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Rock Bottom Magazine Número 20

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las cuales habían compuesto y grabado “Led

Zeppelin II” un año antes- se vislumbraban

idóneas para experimentar con instrumentos

y formas musicales diferentes. Además, Plant

compartía esa afición por el folk y el blues

más básicos y aportaría su portentosa voz,

sus capacidades como letrista y su innegable

talento para la armónica. Todo encajaba.

Aunque en ese momento ambos músicos eran

ya el principal binomio creativo de la banda, lo

cierto es que los dos primeros álbumes habían

estado dominados compositivamente por

Page, que contaba con una mochila de temas

inconclusos -o simplemente no grabadosde

sus años en los Yardbirds; Plant había

participado, fundamentalmente, aportando

la melodía de la voz y la letra a esos temas

que Page traía. Eso cambió en Bron-Yr-Aur,

donde el proceso creativo fue plenamente

compartido desde un inicio. En el ambiente

flotaban referentes folk clásicos (Davey

Graham, Bert Jansch o John Fahey) pero

también coetáneos (The Band, Van Morrison,

Janis Joplin, Joni Mitchell o Crosby, Stills

& Nash). Lo cierto es que la pareja estableció

en la casa una conexión especial y única que

desató, durante aproximadamente un mes, su

altísima capacidad creativa y de innovación,

dando a luz no sólo la sección más acústica

y predominante de “Led Zeppelin III”, sino

temas que serían publicados en los tres

álbumes siguientes a éste. No en vano, de allí

volvieron a la civilización con temas netamente

originales (“Friends”, “That’s the Way”);

reinvenciones de ideas previas (“Bron-Y-Aur

Stomp”, “Tangerine”); y readaptaciones de

clásicos del blues (“Hats Off to (Roy) Harper”)

o de la música folk tradicional (“Gallows Pole”);

todos ellos incluidos en el ‘setlist’ final de este

tercer álbum. Por su parte, “Hey, Hey, What

Can I Do”, pese a no pasar a formar parte

del álbum, fue publicada como cara B de

“Immigrant Song”, primer single del disco. Pero

también se gestaron allí canciones que no

verían la luz hasta la reedición de 2014, como

“St. Tristan’s Sword” o “Key to the Highway/

Trouble in Mind” y otras que, como decía, lo

harían en los siguientes discos de la banda,

como “Over the Hills and Far Away”, “Down

by the Seaside”, “The Rover”, “Bron-Yr-Aur”,

“Poor Tom” y, sobre todo, el embrión de una tal

“Stairway to Heaven”.

el condado de Hampshire y donde habían

grabado previamente Genesis y Fleetwood

Mac. Allí se instalaron Page, Plant, Jones y

Bonham para terminar de desarrollar y grabar

-con el mítico Rolling Stones’ Mobile Studioel

disco que nos ocupa y, adicionalmente,

una parte importante de los siguientes -y

no me refiero únicamente a las canciones

mencionadas al final del párrafo anterior y que

venían de Gales, sino a otras que se gestaron,

directamente, allí, en Headley Grange, como

“Black Dog”, “Rock and Roll”, “Misty Mountain

Hop”, “Four Sticks” o “Going to California”-.

Mención especial merece “Stairway to

Heaven” que, como hemos dicho, se gestó

en Bron-Yr-Aur pero fue desarrollada en esta

estancia -y una posterior- en Headley Grange.

Estábamos a principios de junio y el ‘deadline’

para tener el disco terminado era agosto, fecha

en la que la banda debía volver a EE.UU. para

su enésima gira americana. No obstante, en

medio de la grabación en Headley Grange,

había dos compromisos -dos viajes- que

acabaron teniendo impacto en el disco. El

primero, a Reikjavik, donde el público islandés

les esperaba para dos noches -20 y 21 de

junio- en las que una huelga del personal del

recinto -un pabellón universitario- propició

que fueran los propios estudiantes los que,

voluntariamente, tiraran de horas e ingenio

para sacar adelante los conciertos desde el

punto de vista logístico. Con aquel episodio

como inspiración, volvieron a Headley Grange

con “Immigrant Song”, que habla sobre cómo

los vikingos -islandeses o no- invadieron

antaño Gran Bretaña. El fin de semana

siguiente tenían el segundo de los viajes.

En esta ocasión la cita era en el Festival de

Bath, uno de los más importantes de la época

en Europa y en el que, con el sol cayendo al

inicio de la actuación (gracias a una ‘gestión’

más de su inefable manager Peter Grant)

y durante casi tres horas, dieron uno de sus

mejores conciertos hasta el momento, con el

que -por fin- terminaron de conciliar con su

público y adquirir la condición de profetas en

tierra propia. Allí conocieron, por cierto, a Roy

Harper, a quien dedican la última canción del

álbum.

Con una portada troquelada obra de Zacron

(un artista ‘multimedia’ amigo de Page -a quien

poco o nada gustó este ‘cover-art’ tan mítico-)

y que retrasó el lanzamiento dos meses por

la complejidad física de su elaboración, el

disco comienza fuerte. “Immigrant Song” no

necesita ni dos minutos y medio para decir

al oyente: “sí, has debido escuchar que nos

Sólo año y medio después de su formación, tenían dos discos superventas

en el mercado (desbancando a “Abbey Road” (1969) del número

uno), más de 250 shows a sus espaldas -con un caché promedio de

100.000 dólares por ‘bolo’- y el respeto absoluto de crítica e industria.

hemos vuelto ‘folkies’ y no vamos a negar que,

en parte, es así; pero de momento vamos a

introducir este ‘trallazo’ en tu cerebro para que

no olvides quiénes somos antes de sumergirte

en nuestra nueva propuesta”. Escuchando

este tema, es imposible no imaginarse a uno

mismo cabalgando a lomos de un corcel negro,

hacha en mano, embadurnado en sangre e

invadiendo aldeas. Evocar de manera tan

magistral con la música lo que la letra narra es

un logro sólo al alcance de los elegidos (a bote

pronto, me viene a la cabeza “Black”, de Pearl

Jam, como otro ejemplo excepcional de esa

simbiosis entre música y letra).

Tras semejante alegato a su ADN previo,

nos invitan a su primer corte plenamente

acústico. Los himnos previos “Babe I’m Gonna

Leave You” (del primer disco) y “Ramble On”

(del “II”) no eran referentes válidos, pues

en ambos había una sección rítmica fuerte;

ambos alternaban luz y tinieblas; calma y

tempestad. En “Friends” no hay contrastes

rítmicos y el ‘tempo’ es lento, pero la calma

El siguiente hito era el reencuentro, a

principios de junio, con Jones y Bonham

-quienes huelga decir que alucinaron con el

nuevo material recién traído de Gales- en los

Olympic Studios de la capital inglesa. El plan

pasaba por terminar de desarrollar y grabar

los nuevos temas y añadir algunos más para

cerrar el disco. Sin embargo, en las sesiones

no hubo ‘flow’: resultaba complicado recrear,

en pleno centro de Londres y en la frialdad

de un estudio, la atmósfera y la química que

habían gestado las nuevas composiciones.

Había que cambiar el plan y el escenario. La

decisión fue volver al ‘campo’ pero, en esta

ocasión, el destino fue Headley Grange, un

antiguo hospicio reconvertido en mansión en

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