01.02.2019 Views

EL TULIPAN NEGRO

En 1672 el pueblo holandés rechaza la república de los hermanos Johan y Cornelio de Witt para restablecer el estatuderato y entregárselo a Guillermo III de Orange-Nassau. Indiferente a los vaivenes políticos, el ahijado de Cornelio de Witt, Cornelio van Baerle, solo piensa en lograr un tulipán negro, por el que la Sociedad Hortícola de Haarlem ha ofrecido una recompensa de 100.000 florines, dentro del ámbito de la tulipomanía que se extendió en aquella época. Sus planes serán truncados por la acusación de traición que pesa contra él y por los planes de un vecino envidioso, que conseguirán que ingrese en prisión. Sin embargo, el amor de la bella Rosa, hija de un carcelero, logrará que finalice sus propósitos.

En 1672 el pueblo holandés rechaza la república de los hermanos Johan y Cornelio de Witt para restablecer el estatuderato y entregárselo a Guillermo III de Orange-Nassau. Indiferente a los vaivenes políticos, el ahijado de Cornelio de Witt, Cornelio van Baerle, solo piensa en lograr un tulipán negro, por el que la Sociedad Hortícola de Haarlem ha ofrecido una recompensa de 100.000 florines, dentro del ámbito de la tulipomanía que se extendió en aquella época. Sus planes serán truncados por la acusación de traición que pesa contra él y por los planes de un vecino envidioso, que conseguirán que ingrese en prisión. Sin embargo, el amor de la bella Rosa, hija de un carcelero, logrará que finalice sus propósitos.

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Sobre todo, no imites a tu padrino, Corneille de Witt, que se ha lanzado a la política, la más ingrata de<br />

las carreras y que seguramente acabará mal.<br />

Luego, el digno señor Van Baerle murió, dejando completamente desolado a su hijo Cornelius, el<br />

cual amaba muy poco los florines y mucho a su padre.<br />

Cornelius se quedó, pues, solo en la gran casa.<br />

En vano su padrino Corneille le ofreció un empleo en los servicios públicos; en vano quiso hacerle<br />

gustar de la gloria cuando Cornelius, por obedecer a su padrino, se embarcó con De Ruyter en el navío<br />

Les Sept Provinces, que mandaba a los ciento treinta y nueve barcos con los cuales el ilustre almirante<br />

iba a liquidar solo las fortunas de Francia y de Inglaterra reunidas. Cuando, conducido por el piloto<br />

Léger, llegó al alcance de mosquete del navío Le Prince, sobre el que se hallaba el duque de York,<br />

hermano del rey de Inglaterra, el ataque de De Ruyter, su jefe, fue realizado tan brusca y hábilmente<br />

que, sintiendo su barco a punto de ser destruido, el duque de York no tuvo tiempo más que para<br />

retirarse a bordo del Saint-Michel; cuando vio al Saint-Michel, roto, triturado bajo las balas<br />

holandesas, salirse de la línea; cuando vio saltar un navío, Le Comte de Sanwick, y perecer en las olas<br />

o en el fuego a cuatrocientos marineros; cuando vio que al final de todo aquello, después de ser<br />

destrozados veinte barcos, muertos tres mil hombres, heridos cinco mil, nada se había decidido ni a favor<br />

ni en contra, que cada uno se atribuía la victoria, que había que comenzar de nuevo, y que<br />

solamente un nombre más, la batalla de Southwood-Bay, se había añadido al catálogo de las batallas;<br />

cuando hubo calculado el tiempo que pierde tapándose los ojos y los oídos un hombre que quiere<br />

reflexionar incluso cuando sus semejantes se cañonean entre sí, Cornelius dijo adiós a De Ruyter, al<br />

Ruart de Pulten y a la gloria, besó las rodillas del gran pensionario, por el que sentía una profunda<br />

veneración, y regresó a su casa de Dordrecht, rico por su descanso adquirido, por sus veintiocho años,<br />

por una salud de hierro, por una vista aguda y más que por sus cuatrocientos mil florines de capital y<br />

sus diez mil florines de renta, por la convicción de que un hombre ha recibido siempre del cielo mucho<br />

para ser feliz, bastante para no serlo.<br />

En consecuencia, y para labrarse una felicidad a su modo, Cornelius se puso a estudiar las plantas y<br />

los insectos, recogió y clasificó toda la flora de las islas, pinchó a toda la entomología de su provincia,<br />

sobre la que compuso un tratado manuscrito con dibujos realizados por su mano, y finalmente, no<br />

sabiendo ya qué hacer con su tiempo y, sobre todo, con su dinero, que iba aumentando de una forma<br />

espantosa, escogió entre todas las locuras de su país y de su época una de las más elegantes y de las<br />

más costosas.<br />

Se dedicó al cultivo de los tulipanes.<br />

Aquél era el momento, como se sabe, en que los flamencos y los portugueses, explotando a cual más<br />

este género de horticultura, habían llegado a divinizar el tulipán y a hacer de esta flor venida de<br />

Oriente lo que jamás naturalista alguno se había atrevido a hacer con la raza humana, por miedo de dar<br />

celos a Dios.<br />

Muy pronto, desde Dordrecht a Mons, no se habló más que de los tulipanes de Mynheer 2 Van<br />

Baerle; y sus parterres, sus fosos, sus cámaras de secado, sus cuadernos de bulbos fueron visitados<br />

como antiguamente lo fueron las galerías y las bibliotecas de Alejandría por los ilustres viajeros<br />

romanos.<br />

Van Baerle comenzó por gastar sus rentas del año en establecer su colección, luego mermó sus<br />

florines nuevos en perfeccionarla; así, su trabajo fue recompensado con un magnífico resultado: halló<br />

cinco especies dife rentes a las que llamó la Jeanne, por el nombre de su madre, la Baerle, por el<br />

nombre de su padre, la Corneille, por el nombre de su padrino... los otros nombres no los sabemos,<br />

pero los aficionados podrán seguramente encontrarlos en los catálogos de la época.<br />

2 Título equivalente a Señor en holandés<br />

24

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!