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VE-22 MARZO 2016

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La señora Carmen no se detiene. Se apresura calle abajo caminando<br />

con paso firme, apoyada en el carro de cuatro ruedas, contenta por el<br />

fresco de la mañana. Al doblar la esquina se tienta los bolsillos por<br />

pura costumbre y echa de menos el teléfono. Recuerda que lo dejó en<br />

la mesita del zaguán, junto a la labor de costura, pero ya se le hace<br />

tarde y no vuelve por él.<br />

A la entrada del mercado municipal un olor familiar abraza a<br />

Carmen. Es el olor de la niñez, el olor del padre y el abuelo cuando<br />

llegaban a casa cada noche tras faenar en el mar. Carmen pide a la<br />

pescadera unas sardinas. Un chiquillo de unos cinco años que<br />

aguarda a su lado se confunde y entierra la naricita, delicada, entre<br />

sus ropas, huyendo del olor a pez muerto y del susto del bogavante,<br />

que aún agita sus pinzas atadas. Los ojos de Carmen se tornan<br />

líquidos. Recuerda aquellas otras mañanas de sol en las que era su<br />

hijo Gabriel quien enterraba la nariz entre sus faldas. Ahora todo ha<br />

cambiado. Hace dos años largos que la señora Carmen no ve a su hijo.<br />

A veces Gabriel la llama pero ella no contesta al teléfono. Carmen es<br />

terca y hay palabras que no perdona.<br />

Al pasar por el puesto de la carne una cabeza de cerdo<br />

inexpresiva la mira tras los cristales. La señora Carmen no es<br />

escrupulosa pero, no sabe por qué, aquella cabeza rosada le da como<br />

repelús y el calor le sube a la cara. María, la de las verduras, que tiene<br />

el puesto enfrente, le hace señas. Carmen compra col rizada y<br />

tomates frescos. Luego de la verdura compra el pan y cruza la plaza.<br />

Al otro lado, junto a estación del tren, para el autobús que lleva al<br />

cementerio y, aunque nota las piernas cansadas, piensa que aún no es<br />

tarde para visitar a los suyos. A veces Carmen se piensa más cerca de<br />

los muertos que de los vivos, de tanto como los siente.<br />

Ya de vuelta a casa, con la satisfacción del deber cumplido,<br />

Carmen prepara su exigua comida. Al freír el pescado piensa en el<br />

niño del mercado y después en Gabriel. Las manos le tiemblan de<br />

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