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Rock Bottom Magazine Número 20

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al respecto). Por lo tanto, si uno es consciente

de su alrededor, no puede sino intentar

sobrevivir, pero sin perder el respeto por los

demás, que no son otra cosa que sus iguales.

¿Estrellas o Leyendas?

Viaje al centro de mi propio universo.

Por Néstor Pardo.

¿Como lo llevas? Imagino que fatal… Cero trabajo, ¿no? Estas son las preguntas que las

personas que nos dedicamos al mundo de la música y a la cultura en general llevamos

escuchando desde que comenzó esta pesadilla que ha conseguido tambalear los cimientos

de nuestro curioso planeta. Pero existe otro universo al que solamente uno mismo puede

acceder y, si es capaz, disfrutar de un lugar sin límites entre el espacio y el tiempo. Ese lugar no

entiende de virus ni mascarillas, pero sí se alimenta, y de manera incansable, de sentimientos,

esperanzas, miedos, alegrías y cualquier tipo de emoción que le quieras poner en el plato.

¿Y qué es la música sino un animal libre y

salvaje que se alimenta exactamente de las

mismas cosas? La música no deja de ser

una expresión a través de una comunicación

interna – externa, generada por una formula

con un simple factor de rebote… Podríamos

llamarle E-I-E (Externa- Interna – Externa ) por

lo tanto, desde mi humilde y personal opinión,

cualquier persona que se titule a sí misma

como music@ o creativ@ en general, ha de

estar acostumbrad@ a viajar por ese universo

paralelo de manera cotidiana. Y exceptuando a

la música espiritual (góspel, música religiosa…)

a la que habría que tratar con una formulación

distinta dado que su inspiración no se basa

en lo recibido externamente, sino en la fe,

y centrándonos en lo que se ha basado toda

la música blues, jazz y rock & roll desde sus

inicios, este no es sino un momento perfecto

para una evolución en el mundo del arte en

general y la música en particular.

La esclavitud, por ejemplo, terminó con

millones de vidas y otros millones preferirían

haber muerto, pero dejó como legado una

riqueza cultural que marcó las bases de la

música moderna. De todo ese sufrimiento nació

algo tan humano y puro que nadie es capaz de

quedarse al margen al escuchar, por ejemplo

“Dark Was The Night, Could Was The Ground

grabada por Blind Willie Johnson en 1927.

Y esa especie de contradicción entre el dolor

y el nacimiento es un ejemplo perfecto de la

formula antes comentada (E-I-E). Por supuesto

no estoy comparando la esclavitud en EEUU

durante más de 200 años con el COVID-19 y

la situación actual. Pero sí considero que hay

una retroalimentación humana con el dolor

ajeno en cuanto a la música se refiere. Una

buena amiga mía, sensible y creativa, por

lo tanto acostumbrada a sufrir y esconderse

en ese “otro lugar “, siempre ha dicho que el

sufrimiento en el autor, en el emisor de cualquier

expresión artística, tiene la capacidad de calmar

al receptor, de generarle paz y bienestar. Así

que, si somos capaces de ver el vaso desde

ese lugar, considero que se acercan tiempos

magníficos para cualquier tipo de expresión

artística.

Respecto a como está siendo mi experiencia

en esta “nueva normalidad “, si he de ser justo,

debo crear otra ecuación para poder describirla

con un resultado real, dado que realmente en

mi profesión existen ganancias intangibles

amén de las económicas. El primer valor que he

tenido y quiero tener en cuenta en esta especie

de estudio personal y social es la empatía. Es

cierto que yo he ganado mucho menos dinero

este año, pero me resulta muy insultante y de

miras muy cortas el quejarme como individuo

al respecto. Muchísimas personas han perdido

su trabajo, diferentes sectores se encuentran

completamente congelados y con una

sensación de abismo ante sus ojos que no me

gustaría sentir. Lo que quiero decir es que esto

es un problema de todos, no un problema de un

colectivo en particular, y es evidente que no es

culpa de una persona o de un gobierno (sean

más o menos acertados estos en sus decisiones

El segundo valor que debo tener en cuenta en

esta ecuación sería lo que me aporta la situación

egoísta y creativamente hablando. Jamás

en mi vida había podido dominar al enemigo

implacable contra el que lucha todo ser humano

que tenga amor por la vida. El tiempo. Pero

gracias al monstruo invisible que nos acecha

he conseguido ralentizarlo al verme obligado a

administrarlo de otra forma. Me explico: Para mi

tener tanto tiempo es un regalo musicalmente

hablando. Nadie me llama para ir a un sitio o

al otro, no tengo que ir a tocar lejos de casa

y pasar horas en la carretera, en definitiva,

carecemos de una vida social activa, lo cual

me ha permitido estudiar, escribir, componer

nuevas melodías y mejorar como profesional y

como autor. Soy feliz en esta nueva normalidad,

ya que como buen músico yo ya estaba

acostumbrado a vivir con lo justo. Pero ahora,

además, tengo tiempo para poder componer,

crear y preparar mi futuro con un nuevo punto

de vista, con mayores conocimientos y con

nuevas canciones que regalar.

Sé que esto me ha permitido ganarle una

partida a ese concepto tan asfixiante y que

difícilmente, cuando todo termine, pueda volver

a suceder. Así que egoístamente y olvidando

el primer valor de mi ecuación, son para mí,

como individuo, tiempos extremadamente

productivos.

Y el tercer y último valor que quiero poner sobre

el papel es lo que para mí significa la música y

lo que me ha enseñado sobre la vida. Yo existo

en este momento, nadie sabe cuántos años,

días o horas me pueden quedar. Pero la música

transciende a uno mismo. Blaze Foley dijo en

una ocasión que él no quería ser una estrella

sino una leyenda, ya que las estrellan brillan y

luchan por ello hasta que se consumen, pero

una leyenda permanece para siempre. Con esto

quiero decir que la música te enseña a aceptar

tu paso por este mundo de otra forma. Al

escribir canciones estás dejando un testimonio,

pero lo realmente mágico y espectacular de una

canción es cuando pertenece a otras personas.

Cuando las convierten en suyas y les dan su

propio significado… Es ahí donde radica la

grandeza de la música y estoy seguro de que

mientras lees esto estás pensando en unas

cuantas melodías que pertenecen a tu vida y

que no tienen nada que ver con la persona que

las compuso en su momento. Por lo tanto, si

formulase la ecuación X= (Empatía/Economía)

x (Tiempo/Trascendencia), debo aceptar que

son tiempos difíciles que me han robado libertad

social pero en los que he sabido encontrar la

libertad en donde nadie me la puede quitar.

En mi propio universo lleno de esquemas

matemáticos, de notas cromáticas y ritmos

llenos de subdivisiones que mezclados entre sí

se convierten en algo tan universal, atemporal,

empático y aparentemente sencillo como lo son

la música y la libertad.

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