Sullivan, Conversaciones inconclusas - Histomesoamericana
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Sus pretextos a veces funcionaban, aunque sólo lograban vencer<br />
temporariamente la suspicacia y la reticencia de los mayas, como<br />
cuando Villa visitó el centro sagrado de Chan Cah Veracruz,<br />
acompañado en este tramo de la travesía por un inspector federal<br />
de escuelas apostado en Santa Cruz, quien esperaba efectuar observaciones<br />
sin que los mayas supieran quién era. Al llegar, Villa y<br />
el inspector fueron recibidos con "gesto grosero" por la guardia de<br />
la aldea, y se les ordenó que se marcharan de inmediato. Villa respondió<br />
que representaba a una compañía norteamericana que había<br />
ido a comprar todo el chicle que recogieran en la temporada<br />
siguiente. "La conversación se vuelve amistosa y los rostros risueños";<br />
obáerva Villa.<br />
Desde por lo menos fines de siglo los mayas se habían dedicado<br />
a explotar el árbol de chicozapote (ya' en maya), del cual se extraía<br />
el chicle. La extracción de esta sustancia era técnicamente<br />
simple pero potencialmente peligrosa. Tras trepar a esos árboles de<br />
diez a veinte metros de altura, uno bajaba por el tronco, usando un<br />
machete para tallar en la corteza dos conjuntos de surcos descendientes<br />
y entrecruzados (de izquierda a derecha, de derecha a izquierda,<br />
de izquierda a derecha y así sucesivamente). El árbol sangraba<br />
y el látex manaba lentamente por los surcos hasta un saco al<br />
pie del árbol. El flujo era mayor y más rápido de julio a octubre, la<br />
temporada de las lluvias, y a veces hasta enero, así que éstos eran<br />
los meses principales para recoger chicle. El látex así recogido se<br />
llevaba a un pequeño campamento, donde se hervía y se endurecía<br />
formando bloques fáciles de transportar, los cuales eran acumulados<br />
por el recolector y vendidos a un contratista para que los repartiera<br />
o revendiera a los representantes de las más importantes<br />
compañías exportadoras de chicle. 15<br />
A principios de siglo la producción era escasa y el hábito de<br />
mascar goma era relativamente nuevo para los norteamericanos.<br />
Sin embargo, después de la Primera Guerra Mundial el hábito se<br />
difundió rápidamente, y así creció la demanda de chicle de los bosques<br />
de la Península de Yucatán, Honduras Británica y Peten de<br />
Guatemala. De 1918 a 1929, al aumentar la demanda norteamericana,<br />
también se incrementó la producción en el centro de<br />
Quintana Roo, aunque no con el ritmo que deseaban los exportadores.<br />
Aunque las compañías chicleras eran poseedoras o concesionarias<br />
de vastos bosques de chicozapotes en Honduras Británica,<br />
Campeche y el norte de Quintana Roo, en el centro de Quintana<br />
Roo, ex territorio rebelde, había que comprar a los productores mayas<br />
y negociar con líderes mayas. 16 Como la demanda y los precios<br />
fluctuaban año a año, lo mismo sucedía con la disposición de los<br />
mayas hacia los forasteros, como señaló el propio Villa.<br />
60<br />
Si son altos [los precios], el nativo se muestra más amigable y comunicativo<br />
con los de afuera, por creer que se le está tratando con<br />
honradez y justicia; si por el contrario, los precios descienden, entonces<br />
se muestra disgustado hacia los foráneos, y con especialidad .hacia<br />
los hombres del Gobierno a los que atribuye la maniobra como un<br />
acto de malquerencia. 17<br />
Los miembros de la guardia de Chan Cah contaron a Villa que<br />
pedirían 60 pesos por arroba de chicle que recogieran, y Villa aceptó,<br />
aunque el precio de entonces era de sólo 15 pesos. "¡Dollars! exclaman<br />
todos y la palabra mágica corre de boca en boca como algo<br />
cabalístico de venerable poder." Villa obtuvo una audiencia con el<br />
oficial superior del centro sagrado, Sostenes Mendoza, con quien<br />
habló de cosas similares y por quien supo que en ese lugar se consideraban<br />
subditos británicos. Pero, aunque los mayas estaban obviamente<br />
complacidos con la oferta de Villa de comprarles el chicle,<br />
no accedían al requerimiento de permitirle entrar en la iglesia<br />
(Villa pretextó que deseaba presentar velas encendidas ante el altar).<br />
Y cuando llegaron los chicleros de Santa Cruz, Villa y su<br />
acompañante se largaron de prisa, temiendo que identificaran al<br />
inspector de escuelas y echaran a perder su farsa. 18<br />
En la aldea de Señor, la estratagema de Villa obtuvo iguales<br />
resultados. Cuando un lugareño influyente, Paulino Yama, supo<br />
que Villa era comprador de chicle, las "miradas suspicaces" se disolvieron<br />
en una cascada de preguntas sobre el mundo exterior, la<br />
guerra chino-japonesa (es decir, la invasión japonesa de Manchuria)<br />
y los países lejanos. 19<br />
En el año siguiente Villa regresó dos veces al centro de Quintana<br />
Roo. Su breve visita a Tuzik había confirmado que era de interés<br />
para él y Redfield, pues dicho poblado parecía ser "el mejor y<br />
más pintoresco" de un conglomerado de sitios "reacios a recibir inferencias<br />
extrañas o tan siquiera contactos con gentes de afuera". 20<br />
Las costumbres de los mayas en esas aldeas, suponía Villa, guardarían<br />
mayor semejanza con las prácticas prehispánicas que las dé<br />
los mayas del resto de la península. Los datos obtenidos mediante<br />
el estudio etnológico de esos poblados se podrían comparar con los<br />
hallazgos de Redfield y sus colegas de otras comunidades del<br />
Yucatán, y los resultados de esa comparación tal vez arrrojaran luz<br />
sobre el ritmo y la naturaleza de los cambios sociales y culturales<br />
como procesos generales de la historia humana. 21<br />
El objetivo de la segunda y tercera visitas de Villa a los aldeanos<br />
de Tuzik era "captarme la confianza y simpatía de los mismos".<br />
Los rasgos que hacían de Tuzik y sus vecinos los más deseables objetos<br />
de estudio —'"la xenofobia habitual de sus habitantes"— tam-<br />
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