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todo quedó reducido a una última blancura, trazada en la línea del horizonte, sobre la<br />
que se redondeaban las nevadas cumbres del grupo.<br />
La proximidad de tierra es un incidente marítimo que siempre tiene interés.<br />
Acometióme la idea de que el capitán Len Guy hubiera tenido allí la ocasión de romper<br />
el silencio con su pasajero. No lo hizo.<br />
De realizarse los pronósticos del contramaestre, no transcurrirían tres días sin que los<br />
picos de la isla Marión y de la isla del Príncipe Eduardo fuesen vistas en el Noroeste.<br />
Por lo demás, en ellas no se haría escala. Hasta Tristán de Acunha la Halbrane no<br />
renovaría su provisión de agua.<br />
Yo pensaba que la monotonía de nuestro viaje no sería interrumpida por ningún<br />
incidente de mar ni de otra clase.<br />
Pero en la mañana del 30, estando de guardia Jem West, después de la primera<br />
observación del ángulo horario, el capitán Len Guy, con gran sorpresa mía, subió al<br />
puente, siguió uno de los pasadores y fue a colocarse a popa ante la bitácora, cuyo<br />
cuadrante miró más por costumbre que por necesidad.<br />
¿Había yo sido visto por el capitán? Lo ignoro; pero lo cierto es que mi presencia no<br />
atrajo su atención.<br />
Por mi parte, yo estaba resuelto a no ocuparme de él más de lo que él se ocupaba de<br />
mí, y quedé inmóvil con los codos apoyados en la vagara.<br />
El capitán Len Guy dio algunos pasos, inclinóse por encima del empalletado, y<br />
observó la larga estela que dejaba la goleta, semejante a una cinta de blanco encaje<br />
estrecho y plano; de tal modo la suave andadura de la goleta se sustraía rápidamente a la<br />
resistencia de las aguas.<br />
En tal sitio no se podía ser oído entonces más que de una persona: del timonel Stern,<br />
que, con la mano sobre la rueda, mantenía la Halbrane contra las caprichosas<br />
embestidas del mar.<br />
El capitán no pareció preocuparse de él, pues se aproximó a mí, y en voz baja me dijo:<br />
-Caballero, desearía hablar con usted.<br />
-Estoy dispuesto a escucharle, capitán.<br />
-Soy poco hablador... y hasta hoy no me he decidido a hacerlo. Además, ¿le hubiera a<br />
usted acaso interesado mi conversación?<br />
-Ha hecho usted mal en dudarlo...<br />
Su conversación será, sin duda, muy interesante para mí.<br />
Creo que él no vio ironía alguna en mi respuesta; por lo menos no lo demostró.<br />
-Le escucho a usted- añadí.<br />
El capitán Len Guy pareció dudar, mostrando la actitud de un hombre que en el<br />
momento de decidirse a hablar se pregunta si no sería mejor dejar de hacerlo.<br />
-Señor Jeorling- dijo al cabo,- ¿no ha buscado usted la razón del cambio operado en<br />
mí en lo que a su embarque se refiere?<br />
-La he buscado, en efecto; pero no la he encontrado, capitán. Tal vez por ser usted<br />
inglés, y no teniendo motivo para complacer a quien no era compatriota de usted...<br />
-Señor Jeorling, precisamente porque usted es americano me he decidido a ofrecerle<br />
pasaje en la Halbrane.<br />
-¿Porque soy americano?- respondí bastante sorprendido de tal confesión.<br />
-Y también... porque es usted natural del Connecticut.<br />
-Confieso a usted que aun no comprendo...<br />
-Lo habrá usted comprendido si añado que he pensado que por ser usted del<br />
Conecticut, por haber visitado la isla de Nantucket, era posible que usted hubiera<br />
conocido a la familia de Arthur Gordón Pym.<br />
-¿El héroe cuyas sorprendentes aventuras ha referido nuestro novelista Edgard Poe?