Ponce, Genio de México vida y época

“Concierto de Tschaikowsky”: “Estoy oyendo una música de
colorido sordo con un ambiente de Rusia que se deslía en
Chopin. Y cuando escucho la frase delicada de la armonía
voluptuosa, me acuerdo en un estrabismo de fantasía de la
delicada y nerviosa Catalina D’Erzel. Lo más femenino que
yo conozco de una forma musical. Para sus claridades de teclas
en el intercambio del piano, Ogazón se convirtió en un
agrio sonido de musicalidades y la voz quiere salir de la caja
monstruosa como una voz de muerto y de una excelsitud.
Tschaikowsky es tanto como Rubinstein en la fácil sinfonía del
“Allegro” y se acerca al júbilo de la vida que pasa”.
En 1918 la agenda de trabajo del compositor fresnillense
parecía sumamente apretada; no obstante, el 24 de
enero termina un precioso Minueto para piano solo, representando
su última creación musical de ese género para el instrumento.
Años después escribirá otro “Minueto”, nuevamente
para la guitarra de Andrés Segovia. La última función de
la temporada de invierno también se ofreció a teatro lleno,
sobresaliendo la interpretación a la “5ª. Sinfonía de Beethoven”,
la sinfonía perfecta; y el Poema de Amor (en tres partes)
para Canto y Orquesta, de Gustavo E. Campa.
El día 22 del mes de febrero se efectuó otra velada
fúnebre, ahora en memoria de Francisco I. Madero, habiendo
asistido el C. Presidente de la República; en el programa
sobresalió la interpretación de “La Nuit”, de C. Saint-Saens,
para coro, soprano y orquesta sinfónica, tomando parte el
coro del Conservatorio Nacional y la soprano Tomasa Venegas,
que regresaba al país luego de actuar muchos años en
el Viejo Mundo. El público aplaudió entusiasmado pero ante
la grave presencia del Sr. Presidente de la República, no se
atrevió a pedir “Bis”. La crónica oficial del suceso apareció al
día siguiente en la prensa nacional.
El 27 de marzo una triste noticia recorrió el mundo
entero:
C. A. Debussy había muerto. El músico francés revolucionó
el ambiente musical de su patria y del mundo entero,
debido a su forma singular de percibir y manejar las armonías
líricas tradicionales, semejante a las tendencias pictóricas
de boga en Europa, denominadas “Impresionismo”; ya
que apelaba más a las vagas sensaciones percibidas por la
vista y el oído, que a la realidad manifiesta. Dicha tendencia
“Impresionista Musical” fue abrazada rápidamente por los jóvenes
compositores que convivían en la Ciudad Luz: Ravel,
Falla, Dukas y Satie, entre otros. En el México porfirista no se
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