Sullivan, Conversaciones inconclusas - Histomesoamericana
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progresos de la arqueología y la epigrafía.<br />
Cuando Morley inició sus investigaciones arqueológicas en<br />
Chichén Itzá, aunque la imponencia de esa antigua civilización se<br />
había redescubierto hacía apenas sesenta años, los eruditos ya podían<br />
discernir que los antiguos mayas habían sobresalido en la belleza<br />
de su arte y arquitectura, la complejidad de sus cálculos numerológicos<br />
y sus calendarios, y la precisión de sus mediciones de<br />
los períodos del Sol, la Luna y Venus (quizá también de otros planetas).<br />
Que los antiguos mayas habían sido infatigables y precisos<br />
cronistas de su propia historia era obvio para los eruditos, quienes<br />
ahora disponían de un milenio de textos fechados, inscritos en piedra,<br />
estuco, madera y hueso, o pintados en paredes, piezas de alfarería<br />
y las páginas de los varios códices jeroglíficos que habían sobrevivido<br />
cuando los frailes españoles quemaron los libros.<br />
Ya se habían descifrado los jeroglíficos correspondientes a números<br />
y períodos temporales y las complejidades de los múltiples e<br />
interrelacionados calendarios mayas, aunque los acontecimientos a<br />
los cuales aludían las fechas decodificadas aún constituían un misterio<br />
no resuelto. Otro gran misterio esperaba su solución, pues los<br />
especialistas habían descubierto que, por causas desconocidas, la<br />
antigua civilización maya se había topado con una repentina "calamidad<br />
universal" en medio de su "Edad de Oro" (Morley calculaba<br />
alrededor del 600 de nuestra era). Cesó la construcción de palacios<br />
y templos, se dejaron de construir monumentos fechados y todos los<br />
grandes centros cívicos —Tikal, Copan, Palenque, por mencionar<br />
los más grandes— se abandonaron.<br />
Parecía que Chichén Itzá era producto de un renacimiento<br />
posterior al colapso, en el norte de la Península de Yucatán, adonde<br />
habían llevado el "estandarte de la civilización maya" desde las tinieblas<br />
que habían descendido sobre el desolado territorio central.<br />
También era obvio, sin embargo, que Chichén Itzá se había abandonado<br />
después en una guerra civil, y luego había sido ocupada por<br />
representantes de una cultura extranjera (los toltecas, predecesores<br />
de los aztecas en el centro de México, en cuyo estilo se construyeron<br />
el Castillo, el Campo de Pelota, el Templo de los Jaguares y<br />
otras estructuras de Chichén Itzá). Chichén Itzá había vuelto a florecer<br />
hasta que otros centros septentrionales le arrebataron la primacía,<br />
hasta que todo se disolvió en la guerra crónica y la fragmentación<br />
política que duró hasta la llegada de los españoles en el siglo<br />
dieciséis. 45<br />
El proyecto que Morley proponía a la Institución Carnegie era<br />
nuevo en los entonces breves anales de la arqueología maya, pues<br />
no enfatizaba exploraciones amplias y necesariamente superficiales<br />
de todo el antiguo reino maya sino el estudio intenso de todos<br />
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Sylvanus Morley y su esposa Frances, 1931<br />
los períodos y aspectos de una sola "ciudad" maya, Chichén Itzá. El<br />
proyecto de Morley abordaría todos los problemas relevantes de la<br />
antigua historia maya, incluyendo los intereses del propio Morley,<br />
tales como la correlación entre la antigua cronología maya y los calendarios<br />
europeos contemporáneos, o los significados de la escritura<br />
jeroglífica maya, que en gran medida aún era ininteligible.<br />
En 1924 ese proyecto se inició al fin. A través de prolongadas<br />
negociaciones la Institución Carnegie obtuvo la aprobación del gobierno<br />
mexicano y alquiló la hacienda de Chichén Itzá a su propietario<br />
de entonces, Edward H. Thompson, arqueólogo y ex cónsul de<br />
los Estados Unidos en Mérida. Morley se instaló en la estructura<br />
llamada el Convento, no en la casa de la hacienda, muy deteriorada<br />
desde los días de Stephens e incendiada en 1921 por airados socialistas<br />
mayas. Comenzó a reunir colegas capaces y una fuerza laboral<br />
de veintenas de peones mayas, y varios años después se reunió<br />
con él su segunda esposa, Frances Rhoads. Luego, desde su base de<br />
Chichén Itzá, Morley continuó su empresa de remontar el curso<br />
de la antigua historia maya tal como la revelaba un extenso<br />
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