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publicación farmacéutica completa - Cemefar

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un boticario a diario66revistaacofar. junio 2009. núm. 487Las carga eldiabloNo sólo las escopetas sino laspalabras, que remedando alpoeta son un arma cargada defuturo, las rellena el demonio.No obstante y releída esta primera fraseruego a mis lectores, poniéndome el parcheantes de que salga el grano, no metomen por santo. Si acaso por poco comercialo mucho sanitario, eterno dilemaprofesional. Y lo escribo porque hoy tomocomo referencia el tema, perjudicial por suforma, de la retirada de los termómetros;hecho acontecido el pasado abril.Al escribir perjudicial, que también, estoyseguro que esta palabra se interpretarátan sólo como pérdida económica. Y hayotra peor que es la de imagen.Antes de que esta normativa, que prohíbela dispensación de los termómetros,se hubiese llevado a la práctica, se escribióy dijo mucho sobre ella. Pues bien,siempre que se hizo referencia al tema seobvió, de una forma voluntaria o refleja,la palabra “dispensación”. Todo ha girado,enfáticamente, sobre comercializar yvender. Una vez más no he leído una réplicaprofesional (recuerdo a mis queridoscompañeros que existe una sección entodas las publicaciones llamada “Cartas alDirector”) que ponga sobre este tema lospuntos sobre las íes.Los termómetros han sido desde ha tiempoun oscuro objeto de deseo de las casascomerciales en su trato mercantil conlas boticas. Compras de este instrumentoen cantidades ingentes han dado, aménde jugosos márgenes, regalos como, corríjanmesi me equivoco, televisores, motocicletasy coches.Recuerdo que en cierta ocasión, coincidiendocon un excepcional momento deprosperidad de mi botica, tuve el deseo,realizado, de hacer un pedido desmesuradode termómetros. Reconozco que el regalo,no lo voy a decir ahora, puso unasonrisa ilusionada en el rostro de los habitantesde mi casa. Dicho y hecho: Recepcióndel producto, regalo recibido. ¿Veisgente de poca fe cómo era verdad?, ledecía a mi familia.La “gracia” de este suceso no estuvo enel hecho comercial en sí, tan habitual entantas Farmacias, sino en que a los seismeses de la compra vino de nuevo el visitadorpara preguntarme que tal iban suscositas. Al llegar al capítulo de los termómetrosle hube de reconocer, quizás unpoco avergonzado de mi poca prospeccióncomercial, que aún me quedabansuficientes para tomar la temperatura auna colonia de pingüinos en celo.El representante, sintiéndose también unpoco culpable, sacó, cual ilusionista anteinfante, un rollo enorme con cientos deetiquetas autoadhesivas con un preciosuperior al que figuraba en el envase dela partida termómetrica inicial. Me negué.Insistió. Me volví a negar pero la mano subrepticia,en aquel momento, de mi mujerapandó con el rollo por lo que pudierapasar.El puñetero rollo fue tema de discusiónconyugal por unos días. La honradez contrastadade las mujeres está en permanentecontradicción con su tan necesariopragmatismo y no olvidemos, porque vieneal pelo, que el 90% de los usuarios debotica son féminas. ¡Oído al parche!-Pero mujer!. Aparte de ética y otras cosas.¿Qué sofocón me puede dar a mí sialguien descubre el sobreetiquetado?Llegamos a un acuerdo. Solo se reetiquetaríauna pequeña partida que yo notocaría y tan sólo ella lo haría cuando meacompañase en una guardia. Las cosasdel destino. Me tocó a mí. Las prisas, queme acompañaran toda la vida, son malasconsejeras. Dispensé un termómetro y locogí de la partida del Pernales. La señoralo miró y al parecerle caro lo acariciósuavemente y, cual viejo invidente, palpóun grosor inusual en donde se alojaba laetiqueta.-¡Qué poquísima vergüenza!Creí morir pero resistí y de ahí que os estéescribiendo este diario. Esta práctica, quesólo cuento para uso interno de una formatan autoculpatoria que parezco Jackel destripador, es, y lo sé, cosa habitualen el mundo comercial (¡ojo, comercial!),y no me preocupa a título de imagen tantocomo el que todos los diarios de estepaís, incluyendo revistas de nuestro ámbitoy algún que otro licenciado ante las cámarasde TV, hayan seguido machacandocon lo de comercializar y venderSi andas como un pato, graznas comoun pato y tienes plumas como un pato esque… eres un pato. •“Olegario”Por la transcripción:Pedro Caballero-Infantecaballeroinf@hotmail.com

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