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Vaixell de paper XX PDF - Escola TECNOS

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24 <br />

recordaba cosas, porque <strong>de</strong> inmediato se fue hacia el prado y<br />

empezó a repartir dos monedas a cada una <strong>de</strong> las personas que no<br />

tenían y que estaban <strong>de</strong>stinadas a quedarse allí para siempre.<br />

La bolsa era pequeña, a simple vista cabían unas diez u once<br />

monedas, pero el antiguo barquero no se <strong>de</strong>tuvo y siguió repartiendo<br />

monedas, ya que allí estaban la mitad <strong>de</strong> las monedas que<br />

él había ganado en todo ese tiempo pasando a miles <strong>de</strong> millones<br />

<strong>de</strong> personas <strong>de</strong> una orilla a la otra <strong>de</strong>l río.<br />

En menos <strong>de</strong> una hora, todas las personas que antes estaban<br />

en el prado con<strong>de</strong>nados a pasar la eternidad allí, tenían ahora<br />

las dos monedas para pasar y se fueron poniendo poco a poco<br />

en la cola.<br />

Mientras tanto, yo me había vestido con los ropajes <strong>de</strong>l barquero<br />

y me había sentado en la barca; no vi bien <strong>de</strong>l todo hasta<br />

que me acostumbré a la luz <strong>de</strong> la lámpara <strong>de</strong> aceite inagotable<br />

situada en la barca. Toda la gente que estaba en el río se quedó<br />

mirando la escena <strong>de</strong>l antiguo barquero hasta que acabó; entonces<br />

toda la atención se centró en la barca y empecé a trabajar:<br />

iba y venia <strong>de</strong> una orilla a otra. Tardé tiempo en saber dón<strong>de</strong><br />

estaba la otra orilla, ya que todo se veía blanco, lleno <strong>de</strong> luz,<br />

por lo que no se podía distinguir la ribera opuesta <strong>de</strong>l río <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

la orilla <strong>de</strong>l prado.<br />

Fui pasando a la gente <strong>de</strong>l otro lado, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> unas cuantas<br />

largas horas <strong>de</strong> trabajó le llegó el turno al antiguo barquero.<br />

Había sido tan generoso que no le habían quedado monedas para<br />

él, ya que me entregó la bolsa vacía. Yo lo quería pasar sin que<br />

pagase, por todo lo que había hecho por mí, pero la barca no se<br />

movía. Maldije a los diez <strong>de</strong>monios en silencio, ya que ahí no<br />

se hablaba nunca, pero en ese momento <strong>de</strong>l horizonte surgió un<br />

chico que me recordó mucho a mí mismo y que entregó sus dos<br />

monedas al antiguo barquero; con ellas me pudo pagar y pasar a<br />

la orilla tan <strong>de</strong>seada e inalcanzable para él durante tanto tiempo.<br />

El muchacho no me recordó a mí mismo por su generosidad,<br />

<strong>de</strong> la cual yo había carecido, sino porque supe que él sería el<br />

siguiente barquero <strong>de</strong>l río.<br />

HISTORIAS DE UNA CALLE<br />

Accèssit <strong>de</strong> narració<br />

Júlia Ribera (4t ESO)<br />

Il·lustració <strong>de</strong> Mariona Jordan (2n ESO)<br />

1r premi d’il·lustració<br />

Pue<strong>de</strong> que te cruces con las mismas personas cada mes,<br />

semana o día, pero que nunca te fijes con ellas. Hasta que lo<br />

haces, y <strong>de</strong> repente ves a esa persona en todas partes.<br />

Y eso me pasó a mí.<br />

El universitario<br />

Un día empecé a ver a un chico moreno, bastante guapo,<br />

universitario. Cada día me cruzaba con él cuando iba a la escuela.<br />

Después <strong>de</strong> un mes o dos pensé: “Venga, la próxima vez que lo<br />

veas lo saludarás”. Parecía majo. Yo ya estaba montándome la<br />

escena, pero aquello nunca llegó.<br />

No volví a verlo nunca más. Llegué a pensar que quizás<br />

había muerto, pero no adopté esa posibilidad, <strong>de</strong>masiado cruel.<br />

Así que seguramente había ido a estudiar al extranjero, ¿no...?<br />

Y a los tres meses, quizás cuatro, me pareció verle. Se parecía<br />

mucho: un chico moreno, con el pelo un poco largo, no muy<br />

alto, y esa expresión seria pero tirando a pícara. Era él. Y me<br />

miró. Y le miré. Y nos reconocimos. Y sin palabras nos dijimos:<br />

“Por fin te vuelvo a ver”.<br />

Me quité un gran peso <strong>de</strong> encima. Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel día nos<br />

fuimos cruzando <strong>de</strong> vez en cuando, pero ya no existía aquella<br />

necesidad <strong>de</strong>l principio; aunque nunca llegamos a hablar, siempre<br />

supimos que nos teníamos el uno a otro, que si algún día<br />

queríamos algo, sólo teníamos que ir a aquella calle y esperar.<br />

La chica <strong>de</strong> las bailarinas<br />

Me encantan los zapatos y siempre me fijo en el calzado <strong>de</strong><br />

la gente, y aunque mucha gente no piense así, los zapatos dicen<br />

mucho <strong>de</strong> las personas.<br />

Así que un día vi unos zapatos que me llamaron especialmente<br />

la atención; eran unas bailarinas <strong>de</strong> cuadros escoceses y<br />

con un gran lazo rojo.<br />

Al día siguiente otras bailarinas, <strong>de</strong> rayas <strong>de</strong> colores. Levanté<br />

la vista. Sí, era la misma chica que el día anterior, y sería la<br />

misma que los siguientes. Era muy mona, pelirroja, con el pelo<br />

largo y la piel muy blanca.<br />

Cada día llevaba unas distintas. Era genial, siempre llena <strong>de</strong><br />

color y alegría. Y con unos zapatos preciosos.<br />

Pero llegó el día en que no volví a ver más esos zapatos.<br />

Nada <strong>de</strong> bailarinas. ¿Y la chica? Tampoco estaba.<br />

Vi su foto en el diario. Había muerto.<br />

Sólo tenía dieciséis años.<br />

Ellos, tú, yo<br />

Seguí observando a la gente <strong>de</strong> la calle toda mi vida. La<br />

verdad es que te encuentras a gente muy curiosa y muy distinta;<br />

hay personas que recuerdas y otras que no; hay con quien te<br />

cruzas muchas veces y hay con quien sólo una. Y, sobre todo,<br />

existen aquellos que te marcan par siempre.<br />

Yo siempre he recordado a la pobre chica <strong>de</strong> diecisésis años<br />

y al chico universitario, con el que aún me cruzo a veces. Pero<br />

hubo alguien que realmente me marcó. Él.<br />

Llovía. Hacía muchísimo frío, <strong>de</strong> ese que te cala hasta los<br />

huesos. Así que <strong>de</strong>cidí entrar en la cafetería <strong>de</strong> enfrente, sólo<br />

me faltaba cruzar la carretera.<br />

En medio <strong>de</strong> la calle había un gran charco don<strong>de</strong> se veían<br />

reflejadas las caras <strong>de</strong> la gente. Andaba pensando en eso cuando<br />

<strong>de</strong> repente vi la faz <strong>de</strong> un chico que me miraba fijamente.<br />

Fue <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>; choqué con él y caímos en medio <strong>de</strong>l<br />

charco. Sólo se me ocurrió invitarlo a tomar algo para que me<br />

perdonara.<br />

En el bar nos encontramos a unos amigos. Nos sentamos<br />

con ellos. Resulta que mis compañeros conocían al misterioso<br />

chico. ¡Si es que el mundo es un pañuelo!<br />

Hablamos durante horas y horas. Fue increíblemente genial.<br />

Es sorpren<strong>de</strong>nte cómo en un par <strong>de</strong> horas pue<strong>de</strong>s llegar a conocer<br />

a una persona.<br />

Fuimos hacia casa por el mismo camino. Él empezó a hablar<br />

<strong>de</strong> mí. Dijo que cuando vio mi cara reflejada en el agua en<br />

seguida supo cómo era: muy espontánea, observadora, sensible,<br />

<strong>de</strong> aquellas personas que caen bien a todo el mundo y que brillan<br />

por su gran alegría. “Hay poquísimas personas así” explicó, “y<br />

tú eres una <strong>de</strong> ellas, que sobresales por encima <strong>de</strong> la gente por<br />

ser como eres, por ser única. Seguro que te encantan los días<br />

con un sol radiante pero a la vez muy fríos, ¿verdad? Pues así<br />

eres tú, transmites esa misma cali<strong>de</strong>z”.<br />

Creo que fue el único chico que he amado <strong>de</strong> veras.<br />

Se llamaba…

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