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Rock Bottom Magazine Número 20

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Hammett, Kurosawa y Leone: Honor entre ladrones.

1964. Un joven Sergio Leone acaba de terminar de rodar su primer western: “Per un pugno di dolari” (“Por un puñado de dólares”) después

de un rodaje increíblemente difícil. La película se estrena en un cine cutre de Florencia, al lado de la estación de trenes, y la inversión

publicitaria es, aproximadamente, de unas cero liras. Para su asombro, es un éxito absoluto. Y para rematar el júbilo, recibe un telegrama

de su ídolo, Akira Kurosawa. Tan enorme es el ego de Leone que solo se queda con la primera parte del telegrama, que dice así: “Signor

Leone acabo de tener la oportunidad de ver su film. Es un film espléndido, pero es mi film. Puesto que Japón es firmante de la Convención

de Berna sobre el copyright, debe usted pagarme”.

Y es que, en efecto, la peli de Leone era un plagio

(a veces plano por plano) de “Yojimbo”, rodada

en 1961 por Kurosawa. Lejos de preocuparse

por la implícita amenaza que suponía el

mensaje, Leone correteaba como un niño

chico enseñando el telegrama a todo el mundo,

hasta que desde su productora, Jolly Films, le

pararon los rechonchos pies y le recomendaron

prudencia: al parecer los derechos para hacer

el remake de “Yojimbo” no se habían (ejem)

pagado. Lejos de amilanarse, Leone y los

suyos pasaron a la contraofensiva y (hay que

ser mezquino) acusaron a Kurosawa de haber

plagiado una obra de teatro del siglo XVIII

titulada “Arlequino, servidor de dos patrones”,

cuyo argumento es muy similar, aunque resulta

poco creíble que Kurosawa la conociese. Lo

que sí conocía Kurosawa (y sin duda Leone)

era “Cosecha Roja”, la fabulosa novela escrita

en 1929 por Dashiell Hammett y que sirvió

claramente de inspiración para “Yojimbo” y, de

paso, para cien películas más. El caso es que

la triquiñuela de Leone sirvió para llegar a un

acuerdo y la película se estrenó en EEUU (tarde)

abriéndole las puertas del stardom e iniciando

una carrera breve pero inconmensurable.

¿Quién copió, quién plagió, quién fue influido

por quién? Desenredemos este entuerto.

En “La semilla inmortal” (Anagrama, 1997), un

libro maravilloso sobre los argumentos literarios

universales, Jordi Balló y Xavier Pérez

realizan un recorrido por las grandes historias

del cine y los asocian con los relatos de la ficción

universal, y (a veces de forma pelín forzada)

logran resumir todas las posibles tramas

relacionándolas con los relatos primigenios:

“Las narraciones que el cine ha contado y

cuenta no serían otra cosa que una forma

peculiar, singular, última, de recrear las semillas

inmortales que la evolución de la dramaturgia

ha ido encadenando y multiplicando”. Así, en

la mitología griega, los cuentos o en la Biblia,

encontramos multitud de historias que se

repiten a lo largo de los años: las relaciones que

se crean entre Ulises y personajes del western,

o Macbeth y determinados tipos de gánsteres,

y Cenicienta como Julia Roberts en “Pretty

Woman”.

En el apartado de “El Intruso Benefactor”

que tantas veces hemos visto en el cine se

remontan hasta la figura del Mesías, que en

su paso por la tierra se ve impelido a violentar

el orden existente para imponer cierta justicia.

¿Quién dijo aquello de “No he venido a traer

la paz, sino la espada”? ¿El samurái de

“Yojimbo”? ¿Clint Eastwood en uno de sus

westerns? La respuesta, impíos lectores de

Rock Bottom Magazine es otra: Mateo, en su

Evangelio. Admitiendo, pues, la teoría de Balló

y Pérez (leed el libro, es canela) vamos a juzgar

sin demasiada severidad a estos maestros que

tantas alegrías nos han dado y dejemos el tema

de plagios para los amargados, o peor aún,

para abogados.

“Cosecha roja”, ”Yojimbo”, “Por un puñado de

dólares”. Tomemos estas tres obras maestras

y encontremos paralelismos buceando en sus

orígenes. Las tres se basan en la idea que

mencionábamos del mesías redentor, del intruso

que dicta ley, del forastero que se lía a tiros o

sablazos para imponer cierta justicia. Cada obra

desarrolla este argumento desde perspectivas

que difieren, empezando, lógicamente en el

espacio y el tiempo. Hammett coloca la acción

a finales de los años 20 en una ciudad minera

de Montana llamada Personville (Poisonville

para los que la conocen), Kurosawa la traslada

al Japón del siglo XIX, en una pequeña aldea

de la que no sabemos mucho más, y finalmente

Leone la sitúa en el fronterizo pueblo de San

Miguel a finales del XIX.

Los personajes protagonistas evolucionan en

sus formas, pero mantienen características

comunes: Hammett presenta al hombre sin

Nombre; el agente de la continental es un tipo

rechoncho sin una habilidad especial más que

su mente analítica. Sonjuro, el impertérrito

samurái de Kurosawa se encoje de hombros,

mira de soslayo, saca la espada como una

centella y masca un trozo de madera: Leone

dibuja a un Eastwood impávido, con el sombrero

calado y rápido con el colt, que lo que masca es

un cigarro apestoso.

Lo que sí coincide en las tres obras es el

tratamiento de la violencia de forma descarnada,

como algo natural. Los tres protagonistas

establecen un equilibrio porque traen la muerte

consigo, aunque sus motivaciones difieran

ligeramente.

The Originator: Dashiell Hammett.

Todos hemos visto “El Halcón Maltés” (si

no, entiendo que no estarías leyendo esto)

y adoramos a Humphrey Bogart como

lacónico Sam Spade. También es destacable

la adaptación de “La llave de cristal” que hizo

Stuart Heisler en 1942 con Veronica Lake

hipnotizando en pantalla. “La cena de los

acusados” título en castellano para “El hombre

delgado” se deja ver y entretiene. Y, bueno, ya

estaría. Estas son las películas destacables

basadas directamente en las novelas de

Hammett, algo que no cabe en ninguna cabeza.

De hecho me sigue pareciendo inconcebible

que nadie se animase finalmente a llevar

“Cosecha roja” a la gran pantalla. “Red Harvest”

en el original es la historia de un detective

anónimo de una agencia nacional que llega a

Personville (conocida como Poisonville, ciudad

envenenada), una pequeña localidad minera

en la deprimente Montana, atenazada por

bandas de gánsters y podrida de corrupción

hasta el tuétano. Un poderoso empresario

local, el dueño de Poisonville, que mantiene

untados a políticos, periodistas y policías,

siente amenazado su poder por líderes rivales

y decide contratar al sabueso por un buen

puñado de dólares (you know) para que limpie

la ciudad. Así que el agente se plantea una

Rock Bottom Magazine 53

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