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LA RUEDA DE LA VIDA - masoneria activa biblioteca

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cualquier otro ingrediente que hubiera, en sabrosas comidas que fueran del agrado de los voluntarios llegados<br />

de todas partes del mundo y unidos por un único fin.<br />

Cuando llegué ya se habían reconstruido bastantes casas y se estaba construyendo una escuela nueva. Allí<br />

trabajé de albañil, poniendo ladrillos y tejas. Chapurreaba muy mal el polaco, pero cada mañana, mientras<br />

lavaba mi ropa en el río, me daba clases una joven delgadísima que estaba muriendo de leucemia. Habiendo<br />

visto tanto sufrimiento y desgracia en su corta vida, no pensaba que su situación fuera el peor desastre del<br />

mundo. Lejos de ello, en cierto modo aceptaba su destino sin amargura ni rencor. Para ella eso era<br />

sencillamente su vida, o al menos parte de ella. No es necesario decir que me enseñó muchas más cosas que<br />

un nuevo idioma.<br />

Cada día había que ser un factótum. Una vez contribuí a apaciguar al alcalde y a un grupo de personalidades<br />

del pueblo que protestaban porque habíamos construido sin los permisos oficiales, es decir, sin haberles<br />

"untado" a ellos. Otra vez ayudé a parir a la vaca de un granjero.<br />

Los trabajos eran de lo más heterogéneo. Una tarde estaba colocando ladrillos en una pared de la escuela<br />

cuando un hombre se cayó y se hizo una buena herida en la pierna. En circunstancias normales la herida<br />

habría necesitado varios puntos. Pero allí sólo estábamos yo y una polaca que se apresuró a coger un puñado<br />

de tierra y se lo aplicó a la herida. Yo salté del techo gritando "¡No, que se le va a infectar!"<br />

Pero esas mujeres eran como chamanes. Practicaban una medicina popular antiquísima y terrenal, como la<br />

homeopatía, y sabían exactamente lo que hacían.<br />

De todos modos se quedaron admiradas cuando yo le até la pierna para detener la hemorragia. Desde<br />

entonces comenzaron a llamarme "doctora Pañi". Yo intenté explicar que no era médico, pero nadie logró<br />

convencerlas, ni yo misma.<br />

Hasta ese momento todas las necesidades médicas eran atendidas por dos mujeres, Hanka y Danka. Eran<br />

personas enérgicas y francas, fabulosas, a quienes llamaban Feldsckers. Las dos habían colaborado con la<br />

resistencia polaca en el frente ruso, donde habían aprendido los rudimentos de la medicina de campo y habían<br />

visto todos los tipos posibles de heridas, lesiones, enfermedades y horrores. Para qué decir que no se<br />

arredraban ante nada.<br />

Cuando se enteraron de que yo había detenido la hemorragia en la pierna del hombre, me hicieron preguntas<br />

acerca de mi formación. En cuanto oyeron la palabra "hospital", me acogieron como a una de ellas. Desde<br />

entonces llevaban a los enfermos y lesionados al edificio que estábamos construyendo para que yo los<br />

examinara.<br />

Me veía ante todo tipo de males, desde infecciones a extremidades que había que amputar. Yo hacía todo lo<br />

que podía, aunque muchas veces no era más que un buen abrazo lleno de cariño.<br />

Un día me hicieron un regalo increíble. Era una cabana de troncos con dos habitaciones. La habían limpiado,<br />

habían instalado una cocina de leña y unos cuantos estantes, y decidieron que ésa sería una clínica donde las<br />

tres podríamos tratar a los pacientes. Y ahí acabó mi trabajo en la construcción.<br />

No sé si lo que hice a continuación fue ejercer la medicina o rezar pidiendo milagros. Todas las mañanas se<br />

formaba una cola de veinticinco a treinta personas fuera de la clínica. Algunas habían caminado durante días<br />

para llegar allí. Con frecuencia tenían que esperar horas. Si estaba lloviendo, se les permitía aguardar en la<br />

habitación que normalmente reservábamos para los gansos, pollos, cabras y otras aportaciones que hacía la<br />

gente a nuestro campamento en lugar de dinero. La otra habitación la usábamos para intervenciones<br />

quirúrgicas. Teníamos poco instrumental, pocos remedios y nada de anestesia. Sin embargo, he de decir que<br />

realizamos muchas operaciones osadas y complicadas. Amputábamos extremidades, extraíamos metralla,<br />

asistíamos a parturientas. Un día se presentó una mujer embarazada a la que se le había formado un tumor del<br />

tamaño de un pomelo. Se lo abrimos, sacamos el pus y nos esmeramos en eliminar el quiste. Cuando la<br />

hubimos tranquilizado diciéndole que el bebé estaba muy bien, se levantó y se fue a casa.<br />

La resistencia de aquella gente no tenía límites. Su valentía y voluntad de vivir me causaron una profunda<br />

impresión. A veces atribuía el elevado índice de recuperación a esa sola determinación. Comprendí que la<br />

esencia de su existencia, y de la existencia de toda criatura humana, era simplemente continuar viviendo,<br />

sobrevivir.<br />

Para alguien que en otro tiempo había escrito que su objetivo era descubrir el sentido de la vida, ésa fue una<br />

profunda lección.<br />

La prueba más difícil se me presentó una noche cuando Hanka y Danka estaban fuera; habían ido a atender<br />

unas urgencias en pueblos cercanos y yo estaba a cargo de la clínica.<br />

Era mi primer vuelo a solas. Y en qué circunstancias: se nos habían agotado todas las provisiones médicas. Si<br />

ocurría algo, tendría que improvisar. Por suerte el día estuvo tranquilo y la noche se presentaba<br />

seductoramente agradable. Me enrollé en mi manta pensando: "Ah, nada me va a despertar esta noche. Por<br />

una vez voy a disfrutar de una buena noche de sueño."<br />

Pero pensar eso me trajo mala suerte. Alrededor de la medianoche oí algo que me pareció el llanto de un niño<br />

pequeño. Me negué a abrir los ojos, tal vez era un sueño. Y si no era un sueño, ¿qué? Los pacientes solían<br />

llegar a cualquier hora, incluso por la noche. Si los atendía a todos, jamás habría dormido ni un momento, así<br />

que fingí que dormía.<br />

Pero volví a oírlo. Era el lloro de un niño pequeño, un gemido suplicante, impotente, que no cesaba; después<br />

una inspiración ronca, una dolorosa inspiración de aire.<br />

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