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After - Anna Todd

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—Ya me has oído, Theresa. —Su sonrisa es cruel.<br />

—Eres un capullo, Hardin —le espeto, y le tiro el vaso medio vacío a la cara.<br />

Su reacción es justo la que esperaba: de absoluta sorpresa. Mientras se seca el<br />

rostro, me levanto como puedo agarrándome a la estantería con los libros para<br />

estabilizarme. Un par de ellos se caen al suelo, pero no los recojo y salgo corriendo<br />

de la habitación. Me tambaleo por la escalera y me abro paso a través de la multitud<br />

en dirección a la cocina. La rabia que siento es mayor que las náuseas, y lo único que<br />

quiero es borrar la sonrisa de superioridad de Hardin de mi cabeza. Veo el pelo negro<br />

de Zed entre la gente en la habitación contigua y me acerco hasta donde está sentado<br />

con un chico mono bastante pijo.<br />

—Hola, Tessa, éste es mi amigo Logan —nos presenta.<br />

Logan me sonríe y me ofrece la botella que tiene en la mano.<br />

—¿Quieres un poco? —me pregunta, y me la pasa.<br />

La abrasadora sensación del líquido descendiendo por mi garganta me resulta<br />

agradable; activa mi cuerpo de nuevo y consigo olvidarme de Hardin por un instante.<br />

—¿Has visto a Steph? —pregunto, pero Zed niega con la cabeza.<br />

—Creo que se ha ido con Tristan.<br />

«¿Que se ha ido? ¿Sin avisar?» Debería importarme más, pero el vodka me nubla<br />

el juicio y me sorprendo pensando que Tristan y ella hacen una bonita pareja. Un par<br />

de tragos después, me siento de maravilla.<br />

Ésta debe de ser la razón por la que la gente bebe sin parar. Recuerdo vagamente<br />

haber jurado no volver a beber alcohol en mi vida pero, después de todo, no está tan<br />

mal.<br />

Quince minutos más tarde, me estoy riendo tan a gusto con Zed y Logan que me<br />

duele la barriga. Son una compañía mucho más grata que Hardin.<br />

—Hardin es un auténtico capullo —les digo, y ambos sonríen ampliamente.<br />

—Sí, a veces puede serlo —responde Zed, y me pasa el brazo por la cintura.<br />

Me gustaría apartárselo, pero no quiero violentarlo, porque no pretende nada con<br />

ello. Pronto, la gente empieza a disiparse, y yo me siento algo cansada. Entonces me<br />

doy cuenta de que no tengo manera de volver a la residencia.<br />

—¿Hay autobuses toda la noche? —balbuceo.<br />

Zed se encoge de hombros, y justo entonces la melena rizada de Hardin aparece<br />

delante de mí.<br />

—¿Zed y tú…? —dice en un tono que soy incapaz de descifrar.<br />

Me levanto y lo empujo para pasar, pero él me agarra del brazo. No tiene límites.<br />

—Suéltame, Hardin. —Busco otro vaso que tirarle a la cara y digo—: Sólo le<br />

estaba preguntando por el autobús.<br />

—Relájate… Son las tres de la mañana. No hay autobuses. Tu recién estrenado<br />

estilo de vida ha hecho que te quedes aquí tirada otra vez. —El brillo en sus ojos al<br />

www.lectulandia.com - Página 55

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