ 3. Las aguas meteóricas saturadas<br />

en aire, con relaciones N 2 /Ar entre 36 y 50, reflejando la<br />

influencia atmosférica (N 2 /Ar = 84) en la composición de<br />

los gases, suelen constituir el extremo tanto de las aguas<br />

basálticas como las andesíticas. Los fluidos de recarga de<br />

un sistema hidrotermal activo pueden tener contenidos variables<br />

de aire, y los procesos de ebullición pueden alterar<br />

de alguna forma la relación N 2 /Ar. Como ninguno de los<br />

tres gases considerados (N 2 , He, Ar) es reactivo dentro<br />

de los fluidos geotérmicos, sus concentraciones relativas<br />

pueden servir para complementar las relaciones isotópicas<br />

de He como trazadores potenciales de la intervención de<br />

fluidos profundos de origen magmático (Giggenbach, 1986<br />

y 1992a; Hedenquist et al., 1992; Norman y Musgrave,<br />

1994; Simmons, 1995). Los valores obtenidos de gases<br />

de volcanes félsicos (Giggenbach, 1992b), en inclusiones<br />

de vidrio magmático (Norman et al., 1997a) e inclusiones<br />

fluidas procedentes de depósitos metalíferos en pórfidos<br />

(Norman y Musgrave, 1994), indican que los volátiles de<br />

origen magmático se caracterizan por relaciones N 2 /Ar<br />

significativamente mayores que la del aire.<br />

En los depósitos epitermales (Benton, 1991; Norman<br />

y Musgrave, 1994; Simmons 1995; Albinson et al., 2001;<br />

Camprubí et al., 2003c), las composiciones de los gases<br />

contenidos en inclusiones fluidas se encuentran mayoritariamente<br />

dentro del campo delimitado por los miembros<br />

extremos de las aguas meteóricas y las magmáticas<br />

(andesíticas) en el diagrama N 2 -He-Ar. Esto sugiere una<br />

importante contribución de fluidos magmáticos, aunque

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