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Rock Bottom Magazine Número 20

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“The Mandalorian”, por Javistone.

Leo aquí al lado que mi querido Jesús no es un seguidor

freak del mundo Star Wars, pero creo que no es

necesario serlo para conocer las diferencias extremas

entre un planeta desértico, Tatooine (que además sale

continuamente en todas las producciones de Star Wars)

y Endor, la luna de frondosa vegetación en la que viven

Wicket y sus Ewoks, adorados y odiados por igual. Pero

en todo caso estamos de acuerdo en el fantástico sabor

de boca que nos ha dejado “The Mandalorian”, en especial

su segunda temporada que acaba de estrenarse en su

totalidad. Si bien es cierto que la primera gustó mucho,

ha sido en esta segunda donde la serie producida por

John Favreau (que alguien le entregue las llaves del

universo Star Wars a este hombre, por favor) ha cogido

vuelo y ha alcanzado un nivel a la altura de los grandes

momentos de la saga. No desvelaré nada sobre esta

segunda entrega pero quien la haya visto ya habrá

comprobado cómo se puede desarrollar el universo

galáctico con gusto, sobriedad y calidad. No seré yo quien

critique la última trilogía, pero siendo benevolente diré que

podría haber sido mucho, mucho, mucho mejor. Y de la

trilogía de precuelas mejor no hablo porque me enciendo.

A pesar de quienes critican el aire western de esta entrega

como si eso fuera malo, toda la trama se desenvuelve

con soltura en ese, a veces excesivamente enmarañado,

universo casi como si fuese una road movie espacial. Ha

sabido además alambicar su historia con personalidad y a

la vez beber de todas las fuentes disponibles (“The Clone

Wars” y “SW Rebels” son fundamentales aquí), consigue

tener entidad propia como para disfrutarla sin tener ni idea

de quién es Ahsoka Tano (maravillosa elección de Rosario

Dawson para el papel, otro punto para Favreau) o el origen

del sable negro que blande Moff Gideon (posiblemente

lo menos convincente, no puedo evitar ver a Giancarlo

Esposito y seguir pensando en Los pollos hermanos).

Y es qur al final, lo que nos ha enganchado durante

décadas a esta disparatada historia, es que nos den lo

que queremos, historias vibrantes, iconografía deudora

de la tradición pero no presa de ella, y sobre todo

mucha emoción, si es creíble, mejor, J. J. Abrams de

mis entretelas, que meter con calzador al emperador

en el último episodio no había por dónde cogerlo. “The

Mandalorian” ha conseguido lo que no había conseguido

nadie desde el estreno de “El retorno del Jedi” cerrando la

trilogía clásica, si acaso con la maravillosa “Rouge One”:

que nos hayamos vuelto a emocionar subiendo a una nave

interestelar haciéndonos sentir de nuevo esa sensación

infantil de excitación y asombro, de pura diversión. Y todo

eso sin saber nada de ese apoteósico final que ya es

historia de la televisión y de la propia saga Star Wars.

Ni siquiera esa molesta costumbre de introducir un

personaje cute para provocar el hype fácil ha hecho

mella en la producción. Lo que parecía que iba a ser un

bicho dirigido a vender millones de Baby Yoda en todo el

mundo acabó por convencernos a todos, mostrando más

personalidad que la mayoría de los estúpidos personajes

que pululan, por ejemplo, balo las aguas de Naboo. El

chileno Pedro Pascal da empaque a Mando, la fan de

Trump Gina Carano está espléndida como Cara Dune,

Carl Weathers como Greef Karga… Todo encaja y todo

fluye, como la fuerza y, del mismo modo que en “Rogue

One”, se agradece que no todo gire alrededor de los Jedi y

de la familia Skywalker.

Rock Bottom Magazine 39

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