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Sullivan, Conversaciones inconclusas - Histomesoamericana

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entre los atacantes, quienes lo confundieron con una mujer enferma.<br />

Los parientes y amigos de Zuluub dicen que esto no es verdad:<br />

Zuluub se puso una camisa de hombre sobre la cabeza y se escabulló<br />

por la puerta trasera de la casa y se internó en la selva.<br />

Sobre este punto, Zuluub mismo tenía otra versión. Mientras<br />

huía de los atacantes, vestido como de costumbre (sin vestido de<br />

mujer ni camisa sobre la cabeza), tropezó y cayó. Los soldados lo alcanzaron<br />

y sin duda lo habrían matado, pero antes que lo rodearan<br />

él se quitó el arete de oro que todo oficial llevaba en la oreja izquierda<br />

como emblema de su rango. Sin el arete, Zuluub lucía como<br />

un plebeyo. Los soldados le preguntaron adonde había ido el teniente<br />

Zuluub, y Zuluub los envió hacia la costa mientras escapaba<br />

per la selva en dirección contraria. Sea cual fuere la veracidad de<br />

estas conflictivas historias de traición y compasión, cobardía y valor,<br />

todos los que conocen a Zuluub convienen en que era un enemigo<br />

feroz e implacable de sus antagonistas. 2<br />

En setiembre de 1935 Zuluub envió una larga carta a Sylvanus<br />

Morley y Alfonso Villa:<br />

Xcacal poblado de Guardia, 20 de setiembre del año de los 1935<br />

años. Sois mis amados en demasía, señor don jefe de la ciudad de<br />

' duchen. Así en esta santa hora, en este santo día, siento gran necei<br />

si dad de hacer esta carta para dártela, para que sepas que ya he recibido<br />

al señor don Alfonso Villa en el pueblo de Xcacal, aquí en el<br />

poblado de Guardia. Ya he hablado con él, ya he conversado con él.<br />

Feliz en demasía fue mi corazón al recibirlo. También lo son las tropas<br />

[al mando de Zuluub], can bondad, con amor, con decoro. Señor<br />

don jefe, cuan dichoso soy también de haber recibido tu carta, para<br />

saber qué dices. Aquí en el poblado de Guardia soy muy feliz. Así es<br />

la hora en demasía buena, en demasía amada. Pero también yo tengo<br />

aquí bondad y amor y decoro, también aquí donde realizo la guardia,<br />

aquí en el poblado de Xcacal, donde cuido a la Bella Santísima, aquí<br />

donde la adoro, aquí donde reverencio al Bello Nuestro Señor Santísima<br />

BeUaíCruz'.'.$£"."$£ 1Ñ- Jesús María en el bello nombre de<br />

Nuestro Señor el Dios Verdadero el Padre con Dios el Hijo con Dios el<br />

Espíritu Santo Amén Jesús. Así la verdad de mis palabras a ti, señor<br />

don jefe. Yo, don Evaristo Zuluub, hablo contigo desde aquí hasta el<br />

pueblo de Chichen. 3<br />

Hablar era precisamente lo que hacían Zuluub y los demás<br />

oficiales mayas, pues dictaban las cartas a un secretario que transcribía<br />

sílaba por sílaba, línea tras línea, continuamente, sin puntuación<br />

ni separación de párrafo (que a veces yo he añadido en mis<br />

traducciones). En su discurso oral Zuluub usaba paralelismos y<br />

repeticiones de frases, un estilo retórico común a los discursos formales<br />

y sacros en maya yucateco. Y estos saludos y declaraciones<br />

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iniciales culminaban en una potente enumeración de nombres de<br />

deidades (interrumpida un instante para representar gráficamente<br />

la trinidad) por cuyo medio él prometía sinceridad so pena de sanción<br />

divina (un compromiso denominado con la palabra española<br />

juramento").<br />

Zuluub pasaba a describir las penurias de su gente, incluidas<br />

su esposa, sus seis hijos e hijastros, sus cinco cónyuges y seis lujos,<br />

así como los demás ciento cuarenta individuos que habían huido<br />

con él de la incendiada Dzula: 4<br />

Así pues en esta hora santa te explicaré qué se me está haciendo<br />

aquí en el poblado de Xcacal. ¡Cómo odian Pos mexicanos] que yo me<br />

gane la vida aquí! Impiden que haga cultivos aquí con mi gente y que<br />

intente ganar unos céntimos con el chicle cerca del poblado sagrado.<br />

Están explotando todos los bosques sagrados. Les digo que no trabajen<br />

todo, que me dejen un poco para trabajar con mi gente. No dan su<br />

acuerdo. Lo primero que dicen: Tú no sabes nada. Que esta tierra y<br />

este bosque pertenecen al gobernador y al presidente. Así hasta Santa<br />

Cruz. Donde vayas a trabajar el bosque, los federales te confiscarán<br />

el chicle. No puedes hablar. No eres nada". Gobiernan aquí en esta<br />

tierra, aquí en este bosque, aquí en Noh Cah Santa Cruz. Incluso<br />

aquí en Guardia, no me dejan encontrar unos céntimos para que yo<br />

salde mis deudas y las de mi gente. Pues muchas cosas pedí prestadas<br />

con mi gente [en el exilio]. ¿Dónde iré pues a ganarme la vida con<br />

mi gente? A ninguna parte, porque los mexicanos gobiernan aquí<br />

ahora.<br />

Esos problemas no eran exclusivos de Zuluub. El negocio del<br />

chicle habia generado una multitud de contratiempos para todos<br />

los mayas de Xcacal Guardia. Aunque los mayas vivían principalmente<br />

del cultivo del maíz (mediante el talado y quema de árboles)<br />

y a veces de la cacería, muchos de ellos habían ganado dinero con el<br />

chicle durante décadas. Algunos líderes amasaban fortunas controlando<br />

la recolección y exportación de chicle del territorio, y los ataques<br />

mayas limitaban las operaciones de los forasteros que procuraban<br />

hacer lo mismo. 6 Pero con el auge comercial de la década de<br />

1920, el gobierno federal —que había abandonado el territorio reconquistado<br />

durante la Revolución Mexicana— se había interesado<br />

nuevamente en la selva y su población. Como antes de la revolución,<br />

comenzó a otorgar concesiones y cobrar las regalías. Para afirmar<br />

su prerrogativa en ese comercio, en 1929 el gobierno envió destacamentos<br />

de tropas a Santa Cruz y otras bases del territorio para<br />

que se asentaran allí. Entretanto, miles de chicleros de Yucatán,<br />

Campeche y otros estados emigraban anualmente a Quintana Roo<br />

durante los meses de cosecha, de julio a enero. En una época en<br />

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