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After - Anna Todd

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porque se ha caído. Repaso lo que Kimberly me ha dicho durante la comida, ordeno<br />

mis ideas y doy rienda suelta a mi cabreo.<br />

—¡¿Dónde diablos te habías metido?! —grito al entrar en la habitación.<br />

Hardin se ha quitado la camiseta y se está bajando los pantalones.<br />

—Yo también me alegro de verte —dice arrastrando las palabras.<br />

—¿Estás borracho? —La mandíbula me llega al suelo.<br />

—Puede —contesta, y tira los pantalones al suelo.<br />

Bufo, los recojo y se los lanzo a la cara.<br />

—Tenemos un cesto de la ropa sucia para algo.<br />

Le dirijo una mirada asesina y se ríe.<br />

Se está riendo. Se está riendo de mí.<br />

—¡Los tienes cuadrados, Hardin! Te pasas toda la noche y casi todo el día por ahí<br />

sin molestarte siquiera en llamarme y luego apareces tambaleándote, borracho como<br />

una cuba. ¡¿Y encima te ríes de mí?! —le grito.<br />

—Deja de chillar. Tengo un dolor de cabeza espantoso —protesta, y se echa en la<br />

cama.<br />

—¿Te parece divertido? ¿Es otro de tus jueguecitos? Si no pensabas tomarte<br />

nuestra relación en serio, ¿por qué me pediste que me viniera a vivir contigo?<br />

—No quiero hablar de eso ahora. Estás exagerando. Ven a la cama y deja que te<br />

haga feliz.<br />

Tiene los ojos inyectados en sangre de tanto que ha bebido. Extiende los brazos<br />

hacia mí con una sonrisa estúpida de borracho que estropea sus facciones perfectas.<br />

—No, Hardin —digo muy seria—. No es broma: no puedes pasarte la noche por<br />

ahí sin darme al menos una explicación.<br />

—Por Dios, ¿quieres calmarte de una puta vez? No eres mi madre. Deja de pelear<br />

conmigo y ven a la cama —repite.<br />

—Largo —salto.<br />

—¿Perdona? —Se incorpora. Ahora sí que me presta atención.<br />

—Ya me has oído. No voy a ser la chica que se queda en casa aguardando toda la<br />

noche a que vuelva su novio. Esperaba que al menos tuvieras una buena excusa.<br />

¡Pero es que ni siquiera has intentado inventarte una! No pienso callarme esta vez,<br />

Hardin. Siempre te perdono con demasiada facilidad. Esta vez, no. O te explicas, o te<br />

largas. —Me cruzo de brazos; estoy orgullosa de mí misma por no haber cedido.<br />

—No sé si se te ha olvidado que el que paga las facturas soy yo, así que si alguien<br />

tiene que largarse, eres tú —me dice tan pancho.<br />

Le miro las manos. Las tiene apoyadas en las rodillas, los nudillos magullados y<br />

cubiertos de sangre seca.<br />

Todavía estoy intentando pensar en una respuesta cuando le pregunto:<br />

—¿Has vuelto a meterte en una pelea?<br />

—Y ¿eso qué importa?<br />

—¡Me importa, Hardin! Es importante. ¿Es eso lo que has estado haciendo toda la<br />

www.lectulandia.com - Página 401

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