01.02.2019 Views

EL TULIPAN NEGRO

En 1672 el pueblo holandés rechaza la república de los hermanos Johan y Cornelio de Witt para restablecer el estatuderato y entregárselo a Guillermo III de Orange-Nassau. Indiferente a los vaivenes políticos, el ahijado de Cornelio de Witt, Cornelio van Baerle, solo piensa en lograr un tulipán negro, por el que la Sociedad Hortícola de Haarlem ha ofrecido una recompensa de 100.000 florines, dentro del ámbito de la tulipomanía que se extendió en aquella época. Sus planes serán truncados por la acusación de traición que pesa contra él y por los planes de un vecino envidioso, que conseguirán que ingrese en prisión. Sin embargo, el amor de la bella Rosa, hija de un carcelero, logrará que finalice sus propósitos.

En 1672 el pueblo holandés rechaza la república de los hermanos Johan y Cornelio de Witt para restablecer el estatuderato y entregárselo a Guillermo III de Orange-Nassau. Indiferente a los vaivenes políticos, el ahijado de Cornelio de Witt, Cornelio van Baerle, solo piensa en lograr un tulipán negro, por el que la Sociedad Hortícola de Haarlem ha ofrecido una recompensa de 100.000 florines, dentro del ámbito de la tulipomanía que se extendió en aquella época. Sus planes serán truncados por la acusación de traición que pesa contra él y por los planes de un vecino envidioso, que conseguirán que ingrese en prisión. Sin embargo, el amor de la bella Rosa, hija de un carcelero, logrará que finalice sus propósitos.

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

XXVII<br />

El Tercer Bulbo<br />

Apenas se había anunciado el retorno de Boxtel cuando éste entró en persona en el salón de Van<br />

Systens, seguido de dos hombres que llevaban en una caja el precioso fardo, que fue depositado sobre<br />

una mesa.<br />

El príncipe, prevenido, abandonó el despacho, pasó al salón, lo admiró y se calló, y regresó<br />

silenciosamente para ocupar su lugar en el rincón oscuro donde él mismo había colocado su sillón.<br />

Rosa, palpitante, pálida, llena de terror, esperaba a que se la invitara a ir a ver a su vez.<br />

Oyó la voz de Boxtel.<br />

-Es él -exclamó.<br />

El príncipe le hizo señas para que fuese a mirar al salón por la puerta entreabierta.<br />

-Es mi tulipán -dijo Rosa-, es él, lo reconozco. ¡Oh, mi pobre Cornelius!<br />

Y se deshizo en lágrimas.<br />

El príncipe se levantó, dirigiéndose pausadamente hacia la puerta, donde permaneció un instante en<br />

la luz.<br />

La mirada de Rosa se detuvo en él. Más que nunca estaba segura de que aquélla no era la primera<br />

vez que veía a ese extraño.<br />

-Señor Boxtel -ordenó el príncipe-, entrad aquí. Boxtel acudió apresuradamente y se encontró frente<br />

a frente con Guillermo de Orange.<br />

-¡Su Alteza! -exclamó retrocediendo.<br />

-¡Su Alteza! -repitió Rosa completamente aturdida.<br />

Ante esta exclamación salida de su derecha, Boxtel se volvió y percibió a Rosa.<br />

A su vista, todo el cuerpo del envidioso se estremeció como al contacto de una pila de Volta.<br />

«¡Ah! -murmuró el príncipe hablando consigo mismo-. Está turbado.»<br />

Pero Boxtel, con un poderoso esfuerzo de su dominio, ya se había recobrado.<br />

-Señor Boxtel -dijo Guillermo-, parece que habéis hallado el secreto del tulipán negro.<br />

-Sí, monseñor -respondió Boxtel con voz donde se descubría alguna turbación.<br />

Es verdad que esa turbación podía provenir de la emoción que el tulipanero había experimentado al<br />

reco nocer a Guillermo.<br />

-Pero -continuó el príncipe- aquí hay una joven que también pretende haberlo hallado.<br />

Boxtel sonrió desdeñosamente y se encogió de hombros.<br />

Guillermo seguía todos sus movimientos con una notable intensa curiosidad.<br />

-Así pues, ¿reconocéis a esta joven? -preguntó el príncipe.<br />

-No, monseñor.<br />

-Y vos, joven, ¿conocéis al señor Boxtel?<br />

-No, yo no conozco al señor Boxtel, pero conozco al señor Jacob.<br />

-¿Qué queréis decir?<br />

-Quiero decir que en Loevestein, éste que se hace llamar Isaac Boxtel, se hacía llamar Jacob.<br />

-¿Qué decís a eso, señor Boxtel?<br />

-Digo que esta joven miente, monseñor.<br />

-¿Negáis haber estado nunca en Loevestein?<br />

Boxtel vaciló; con la mirada fija a imperiosamente escrutadora, el príncipe le impedía mentir.<br />

-No puedo negar haber estado en Loevestein, monseñor, pero niego haber robado el tulipán.<br />

-¡Vos me lo habéis robado, y de mi habitación! -exclamó Rosa indignada.<br />

-Lo niego.<br />

-Escuchad, ¿negáis haberme seguido al jardín, el día en que yo preparaba la platabanda donde debía<br />

enterrarlo? ¿Negáis haberme seguido al jardín donde hice ademán de plantarlo? ¿Negáis haberos<br />

precipitado aquella noche, después de mi salida, sobre el lugar donde vos esperábais hallar el bulbo?<br />

112

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!