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Era el cuerpo de un marino vestido de grosero paño, pantalón de lana, blusa<br />
remendada, camisa de grueso muletón. No había duda de que su muerte debió<br />
efectuarse varios meses antes... poco después, probablemente, de ser arrastrado.<br />
Su edad parecía ser la de cuarenta años, aunque sus cabellos eran canosos.<br />
Su delgadez era espantosa, la de un verdadero esqueleto... Debió de haber sufrido las<br />
horribles torturas del hambre durante aquel trayecto de 20 grados por lo menos desde el<br />
círculo antártico.<br />
El capitán Len Guy separó los cabellos del cadáver, le levantó. la cabeza, le miró<br />
frente a frente, y murmuró sollozando:<br />
-¡Patterson!… ¡Patterson!<br />
- ¡Patterson!- exclamé.<br />
Me pareció que tan vulgar nombre estaba unido a mi memoria. ¿Cuándo le había yo<br />
oído pronunciar?... O más bien, ¿dónde lo había leído?<br />
El capitán Len Guy, en pie, recorrió lentamente el horizonte con la mirada; como si se<br />
dispusiera a dar la orden de poner el cabo al Sur...<br />
En aquel instante, a una palabra de Jem West, el contramaestre hundió su mano en los<br />
bolsillos del cadáver, sacando de ellos un cuchillo, una hebra de hilo de acarreto, una<br />
petaca vacía y un cuaderno de notas forrado de cuero, con un lápiz de metal.<br />
El capitán Len Guy se volvió, y en el momento en que el contramaestre tendía el<br />
cuaderno a Jem West, dijo:<br />
-Dame...<br />
Algunas hojas estaban escritas... Pero la humedad había borrado casi las palabras. Mas<br />
en la última página se encontraban algunas descifrables, y pueden calcular la emoción<br />
que se apoderó de mí cuando oí al capitán Len Guy leer lo siguiente con temblorosa<br />
voz:<br />
« La Jane... isla la Tsalal... por ochenta y tres... Hace once años... allí... Capitán...<br />
cinco marineros sobrevivientes... Que se les preste auxilio.»<br />
Y bajo estas líneas un nombre... Una firma... El nombre de Patterson.<br />
¡Patterson! Recordé entonces. Era el segundo de la Jane, el segundo de aquella goleta<br />
que había recogido a Arthur Pym y a Dirk Peters sobre el Grampus... La Jane conducida<br />
a la isla Tsalal... La Jane atacada por los insulares... La Jane, cuyos restos había<br />
dispersado la explosión...<br />
Pero todo aquello, ¿era verdad? ¿Edgard Poe había escrito una historia, no una<br />
novela? ¿Había realmente recibido el manuscrito de Arthur Pym? ¿Se habían<br />
establecido relaciones directas entre ellos? ¿Arthur Pym existía, o más bien había<br />
existido? ¿Era un ser real? ¿Y había muerto- de muerte repentina y deplorable- en<br />
ignoradas circunstancias, dejando incompleta la narración de su extraordinario viaje?<br />
¿Y hasta qué paralelo había llegado al abandonar la isla Tsalal con su compañero Dirk<br />
Peters, y cómo ambos habían podido ser repatriados a América?<br />
Creí que mi cabeza iba a estallar, que me volvía loco... ¡Yo, que había acusado de<br />
serlo al capitán Len Guy! ¡No!... Yo había oído mal... ¡No había comprendido!...<br />
¡Aquello era una extravagancia de mi cerebro!...<br />
Y, sin embargo, ¿cómo recusar el testimonio encontrado sobre el cadáver del segundo<br />
de la Jane, de aquel Patterson, la afirmación del cual se apoyaba en datos evidentes? Y<br />
sobre todo, ¿cómo conservar la menor duda, después que Jem West, más en calma,<br />
descifró las otras frases, que decían así:<br />
«Arrastrado desde el 3 de Junio en el Norte de la isla Tsalal... Allí están todavía...<br />
Capitán William Guy y cinco tripulantes de la Jane... El témpano deriva... El alimento<br />
va a faltarme... Desde el 13 de Junio... agotados mis últimos recursos... Hoy, 16 de<br />
Junio, voy a morir...»