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MOSAICOS PORTEÑOS<br />
20 Año 5 - Nro. 16 [Septiembre 2011]<br />
Por Dr. Luis Alposta<br />
Acerca del alcohol y la droga. En los títulos de algunos tangos<br />
Entre las muchas historias sobre drogas y drogadictos que ha habido en el mundo, está la que<br />
nos cuenta que, en la tarde de un lluvioso domingo, un joven entró en una botica de la londinense<br />
calle Oxford y adquirió un frasquito de tintura de opio para calmar su dolor de muelas.<br />
Fue así como comenzó para Thomas De Quincey un hábito que habría de atormentarlo la mayor<br />
parte de su vida.<br />
El uso prolongado de la droga traería consigo otros efectos: lóbregas visiones, horribles pesadillas<br />
y períodos de postración física y mental. De tales experiencias, De Quincey extrajo su obra clásica,<br />
Confesiones de un opiómano inglés.<br />
Entre nosotros, Mario Tesler, alguien que ya nos tiene acostumbrados a la hondura y seriedad de sus<br />
trabajos, sin tener que pasar por igual trance escribió un diccionario referente al mundo del alcohol<br />
y las drogas que no deja lunfardismo a cuento sin registro.<br />
Y alcohol y drogas no sólo han generado patologías, marginalidad, miserias, dólares y delitos, sino<br />
también palabras, modismos y hasta títulos de memorables tangos. Entre otros, recordemos “Whisky”<br />
de Marcó, “El encopado” de Dizeo, “La cocaína” de Alcázar, “Morfina” de López García, “Metele<br />
morfina” de Belloc, “El opio” de Canaro y “Los dopados” o “Los mareados” de Cobián y Cadícamo. •<br />
Acerca del achaque<br />
El lenguaje médico, como tantos otros, ha tenido sus oscilaciones<br />
a través del tiempo. Hubo una época en que se usaba<br />
el griego y otra en la que gobernó el latín. Pero en el pueblo<br />
(y con el lunfardo de por medio) hay palabras que nacen con la espontaneidad<br />
de un estornudo y que, dentro de una aparente sinonimia, nos<br />
ofrecen diferentes matices que el médico debe saber interpretar. Por<br />
ejemplo, no es lo mismo el paciente que dice estar “palmado” o que tiene<br />
“una palma bárbara” -refiriéndose en general a lo que el médico conoce<br />
por astenia o cansancio- que aquel otro que se siente “chacado”<br />
o “achacado” – aludiendo a que se siente realmente enfermo-. Y<br />
no hablemos del que está “fundido” porque, en este caso, el diálogo<br />
sería entre familiares.<br />
Y en este punto es donde reparo en las reales sinonimias: “chacado” o<br />
“achacado” también significa asaltado, robado, afanado; “fundido”,<br />
en su primera acepción, quiere decir insolvente, el que lo ha perdido<br />
todo; y “palmado” es lisa y llanamente el que no tiene un mango<br />
y está “en la palmera”.<br />
A todo esto, me pregunto por qué los médicos ahora estudian tanta estadística, investigación operativa y cuadros de insumo-producto,<br />
mientras que los economistas, afanándose y ufanándose, siguen sin percatarse de que los únicos que cuentan son, precisamente, los<br />
achacados, los fundidos y los que están en la palmera. Y el que así no lo crea, que arroje la primera moneda.•<br />
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