Revista de Comunidades Educativas 128
Revista de las Comunidades Educativas De La Salle
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Comunidades educativas Escuela en Pastoral
El desierto es el lugar de la prueba, de la “solitud”, es
el lugar en donde nos encontramos, aparentemente,
con muy poco. Pero, si ponemos especial atención, y
nos dejamos guiar por el Espíritu, en ese silencio podremos
escuchar la voz de Dios que nos llama a algo,
que nos invita a discernir.
Si el Jardín del Edén nos recuerda la cercanía a Dios,
el desierto podría hacernos pensar en la lejanía. También
el desierto es conocido como un lugar en el que
habitan los demonios. Sin duda nos vienen a la mente
imágenes desoladoras o de un profundo silencio.
Imágenes que hasta miedo nos causan. Incluso puede
llegar a ser un lugar de la rebelión del pueblo (Nm 20,
2-13)
Sin embargo, el desierto también es un lugar de relación
entre Dios y su pueblo. Mientras el pueblo de
Israel caminaba por el desierto, el Señor los acompañaba
(Ex 13, 21-22). Es a donde Dios nos lleva para hablarnos
al corazón a pesar de nuestras equivocaciones
(Os 2, 16). Es el lugar en donde el pueblo encuentra la
gracia y ve su descanso (Jr 31, 2); es el lugar preparado
por Dios para nuestro descanso (Ap 12, 6).
El desierto es, como nos lo muestran los Evangelios sinópticos,
el lugar de la prueba de Jesús. Ahí fue llevado
por el Espíritu (Lc 4, 1-13; Mt 4, 1-11; Mc 1, 12-13), Es en
el desierto, donde, a pesar de la sequía, de la soledad
aparente y silencio, Jesús nos pone el ejemplo de amor
al Padre.
¿Qué llevamos a este desierto? Pocas cosas, algo que
guíe nuestro discernimiento, algo que nos ayude a
centrarnos en el Camino, en el Objetivo, algo que nos
sirva de arma para luchar contra las tentaciones (Biblia,
libro de lectura espiritual, Rosario…). Encuentra,
o déjate encontrar por esa cita bíblica que Dios tiene
preparada especialmente para ti en este momento,
dale vueltas y deja que Dios te hable a través de ella.
Jesús nos ha dejado la promesa de su Espíritu. El mismo
Espíritu que guio a Cristo al desierto nos tiene hoy
aquí. Segunda señal de que esa promesa se ha cumplido.
Recordemos Pentecostés. Lo siguiente nos toca
a cada uno de nosotros. La clave aquí es cómo vamos
a dar testimonio del cumplimiento de esta promesa.
No tengas miedo. El Padre, a través de su Espíritu te
ha traído aquí para que des fruto, para que descubras
nuevas maneras de vivir sus dones (Rom 12, 6-8; 1 Cor
12, 4-11; Ef 4, 7-13) derramándolos. San Pablo nos indica
esos dones en Gal 5, 22-23. El Espíritu Santo se nos
ha dado ¿Cómo vamos a dar testimonio de Él?
Aprovecha este desierto, conociéndote a ti mismo.
Distingue tus fortalezas y tus áreas de oportunidad,
contrástalas con los textos bíblicos arriba mencionados.
Reflexiona, profundiza, ora, platica con Jesús sobre
ellos. Pídele que te guíe y, entre los dos, tú y Jesús,
marquen tus líneas de acción para dar testimonio de
que la promesa se ha cumplido.
Foto: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/0/00/Desierto_de_Dal%C3%AD%2C_Bolivia%2C_2016-02-02%2C_DD_107.JPG
Es en el desierto donde nos encontramos con Dios,
pero también con nosotros mismos (recordando el
frontispicio del Oráculo de Delfos “Conócete a ti mismo”).
Es ahí donde dejamos de distraernos con las
cosas cotidianas en la medida en la que nos vayamos
ocupando de lo que realmente importa, lo que está
dentro de nuestro corazón.
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