VE-36 NOVIEMBRE 2017
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Pero no es un consuelo saber que apenas te quedan días en el<br />
calendario.<br />
Me dirijo a una iglesia ortodoxa y el sacerdote me da sus<br />
bendiciones, consciente de mi mal. Las pinturas brillan más hermosas<br />
que nunca, como hechas de papel dorado y las deidades y los santos<br />
parecen hablarme:<br />
—Siéntate tranquilo, pues estás acompañado.<br />
Me acomodo en un banco en el umbral de la iglesia y continúo<br />
redactando aquel diario que abandoné no hace mucho tiempo. Mi<br />
vista está cansada y mi pulso flaquea, amenazando el portaminas con<br />
caer de mi mano, cada vez más frágil y delgada.<br />
Pero sigo escribiendo, pues dos ángeles apoyan sus cabezas<br />
sobre mí, dándome fuerzas para seguir redactando unas memorias<br />
que quizá no concluyan. Son un niño de baja estatura y mirada<br />
afectuosa, y una chiquilla con pecas en el rostro y el rojizo cabello<br />
cayéndole en cascada. Desplegando ambos alas tan hermosas como<br />
las de un cisne y con aros dorados sobre sus cabezas cual coronas<br />
bizantinas. Me susurran y no sé lo que intentan decirme, pero me dan<br />
fuerzas para continuar con mi escritura; palabra a palabra, una frase<br />
que continúe a otra; verbos, exclamaciones, gramática. Les prometo<br />
el más hermoso poema que mi mano haya escrito, antes de verles<br />
alzar el vuelo hacia su particular paraíso.<br />
Jorge Zarco Rodríguez (València), 19/8/<strong>2017</strong><br />
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