15.02.2013 Views

robin-lane-fox-el-mundo-clasico-la-epopeya-de-grecia-y-roma

robin-lane-fox-el-mundo-clasico-la-epopeya-de-grecia-y-roma

robin-lane-fox-el-mundo-clasico-la-epopeya-de-grecia-y-roma

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>el</strong> mar Negro y regresar, como un conquistador, por <strong>el</strong> río Danubio a través <strong>de</strong><br />

Dacia. En <strong>la</strong>s ciuda<strong>de</strong>s d<strong>el</strong> Oriente griego ya se le habían concedido «honores<br />

iguales a los <strong>de</strong> los dioses». Con anterioridad, otros <strong>roma</strong>nos habían recibido<br />

esos mismos honores en <strong>el</strong> <strong>mundo</strong> griego y, al igual que César, habían<br />

conocido a reyes <strong>de</strong> <strong>la</strong> región en <strong>el</strong> curso <strong>de</strong> sus viajes. Pero a diferencia <strong>de</strong><br />

<strong>el</strong>los, César había regresado trayendo consigo una reina (Cleopatra se<br />

encontraba en <strong>la</strong> ciudad, don<strong>de</strong> tenía «asuntos diplomáticos» que agilizar).<br />

¿P<strong><strong>la</strong>ne</strong>aba César convertirse en rey (como sus antepasados) y ser adorado<br />

exactamente como un dios, con un culto formal? Seguían lloviéndole los<br />

honores, quizá sólo para ver cuáles eran los que rechazaba. Se nos cuenta que<br />

a comienzos <strong>de</strong> 44 se le votó un culto cuyo sacerdote <strong>de</strong>bía ser Antonio, su<br />

colega en <strong>el</strong> consu<strong>la</strong>do. Se iba a poner en su casa un frontón honorífico como<br />

<strong>el</strong> <strong>de</strong> los templos; se dice incluso que <strong>el</strong> senado lo l<strong>la</strong>mó «Júpiter Julio».<br />

Parece, pues, que <strong>la</strong>s propuestas <strong>de</strong> instaurar un culto a César en vida son<br />

ciertas, pero <strong>el</strong> máximo horror, su disposición a adoptar <strong>el</strong> título <strong>de</strong> rey, sigue<br />

siendo dudoso. Des<strong>de</strong> luego, hubo propuestas <strong>de</strong> que se le concedieran<br />

diversos <strong>el</strong>ementos propios <strong>de</strong> <strong>la</strong> «realeza»: un trono <strong>de</strong> oro (pero que <strong>de</strong>bía<br />

permanecer vacío, y sólo en <strong>el</strong> teatro), y una corona también <strong>de</strong> oro (como <strong>la</strong><br />

que recibían los generales en sus triunfos). A finales <strong>de</strong> enero <strong>la</strong> multitud lo<br />

vitoreó l<strong>la</strong>mándolo «¡Rey!» cuando regresaba en medio <strong>de</strong> una ovación<br />

solemne <strong>de</strong> c<strong>el</strong>ebrar una fiesta: pero él corrigió a los que así lo l<strong>la</strong>maban. 374 A<br />

mediados <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 44 <strong>la</strong> muchedumbre se congregó en Roma para<br />

c<strong>el</strong>ebrar <strong>la</strong> fiesta r<strong>el</strong>igiosa <strong>de</strong> los Lupercos, en <strong>la</strong> que unos jóvenes corrían<br />

<strong>de</strong>snudos a «tocar» a <strong>la</strong>s mujeres con una vara y contribuir <strong>de</strong> ese modo a su<br />

fertilidad. Marco Antonio y otros que participaban en <strong>la</strong> carrera ofrecieron a<br />

César una dia<strong>de</strong>ma real, pero todo <strong>el</strong> <strong>mundo</strong> pudo ver que <strong>la</strong> arrojaba<br />

<strong>de</strong>spectivamente lejos <strong>de</strong> sí. Este «rechazo» quizá fuera p<strong><strong>la</strong>ne</strong>ado con <strong>el</strong> fin <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>spejar <strong>la</strong>s dudas <strong>de</strong> los tradicionalistas, para mayor disgusto <strong>de</strong> <strong>la</strong> plebe.<br />

Pero hay algo indudable: a mediados <strong>de</strong> 44 César aceptó otra «dictadura», <strong>la</strong><br />

cuarta, pero esta vez <strong>de</strong>finida como vitalicia. Eso era lo que había por lo que al<br />

futuro <strong>de</strong> <strong>la</strong> República se refiere. Se creía, probablemente no sin razón, que<br />

César había dicho <strong>de</strong> <strong>la</strong> República que era «un simple nombre sin cuerpo ni<br />

figura», y que había criticado a Si<strong>la</strong> por no conocer los rudimentos <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

política, pues había renunciado a <strong>la</strong> dictadura que había obtenido. 375 No cabía<br />

duda, pues, sobre lo que pensaba César <strong>de</strong> <strong>la</strong> eventualidad <strong>de</strong> restaurar <strong>la</strong><br />

libertad <strong>de</strong> los senadores. Aquél fue un punto <strong>de</strong> inflexión c<strong>la</strong>rísimo.<br />

Retrospectivamente, se evocarían diversos presagios y advertencias, pero a<br />

<strong>de</strong>cir verdad nunca faltaron anécdotas <strong>de</strong> este tipo. En <strong>el</strong> Rubicón, sin<br />

embargo, se dijo que los caballos que había soltado César <strong>de</strong> pronto habían<br />

<strong>de</strong>jado <strong>de</strong> querer comer. 376 ¡Cuánta razón tenían los caballos!: César había<br />

<strong>de</strong>spedido incluso a sus guardias <strong>de</strong> corps en Roma. No es que flirteara con <strong>la</strong><br />

muerte, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego: se trataba <strong>de</strong> un signo <strong>de</strong> que estaba seguro <strong>de</strong> su<br />

supremacía. Cuando los senadores se presentaron a rendirle unos extraños<br />

honores, no se levantó a saludarlos (como dictador tenía <strong>de</strong>recho a no<br />

hacerlo): en <strong>el</strong> fondo, pensaba que eran unos vulgares hombrecillos, muchos<br />

<strong>de</strong> los cuales eran hechuras suyas. Sin embargo, enseguida se disculpó por su<br />

<strong>de</strong>scortesía y pretextó, falsamente, que en aqu<strong>el</strong>los momentos lo aquejaban<br />

problemas estomacales.<br />

La dictadura vitalicia, <strong>el</strong> culto inminente: semejantes signos resultaban<br />

intolerables para los senadores preocupados seriamente por <strong>la</strong> libertad. Uno <strong>de</strong>

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!