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Revista de Comunidades Educativas 128

Revista de las Comunidades Educativas De La Salle

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Comunidades educativas Escuela en Pastoral

La filosofía nos conduce hacia la conquista del

ser; es decir, desde la construcción del pensamiento

se elabora un entramado de conceptos

que van determinando la noción consciente del

ser. ¿Qué es el universo?, ¿qué es la existencia?,

¿qué es el ser humano?, ¿qué es la verdad?, son

algunas preguntas elementales que detonan la

reflexión filosófica que va elaborando un sistema

de pensamiento que afirma y confirma cada

uno de sus conceptos. Siempre he pensado que

la filosofía brota sin más, desde nuestra naturalidad

humana; las experiencias de la vida, buenas

o malas, nos aportan conceptos que nos permiten

elaborar un discurso a través del lenguaje,

que va respondiendo a las múltiples preguntas

que emergen del natural deseo de descifrar el

significado de la vida. En efecto, todos contamos

algo que nos sucedió; con nuestras propias

palabras definimos todo detalle por más ínfimo

que este sea. En nuestras conversaciones platicamos

situaciones, compartimos experiencias,

definimos posturas y nos pronunciamos sobre

acontecimientos. Para que esto sea posible, utilizamos

un sistema preestablecido de creencias

(imbuido en nuestra conciencia) que enmarcan y

delimitan a nuestros códigos conceptuales, concatenados

para definir emisiones con carácter de

veracidad. En muchas ocasiones debatimos, hasta

de forma acalorada, sobre la razón que tienen

nuestros planteamientos y buscamos estrategias

lógicas para posicionar nuestro pensamiento en

un ámbito de discusión. Esto es filosofar, esto

es definir, esto es responder cuestionamientos

por medio de nuestra argumentación, incluso en

ocasiones dirimiendo.

Sin embargo, el afán de la mente humana por

conquistar la verdad sobre el hombre y su propio

universo, ha conducido los deseos humanos

hacia el anhelo de una plenitud sin límites, forjando

patrones de vida dizque ejemplares. Por

ejemplo, parafraseando brevemente el sentido

de la Teoría de la acción comunicativa en Jürgen

Habermas, se reconocen en el ámbito lingüístico

los códigos fundamentales del llamado mundo de

la vida (socialización, valores, fraternidad, amor,

solidaridad, etc., conceptos tales que no poseen

materialidad) como expresiones determinantes

de la reciprocidad humana en la misma existencia.

Sin pretender hacer un estudio analítico de

la propuesta de Habermas, podemos comprender

que el mundo de la vida es definido por códigos

conceptuales determinados por el mundo objetivo,

subjetivo y social (Santillana, 2011) y en cuyas

acciones lingüísticas hay acuerdos y consensos

normativos que confluyen a un vivir equitativo,

justo y virtuoso; en otras palabras, la cultura es

expresión del mundo de la vida. Sin embargo,

existe tensión en el mundo de la vida donde radica

el saber para la trascendencia existencial,

ante la aparición del sistema de poder, cuyos conceptos

lingüísticos se articulan estratégicamente

con la intención de conquistar el éxito en la vida;

esto significa que sus conceptos proceden, no de

acuerdos y consensos, sino de intereses e intenciones

de poder. Productividad, dinero, mercado,

fuerza laboral, competitividad, consumo, son tan

solo algunos códigos conceptuales cuyos caracteres

lingüísticos determinan modelos de poder

social que arremeten la naturaleza del mundo de

la vida. En efecto, el mundo de la vida es conquistado

por el poder económico de tal suerte que la

equidad se ha convertido en desigualdad. Ya no

interesa el ser y sus valores originales, ahora rige

la preocupación por el prestigio que es parte del

sistema de poder.

Bajo el mismo tenor, el filósofo coreano Byung-

Chul Han propone en su planteamiento el concepto

de sociedad del cansancio como resultado

de la sociedad posmoderna a la que se le acuña

el término de sociedad de rendimiento. Tal denominación

es consecuencia de la crisis neurálgica

de la llamada sociedad disciplinaria cuya característica

principal era el no puedes. Una sociedad

de reglas férreas, opresoras, de moralismos sin

sentido que encarcelaba la consciencia; se trataba

de una sociedad de explotación represiva.

La sociedad de rendimiento surge como expresión

del sistema de poder, según Habermas, en

sus códigos neoliberales. El libre mercado, los

intercambios comerciales, el poder adquisitivo,

la figura, las marcas y las modas, propician

un modelo antropológico: el que todo lo puede.

La sociedad de rendimiento se traduce en el tú

puedes, un imperativo egocéntrico que impulsa

a una carrera desquiciada cuya meta es la conquista

de las múltiples demandas de una sociedad

que vive de la imagen, del éxito, del poder. El

sujeto de rendimiento es consciente de sus posibilidades

y entiende que, para ser socialmente

incluido, se debe autoexigir para estar a la altura

según los estándares de la sociedad de rendimiento.

¿Resultado del sujeto de rendimiento?: Agotamiento

profundo. Sin embargo, lo peor del caso

y según Han, la consecuencia es un agotamiento

del alma ya que el sometimiento a la hiperactividad

desenfrenada perjudica la capacidad natural

de reflexionar y contemplar. En efecto, se llega

a tal estado ante una lamentable verdad: después

del aceleramiento por querer ser original y

único, por desear complacer a quienes son sus-

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