Ponce, Genio de México vida y época

Sin chistar.- Amén de los músicos e intelectuales mexicanos
que lo visitaban, y debido a su fama universal, Ponce también
era procurado por los músicos extranjeros a su paso por
la Ciudad; cuando llegaban la mayoría se presentaba con
un obsequio, generalmente un libro o una botella de vino o
cognac; por consiguiente, la biblioteca (y la cava) de su hogar
llegó a sumar miles de volúmenes de toda índole e idioma;
nuevos, usados, rústicos, de lujo, etc. Asimismo, cuando
los visitantes acudían con su cónyuge también hacían obsequios
a Clema, por ese motivo su hogar se convirtió en una
especie de museo, adornado con objetos provenientes de
todas partes del mundo. Un periodista de “Revista para todos”
que fue a su domicilio escribía:
“Penetramos: Quedamente, como desmayado, se
oía el último acorde de algo que tocaba el maestro; en el
ambiente, flotaban las notas como armonizado con el olor
de la tierra húmeda que exhalaba el jardincillo; a lo lejos se
oía una voz femenina que a media voz cantaba una canción
dulcísima. Todo era paz y calma en medio de aquel silencio
provinciano. En un pequeño estudio, ornado por el arte en
todas sus manifestaciones, donde los bellos cuadros alternan
con buenos libros, el teclado de un piano de estudio despliega
la sonrisa de sus teclas. Un piano de concierto, ocupa una
gran parte de la estancia, sobre él hay cuadernos de música,
libros, uno que otro bibelot y un busto que representa
al maestro”… Y terminaba observando: “El maestro Ponce,
aparte de su personalidad artística, que encierra en sí todo el
prestigio de nuestra música vernácula es una bella persona,
desde su aspecto exterior, hasta el último de los pliegues de
su conciencia que se muestra diáfanamente desde la primer
ojeada, es agradable. Su misma diafanidad, lo hace modesto,
sencillamente modesto, humilde sin poses. Con una humildad,
exclusiva de los que valiendo mucho, ignoran lo que
valen”.
Obviamente, también acudían a buscarlo sus viejos
amigos “Fieles a la Provincia, Leales en la Amistad”, con la
salvedad de que en casa de “Los Ponce”, estos se medían
un poco, ya que aunque Clema los recibía y atendía cordialmente
no admitía ciertas bromas, chistes, “palabrotas” y otros
excesos propios de los viejos camaradas. “Mi casa es como
un sagrario —decía firmemente—y como tal, se respeta”…
y nadie chistaba. En la entrevista, el periodista de “Revista
para todos” habló de un piano de estudio y otro de concierto
“Ocupa gran parte de la estancia” —dijo-. Al respecto, el co-
42