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EL TULIPAN NEGRO

En 1672 el pueblo holandés rechaza la república de los hermanos Johan y Cornelio de Witt para restablecer el estatuderato y entregárselo a Guillermo III de Orange-Nassau. Indiferente a los vaivenes políticos, el ahijado de Cornelio de Witt, Cornelio van Baerle, solo piensa en lograr un tulipán negro, por el que la Sociedad Hortícola de Haarlem ha ofrecido una recompensa de 100.000 florines, dentro del ámbito de la tulipomanía que se extendió en aquella época. Sus planes serán truncados por la acusación de traición que pesa contra él y por los planes de un vecino envidioso, que conseguirán que ingrese en prisión. Sin embargo, el amor de la bella Rosa, hija de un carcelero, logrará que finalice sus propósitos.

En 1672 el pueblo holandés rechaza la república de los hermanos Johan y Cornelio de Witt para restablecer el estatuderato y entregárselo a Guillermo III de Orange-Nassau. Indiferente a los vaivenes políticos, el ahijado de Cornelio de Witt, Cornelio van Baerle, solo piensa en lograr un tulipán negro, por el que la Sociedad Hortícola de Haarlem ha ofrecido una recompensa de 100.000 florines, dentro del ámbito de la tulipomanía que se extendió en aquella época. Sus planes serán truncados por la acusación de traición que pesa contra él y por los planes de un vecino envidioso, que conseguirán que ingrese en prisión. Sin embargo, el amor de la bella Rosa, hija de un carcelero, logrará que finalice sus propósitos.

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El Tulipán Negro<br />

-Esto -anunció con su voz clara y firmemente acentuada- no compete a los miembros de la Sociedad<br />

Hortícola. Están para juzgar al tulipán negro y no conocen los delitos políticos. Continuad, muchacha,<br />

continuad.<br />

Van Systens, con una elocuente mirada, le dio las gracias en nombre de los tulipanes al nuevo<br />

miembro de la Sociedad Hortícola.<br />

Rosa, tranquilizada por esa especie de estímulo que le había dado el desconocido, relató todo lo que<br />

había ocurrido desde hacía tres meses, todo lo que había hecho, todo lo que había sufrido. Habló de la<br />

dureza de Gryphus, de la destrucción del primer bulbo, del dolor del prisionero, de las precauciones<br />

tomadas para que el segundo bulbo llegara a buen fin, de la paciencia del prisionero, de sus angustias<br />

durante su separación; cómo había querido morir de hambre porque no recibía noticias de su tulipán;<br />

de la alegría que había experimentado en su reunión, y finalmente de la desesperación de ambos<br />

cuando vieron que el tulipán que acababa de florecer les había sido robado una hora después de su<br />

floración.<br />

Todo esto fue dicho con un acento de verdad que dejó al príncipe impasible, en apariencia por lo<br />

menos, pero que no dejó de producir su efecto sobre Van Systens.<br />

-Pero -intervino el príncipe- no hace mucho tiempo que conocéis a ese prisionero.<br />

Rosa abrió sus grandes ojos y miró al desconocido, que se hundió en la sombra, como si quisiera<br />

huir de esa mirada<br />

-¿Por qué lo decís, señor? -preguntó.<br />

-Porque no hace más que cuatro meses que el carcelero Gryphus y su hija están en Loevestein.<br />

-Es verdad, señor.<br />

-Y a menos que vos no hayáis solicitado el traslado de vuestro padre para seguir a algún prisionero<br />

que haya sido transportado de La Haya a Loevestein...<br />

-¡Señor! -exclamó Rosa, enrojeciendo.<br />

-Acabad -ordenó Guillermo.<br />

-Lo confieso, conocí al prisionero en La Haya.<br />

-¡Afortunado prisionero! -comentó sonriendo Guillermo.<br />

En ese momento, el oficial que había sido enviado a buscar a Boxtel entró y anunció al príncipe que<br />

aquel le seguía con su tulipán.<br />

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