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EL TULIPAN NEGRO

En 1672 el pueblo holandés rechaza la república de los hermanos Johan y Cornelio de Witt para restablecer el estatuderato y entregárselo a Guillermo III de Orange-Nassau. Indiferente a los vaivenes políticos, el ahijado de Cornelio de Witt, Cornelio van Baerle, solo piensa en lograr un tulipán negro, por el que la Sociedad Hortícola de Haarlem ha ofrecido una recompensa de 100.000 florines, dentro del ámbito de la tulipomanía que se extendió en aquella época. Sus planes serán truncados por la acusación de traición que pesa contra él y por los planes de un vecino envidioso, que conseguirán que ingrese en prisión. Sin embargo, el amor de la bella Rosa, hija de un carcelero, logrará que finalice sus propósitos.

En 1672 el pueblo holandés rechaza la república de los hermanos Johan y Cornelio de Witt para restablecer el estatuderato y entregárselo a Guillermo III de Orange-Nassau. Indiferente a los vaivenes políticos, el ahijado de Cornelio de Witt, Cornelio van Baerle, solo piensa en lograr un tulipán negro, por el que la Sociedad Hortícola de Haarlem ha ofrecido una recompensa de 100.000 florines, dentro del ámbito de la tulipomanía que se extendió en aquella época. Sus planes serán truncados por la acusación de traición que pesa contra él y por los planes de un vecino envidioso, que conseguirán que ingrese en prisión. Sin embargo, el amor de la bella Rosa, hija de un carcelero, logrará que finalice sus propósitos.

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Miraba el cielo y escuchaba a la tierra.<br />

Luego, con la mirada vuelta de cuando en cuando hacia el corredor, se decía:<br />

«Allá abajo está Rosa, Rosa que vela como yo, que como yo espera de minuto en minuto; allá abajo,<br />

ante los ojos de Rosa está la flor misteriosa, que vive, que se entreabre, que se abre. Tal vez en este<br />

momento Rosa tiene el tallo del tulipán entre sus delicados y tibios dedos. Toca ese tallo suavemente.<br />

Tal vez roce con sus labios su cáliz entreabierto; rózalo con precaución, Rosa, tus labios arden; tal vez<br />

en este momento, mis dos amores se acarician bajo la mirada de Dios.»<br />

En aquel momento, una estrella se inflamó en lo alto, atravesó todo el espacio que separaba el<br />

horizonte de la fortaleza y vino a abatirse sobre Loevestein.<br />

Cornelius se estremeció.<br />

-¡Ah! -exclamó-. Es Dios que envía un alma a mi flor.<br />

Y como si lo hubiera adivinado, casi en el mismo instante, el prisionero oyó en el corredor unos pasos<br />

ligeros, como los de una sílfide, el roce de una ropa que parecía un batir de alas y una voz bien<br />

conocida que decía:<br />

-Cornelius, amigo mío, amigo mío bienamado y bienaventurado, venid, venid enseguida.<br />

Cornelius no dio más que un salto de la ventana al postigo; una vez más sus labios encontraron los<br />

labios murmuradores de Rosa, que le dijo en un beso:<br />

-Se ha abierto, es negro, aquí está.<br />

-¿Cómo, aquí está? -exclamó Cornelius, separando sus labios de los labios de la joven.<br />

-Sí, sí, es preciso correr un pequeño peligro para dar una gran alegría, aquí está, tened.<br />

Y, con una mano, levantó a la altura del postigo un pequeño farol que acababa de encender; mientras<br />

que a la misma altura, levantaba con la otra el milagro so tulipán.<br />

Cornelius lanzó un grito y creyó desmayarse de emoción.<br />

-¡Oh! -murmuró-. ¡Dios mío! ¡Dios mío! Me recompensáis mi inocencia y mi cautividad, ya que habéis<br />

hecho crecer estas dos flores en el postigo de mi prisión.<br />

-Besadla -dijo Rosa- como yo la he besado hace un momento.<br />

Cornelius, reteniendo el aliento, tocó con la punta de los labios el extremo de la flor, y jamás beso<br />

dado a los labios de una mujer, aunque fuera a los labios de Rosa, le entró tan profundamente en el<br />

corazón.<br />

El tulipán era bello, espléndido, magnífico; su tallo tenía más de treinta centímetros de altura; se<br />

alzaba del seno de cuatro hojas verdes, lisas, derechas como puntas de lanza; toda su flor era negra y<br />

brillante como el azabache.<br />

-Rosa -dijo Cornelius jadeante-, Rosa, no hay un instante que perder, es preciso escribir la carta.<br />

-Ya está escrita, mi bienamado Cornelius -contestó Rosa.<br />

-¿De veras?<br />

-Mientras el tulipán se abría, yo escribía, porque no quería que se perdiera ni un solo instante. Mirad<br />

la carta, y decidme si la encontráis bien.<br />

Cornelius cogió la carta y leyó, en una escritura que había hecho grandes progresos desde la primera<br />

frase que había recibido de Rosa:<br />

Señor presidente:<br />

El tulipán negro va a abrirse dentro de diez minutos tal vez. Tan pronto se abra, os<br />

enviaré un mensajero para rogaros vengáis vos mismo en persona a buscarlo a la fortaleza<br />

de Loevestein. Soy la hija del carcelero Gryphus, casi tan prisionera como los prisioneros<br />

de mi padre. No podré, pues, llevaros esta maravilla. Por eso es por lo que me atrevo a<br />

suplicaros que vengáis a buscarlo vos mismo.<br />

Mi deseo es que se llame Rosa Barloensis.<br />

Acaba de abrirse; es perfectamente negro...<br />

Venid, señor presidente, venid.<br />

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