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Campos de Nijar, 30 años después - Bibliotecas Públicas

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A ocho kilómetros <strong>de</strong> San José, en la pared, asombrosamente, la mis-<br />

ma consigna que vio pintada Goytisolo: "Más árboles, más agua".<br />

La carretera era ahora estrecha y mala. Serpenteaba por la montaña<br />

buscando el mejor camino. A la orilla, muchas casas abandonadas, en rui-<br />

nas.<br />

Y <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la montaña estaba el mar.<br />

Eran más <strong>de</strong> las siete <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> cuando llegamos a San José, al cam-<br />

ping "Tau". Alli nos esperaba Ángel, un monitor que vivía en <strong>Nijar</strong>. Con su<br />

ayuda montamos las tiendas, y, aún así, nos costó lo suyo.<br />

Una vez instalados, hicimos una primera asamblea en la que se nos di-<br />

jeron las normas <strong>de</strong>l camping. Como el agua allí es escasa. nos pidieron<br />

que la usásemos. si. pero que no la <strong>de</strong>sperdiciásemos.<br />

Es un agua esta que sabe tanto a sal que no se pue<strong>de</strong> beber.<br />

Escolástico es el cocinero y nos ha hecho la cena. Es alto y <strong>de</strong>lgado y<br />

tiene una voz ronca. No protesta si le pedimos más o menos comida. Pare-<br />

ce un buen hombre y un buen cocinero.<br />

Después <strong>de</strong> cenar tuvimos tiempo libre para ir al pueblo.<br />

Cuando Goytisolo llegó a San José, éste se asentaba en la colina, a la<br />

<strong>de</strong>recha. Hoy se ha acercado más al mar y nuestro camping está situado,<br />

junto con otras muchas casas. a la izquierda <strong>de</strong> la carretera.<br />

Entonces era "un pueblo triste, azotado por el viento, con la mitad <strong>de</strong><br />

las casas en alberca y la otra mitad con las pare<strong>de</strong>s cuarteadas. Arruina-<br />

do por la crisis minera <strong>de</strong> principios <strong>de</strong> siglo, no se ha recuperado todavía<br />

<strong>de</strong>l golpe y vive, como tantos pueblos <strong>de</strong> España, encerrado en la evoca-<br />

ción huera y enfermiza <strong>de</strong> su esplendor pretérito. El viajero que recorre<br />

sus calles siente una penosa impresión <strong>de</strong> fatalismo y abandono. Más que<br />

en ningún otro lugar <strong>de</strong> la provincia, la gente parece haber vivido el gusto<br />

<strong>de</strong> vivir. Hombres y mujeres caminan un poco como autómatas y al trope-<br />

zar con el forastero, aprietan el paso y le miran con <strong>de</strong>sconfianza".<br />

Esta primera noche, mientras esperábamos para llamar por teléfono en<br />

el bar o nos tomábamos un refresco, veiamos un pueblo <strong>de</strong> veraneo, lleno<br />

<strong>de</strong> chalets y <strong>de</strong> bares nuevos. Un pueblo que se estaba construyendo, <strong>de</strong><br />

calles sin asfaltar, con pocos teléfonos. con agua no potable ..., pero muy<br />

distinto que el que nos esperábamos.<br />

A las doce era la hora <strong>de</strong> dormir. Y empezó la noche. Divertida para<br />

unos y asquerosa y con mucho jaleo para otros. Una noche <strong>de</strong> bronca,<br />

broncazos y tropiezos con los vientos <strong>de</strong> las tiendas. Poca gente pudo dor-

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