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LA RUEDA DE LA VIDA - masoneria activa biblioteca

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- No se ha confundido —me dijo—. Las mujeres deberían estar en casa cocinando y cosiendo en lugar de<br />

estudiar medicina.<br />

Me sentí humillada. Más adelante me di cuenta de que un tercio de la clase eran alumnos procedentes de<br />

Israel, que estaban allí gracias a un acuerdo entre los dos gobiernos, y que el idioma extranjero que había oído<br />

era hebreo. Después tendría otro encontronazo con el mismo catedrático de anatomía. Cuando se enteró de<br />

que varios alumnos de primer año, entre los cuales estaba yo, en lugar de estudiar nos dedicábamos a reunir<br />

fondos para ayudar a un estudiante israelí que estaba en muy mala situación económica, expulsó al alumno<br />

que organizó la colecta y a mí me dijo que me fuera a mi casa y estudiara para modista.<br />

Fue una lección dura, pero pensé que ese profesor había olvidado otra lección fundamental y decidí soltárselo,<br />

arriesgando así mi carrera futura:<br />

- Sólo queríamos ayudar a un compañero en desgracia —le dije—. ¿No juró usted hacer lo mismo cuando<br />

recibió el título de médico?<br />

Encajó bien mi argumento. Volvieron a admitir al compañero que había sido expulsado y yo continué ayudando<br />

a otros, generalmente a algún extranjero. Me hice amiga de vanos alumnos indios. Uno tenía un amigo que<br />

había quedado parcialmente ciego a consecuencia de una mordedura de rata. Estaba hospitalizado en el<br />

departamento del doctor Amsler, donde yo continuaba trabajando cinco noches a la semana. Ese chico, que<br />

era de una aldea próxima al Himalaya, tenía miedo, estaba deprimido, y llevaba días sin comer.<br />

Yo sabía por experiencia lo terrible que es estar enfermo lejos de casa. Así pues, conseguí que le prepararan<br />

alguna comida india condimentada con curry. También conseguí permiso para que alguno de sus amigos indios<br />

lo acompañara en su habitación fuera de las horas de visita mientras lo preparaban para operarlo. Pequeños<br />

detalles. Pero recuperó rápidamente las fuerzas.<br />

En agradecimiento, recibí una invitación del entonces primer ministro Nehru a una recepción oficial en el<br />

consulado de la India en Berna. Fue una fiesta muy elegante celebrada al aire libre, en el jardín. Me puse un<br />

precioso sari que me habían regalado mis amigos indios. La hija de Nehru, Indira Gandhi, la futura primera<br />

ministra, me regaló un ramo de flores acompañado de una mención honrosa, aunque para mí significó<br />

muchísimo más su amabilidad personal. Durante la recepción me acerqué a su padre para pedirle que me<br />

firmara un ejemplar de su famoso libro The Unity of India (La unidad de la India).<br />

- ¡Ahora no! —me contestó, molesto.<br />

Avergonzada y dolida, di un salto hacia atrás y literalmente aterricé en los brazos extendidos de su hija, Indira.<br />

- No se asuste —me dijo en tono tranquilizador—. Yo conseguiré que se lo firme.<br />

Dicho y hecho, dos minutos después le pasó el libro. Él lo firmó y se lo devolvió sonriendo como si no hubiera<br />

pasado nada. Años después yo me vería solicitada para firmar miles de libros, incluso una vez cuando estaba<br />

sentada en los lavabos del aeropuerto internacional John Kennedy de Nueva York. Por mucho que deseara<br />

gritar "¡Ahora no!", evitaba molestarme y ser brusca con la persona que había comprado mi libro, pues no<br />

olvidaba lo ocurrido con el primer ministro indio.<br />

Los estudios eran absorbentes sin ser pesados. Tal vez estaba acostumbrada a trabajos más arduos que los<br />

que hacía la mayoría de la gente; tal vez era más organizada. Estudiaba entre clase y clase. Las noches las<br />

pasaba en el laboratorio de oftalmología, con lo que tenía ingresos regulares. No es que necesitara mucho para<br />

vivir. La mayoría de los días me llevaba un bocadillo, pero de vez en cuando comía con mis compañeros de<br />

clase en la cafetería para alumnos. No recuerdo que haya tenido mucho tiempo para estudiar, a excepción de<br />

las mañanas durante el trayecto en tranvía cuando me dirigía a clase.<br />

Afortunadamente, tenía una memoria fotográfica para recordar los trabajos realizados en clase y las charlas.<br />

Pero el lado negativo era el aburrimiento, sobre todo en clase de anatomía. Durante una charla de repaso,<br />

estaba sentada con una amiga en el anfiteatro, hablando de nuestras vidas pasadas y futuras. En broma ella<br />

recorrió toda la enorme sala con la vista y apuntó a un guapo alumno suizo.<br />

- Ése es —exclamó riendo—, ése es mi futuro marido.<br />

Las dos celebramos el chiste.<br />

- Ahora te toca a ti elegir marido —me dijo.<br />

Yo miré a mi alrededor. Al otro lado de la sala, frente a nosotras, había un grupo de alumnos estadounidenses.<br />

Tenían pésima reputación por su mala conducta. Continuamente hacían bromas y comentarios de mal gusto<br />

sobre los cadáveres, algo que otros alumnos encontraban indignante. Yo los detestaba. Pero pese a mi<br />

aversión, mis ojos se posaron en uno de ellos, un chico bien parecido de cabellos oscuros. No sé por qué, pero<br />

nunca antes me había fijado en él. Ni siquiera sabía su nombre.<br />

- Ése —dije—, ése es el mío.<br />

Más risas por nuestra pueril impulsividad.<br />

Pero en el fondo ninguna de las dos dudaba de que finalmente nos casaríamos con esos hombres. Todo había<br />

que dejarlo al tiempo y a la "coincidencia".<br />

En cuanto a mí, nada iba bien tratándose de la clase de anatomía. Comenzó mal, y después pareció empeorar<br />

cuando pasamos de las clases básicas al laboratorio de patología, donde se nos dividió en grupos de cuatro y<br />

se nos asignó un solo cadáver por grupo. Juré que el catedrático quería desquitarse de nuestras pasadas<br />

desavenencias cuando vi con quiénes me había colocado: con tres de los estadounidenses, entre ellos el<br />

guapo joven que yo había elegido por marido.<br />

Mi primera impresión de ese grupo, basándome en su forma de tratar el cadáver, no fue buena. Hicieron<br />

chistes acerca del cuerpo del muerto, una comba para saltar con sus intestinos y me gastaron bromas respecto<br />

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