Ponce, Genio de México vida y época

Un hecho fortuito vino a favorecer la existencia del Conjunto
Orquestal: Cuando los nuevos políticos descubrieron la impresión
que causaba entre el público el boato de una Orquesta
Sinfónica en sus actos oficiales, la usaron con cualquier pretexto
asignándole un pequeño subsidio que ayudó a mantenerla
unida. Tales eventos oficialistas significaron una mejora
económica real para los músicos de la orquesta, pues Ponce
veía que les pagaran puntualmente inclusive antes que a él;
y si bien la nueva orquesta no tenía la grandiosidad de la
época porfirista que Carlos J. Meneses dirigiera durante 10
años, tampoco se puede decir que estuviera dejada de la
mano de Dios, ya que el conjunto creció al sumarse varios
amigos de Ponce, como Pedro Valdés Fraga y José Rocabruna,
entre otros, hasta alcanzar 82 profesores, según la publicidad
de la prensa, lo cual da idea de un conjunto filarmónico
respetable, pues en los momentos actuales (2011) pocas orquestas
del país pueden presumir de lo mismo.
A mediados del mes de enero, Ponce participó al
frente de la Orquesta en una velada fúnebre en la Escuela
Nacional Preparatoria, en memoria del Gral. Jesús Carranza,
hermano del Jefe del Ejecutivo. En esa ocasión interpretaron:
I.- Marcha Fúnebre……………….
II.- Última Primavera……………….
III.- Crepúsculo………………………
Beethoven.
Grieg.
Massenet.
Al finalizar el último número, el público aplaudió insistente,
como si fuera un concierto formal, viéndose obligado el compositor
a ofrecer como “encore” la última obra del programa.
Al día siguiente la totalidad de la prensa de la ciudad dió
cuenta del evento oficial: “La Orquesta Sinfónica Nacional,
dirigida por el maestro Ponce desempeñó admirablemente
su cometido”.
El miércoles 30 de enero la OSN se presentó nuevamente en
el Teatro Arbeu, repitiendo como solista Pedro Luis Ogazón,
bajo un estupendo programa ecléctico digno de cualquier
sala de conciertos:
“Debemos bendecir el que alguna vez Manuel M.
Ponce lleve la jauría melódica de su orquesta para darnos
un momento de satisfacción intelectual y de descanso a las
horas perdidas” —señalaba emocionado al día siguiente Jesús
Villalpando, crítico de “El Nacional”—. Y añadía: “Natu-
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