01.02.2019 Views

EL TULIPAN NEGRO

En 1672 el pueblo holandés rechaza la república de los hermanos Johan y Cornelio de Witt para restablecer el estatuderato y entregárselo a Guillermo III de Orange-Nassau. Indiferente a los vaivenes políticos, el ahijado de Cornelio de Witt, Cornelio van Baerle, solo piensa en lograr un tulipán negro, por el que la Sociedad Hortícola de Haarlem ha ofrecido una recompensa de 100.000 florines, dentro del ámbito de la tulipomanía que se extendió en aquella época. Sus planes serán truncados por la acusación de traición que pesa contra él y por los planes de un vecino envidioso, que conseguirán que ingrese en prisión. Sin embargo, el amor de la bella Rosa, hija de un carcelero, logrará que finalice sus propósitos.

En 1672 el pueblo holandés rechaza la república de los hermanos Johan y Cornelio de Witt para restablecer el estatuderato y entregárselo a Guillermo III de Orange-Nassau. Indiferente a los vaivenes políticos, el ahijado de Cornelio de Witt, Cornelio van Baerle, solo piensa en lograr un tulipán negro, por el que la Sociedad Hortícola de Haarlem ha ofrecido una recompensa de 100.000 florines, dentro del ámbito de la tulipomanía que se extendió en aquella época. Sus planes serán truncados por la acusación de traición que pesa contra él y por los planes de un vecino envidioso, que conseguirán que ingrese en prisión. Sin embargo, el amor de la bella Rosa, hija de un carcelero, logrará que finalice sus propósitos.

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

XXXI<br />

Haarlem<br />

Haarlem, donde entramos hace tres días con Rosa y donde acabamos de entrar siguiendo al<br />

prisionero, es una hermosa ciudad que se enorgullece con todo derecho de ser una de las más umbrías<br />

de Holanda.<br />

Mientras otras ponen todo su amor propio en destacar por sus arsenales y sus fábricas, por sus<br />

almacenes y bazares, Haarlem cifraba toda su gloria en aventajar a todas las ciudades de los Estados<br />

por sus bellos olmos frondosos, por sus álamos esbeltos, y, sobre todo, por sus paseos sombreados, por<br />

encima de los cuales formaban bóveda la encina, el tilo y el castaño.<br />

Haarlem, viendo que Leiden su vecina, y Ámsterdam su reina, tomaban, la una, el camino de<br />

convertir se en una ciudad de ciencia, y la otra la de convertirse en una ciudad de comercio, Haarlem<br />

había querido ser una ciudad agrícola o, más bien, hortícola.<br />

En efecto, bien cerrada, bien aireada, bien calentada al sol, ofrecía a los jardineros garantías que<br />

cualquier otra ciudad, con sus vientos del mar o sus soles de pla no, no habrían sabido proporcionarlas.<br />

Así pues, se había visto establecerse en Haarlem a todos aquellos espíritus tranquilos que poseían el<br />

amor a la tierra y a sus bienes, como se había visto establecerse en Rótterdam y en Ámsterdam a todos<br />

los espíritus inquietos y movidos, que poseían la afición a los viajes y al comercio, como se había visto<br />

establecerse en La Haya a todos los políticos mundanos.<br />

Hemos dicho que Leiden había sido la conquista de los sabios.<br />

Haarlem adquirió, pues, el gusto por las cosas dulces: la música, la pintura, los vergeles, los paseos,<br />

los bosques y los jardines.<br />

Haarlem se volvió loca por las flores y, entre todas las flores, por los tulipanes.<br />

Haarlem propuso premios en honor de los tulipanes, y llegamos así, con toda naturalidad, como se<br />

ve a hablar del que la ciudad proponía, el 15 de mayo de 1673, en honor del gran tulipán negro sin<br />

mancha y sin defecto, que debía proporcionar cien mil florines a su cultivador.<br />

Habiendo manifestado Haarlem su especialidad, habiendo blasonado Haarlem de su gusto por las<br />

flores en general y por los tulipanes en particular, en un tiempo en que todo se dedicaba a la guerra y a<br />

las sediciones, habiendo tenido Haarlem la insigne alegría de ver florecer el ideal de los tulipanes,<br />

Haarlem, la hermosa ciudad llena de bosques y de sol, de sombra y de luz, Haarlem había querido<br />

hacer de esta ceremonia de la inauguración del premio una fiesta que perdurase eternamente en el<br />

recuerdo de los hombres.<br />

Y tenía a ello tanto más derecho por cuanto Holanda era el país de las fiestas; jamás naturaleza más<br />

pere zosa desplegó más ardor riente, cantante y danzante que la de los buenos republicanos de las Siete<br />

Provincias con ocasión de las diversiones.<br />

Observad, por ejemplo, los cuadros de los dos Teniers.<br />

Es verdad que los perezosos son, de todos los hombres, los más resistentes al cansancio, no cuando<br />

se ponen a trabajar, sino cuando se dedican con alegría al placer.<br />

Haarlem se entregaba, pues, a una triple alegría, porque tenía que celebrar una triple solemnidad:<br />

había sido descubierto el tulipán negro, el príncipe Guillermo de Orange asistía a la ceremonia, como<br />

un verdadero holandés que era. Finalmente, constituía un honor para los Estados mostrar a los<br />

franceses, a continuación de una guerra tan desastrosa como había sido la de 1672, que el suelo de la<br />

república bátava era sólido hasta el punto de que se podía danzar en él con acompañamiento del cañón<br />

de las flotas.<br />

La Sociedad Hortícola de Haarlem se había mostrado digna de sí misma al otorgar cien mil florines<br />

por una cebolla de tulipán. La ciudad no había querido quedarse atrás, y había votado una suma<br />

semejante, que había sido entregada en manos de sus notables para festejar ese premio nacional.<br />

Así pues, había en este domingo fijado para esta ceremonia, tal apresuramiento del gentío, tal<br />

entusiasmo en los ciudadanos, que no se habría podido impedir, incluso con esa sonrisa solapada de<br />

128

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!