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EL TULIPAN NEGRO

En 1672 el pueblo holandés rechaza la república de los hermanos Johan y Cornelio de Witt para restablecer el estatuderato y entregárselo a Guillermo III de Orange-Nassau. Indiferente a los vaivenes políticos, el ahijado de Cornelio de Witt, Cornelio van Baerle, solo piensa en lograr un tulipán negro, por el que la Sociedad Hortícola de Haarlem ha ofrecido una recompensa de 100.000 florines, dentro del ámbito de la tulipomanía que se extendió en aquella época. Sus planes serán truncados por la acusación de traición que pesa contra él y por los planes de un vecino envidioso, que conseguirán que ingrese en prisión. Sin embargo, el amor de la bella Rosa, hija de un carcelero, logrará que finalice sus propósitos.

En 1672 el pueblo holandés rechaza la república de los hermanos Johan y Cornelio de Witt para restablecer el estatuderato y entregárselo a Guillermo III de Orange-Nassau. Indiferente a los vaivenes políticos, el ahijado de Cornelio de Witt, Cornelio van Baerle, solo piensa en lograr un tulipán negro, por el que la Sociedad Hortícola de Haarlem ha ofrecido una recompensa de 100.000 florines, dentro del ámbito de la tulipomanía que se extendió en aquella época. Sus planes serán truncados por la acusación de traición que pesa contra él y por los planes de un vecino envidioso, que conseguirán que ingrese en prisión. Sin embargo, el amor de la bella Rosa, hija de un carcelero, logrará que finalice sus propósitos.

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-Habéis obrado mal, muchacha -dijo-, y vuestro amante será castigado por haberos aconsejado. Porque<br />

vos sois tan joven y tenéis un aspecto tan honesto, quiero creer que el mal proviene de él y no de<br />

vos.<br />

-¡Monseñor! ¡Monseñor! -exclamó Rosa-. Cornelius no es culpable.<br />

Guillermo hizo un gesto.<br />

-No es culpable por haberos aconsejado. Esto es lo que queréis decir, ¿verdad?<br />

-Quiero decir, monseñor; que Cornelius es tan culpable del segundo crimen que se le imputa como lo<br />

es del primero.<br />

-Del primero, ¿y sabéis cuál ha sido ese primer crimen? ¿Sabéis de qué ha sido acusado y convicto?<br />

De haber ocultado, como cómplice de Corneille de Witt, la correspondencia del gran pensionario con<br />

el marqués de Louvois.<br />

-¡Pues bien, monseñor! Él ignoraba que fuera depositario de esa correspondencia; lo ignoraba<br />

completamente. ¡Oh! ¡Dios mío! Me lo hubiera dicho. ¿Es que ese corazón de diamante habría podido<br />

ocultarme un secreto? No, no, monseñor, os lo repito, aunque deba incurrir en vuestra cólera,<br />

Cornelius no es más culpable del primer crimen que del segundo, y del segundo que del primero. ¡Oh!<br />

¡Si vos conocierais a mi Cornelius, monseñor!<br />

-¡Un De Witt! -exclamó Boxtel-. ¡Ah! Monseñor no lo conoce bien, ya que una vez le hizo la gracia<br />

de la vida.<br />

-Silencio -ordenó el príncipe-. Todas esas cosas del Estado, ya lo he dicho, no son de la competencia<br />

de la Sociedad Hortícola de Haarlem.<br />

Luego, frunciendo el entrecejo, añadió:<br />

-En cuanto al tulipán, estad tranquilo, señor Boxtel. Se hará justicia.<br />

Boxtel saludó, con el corazón lleno de alegría, y recibió las felicitaciones del presidente.<br />

-Y vos, muchacha -continuó Guillermo de Orange-, habéis estado a punto de cometer un crimen. No<br />

os castigaré, pero el verdadero culpable pagará por los dos. Un hombre de su posición puede conspirar,<br />

traicionar incluso... pero no debe robar.<br />

-¡Robar! -exclamó Rosa-. ¡Robar! ¡Él, Cornelius, oh! Monseñor, tened cuidado; si oyera vuestras palabras<br />

moriría, porque vuestras palabras lo matarían con mayor seguridad de como lo habría hecho la<br />

espada del verdugo en la Buytenhoff. Si ha habido un robo, monseñor, os lo juro, es este hombre quien<br />

lo ha cometido.<br />

-Probadlo -dijo fríamente Boxtel.<br />

-¡Pues bien, sí! Con la ayuda de Dios lo probaré -replicó la frisona con energía.<br />

Luego, volviéndose hacia Boxtel:<br />

-¿El tulipán es vuestro?<br />

-Sí.<br />

-¿Cuántos bulbos tenía?<br />

Boxtel vaciló un instante, pero comprendió que la joven no haría esta pregunta si únicamente<br />

existieran los dos bulbos conocidos.<br />

-Tres -contestó.<br />

-¿Qué ha sido de esos bulbos? -preguntó Rosa.<br />

-¿Que qué ha sido de ellos...? Uno abortó, el otro dio el tulipán negro...<br />

-¿Y el tercero?<br />

-¿El tercero?<br />

-El tercero, ¿dónde está?<br />

-El tercero está en mi casa -dijo Boxtel comple tamente turbado.<br />

-¿En vuestra casa? ¿Dónde, en Loevestein o en Dordrecht?<br />

-En Dordrecht -contestó Boxtel.<br />

-¡Mentís! -exclamó Rosa-. Monseñor -añadió volviéndose hacia el príncipe-, os voy a contar la verdadera<br />

historia de esos tres bulbos. El primero fue aplastado por mi padre en la habitación del<br />

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