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1 - Abiding Life Ministries International

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A menudo me encuentro discipulando a creyentes que están luchando con la<br />

homosexualidad. En una oportunidad, un hombre me dijo: “¡Usted es mi última esperanza!” He<br />

aprendido que cuando alguien se expresa de esa manera, son raras las veces en que<br />

verdaderamente tiene la intención de curarse, porque está descargando toda la presión sobre mi<br />

desempeño, a la vez que él se libera de cualquier responsabilidad respecto del éxito de la<br />

empresa. Al poco tiempo de estar conversando, le señalé que la homosexualidad no era otra cosa<br />

que un ídolo, el motor del cual rara vez se halla en el sexo; más bien está en la aceptación. Aun<br />

en una relación heterosexual y contrariamente a lo que comúnmente se enseña, para el hombre<br />

el sexo es más emocional que físico. Cuando es rechazado en este aspecto, es una afrenta a su<br />

identidad y no a su capacidad sexual. Le hace sentir que no vale nada y que no es aceptado,<br />

luego viene el enojo, la depresión, y al final se repliega. De aquí una de las razones para el<br />

mandato de Pablo en 1 Corintios 7.5 a los que están unidos en matrimonio: “No os neguéis el<br />

uno al otro”.<br />

Un hombre que vino a verme había sido abandonado por un padre a quien nunca<br />

conoció. Estaba hambriento de aceptación masculina, la cual a los dieciséis años buscó y<br />

encontró, y que sin mayor esfuerzo se transformó en sexo. De este modo, sexo y aceptación<br />

estaban intrincados, generando en él una gran confusión que le llevaba a querer luchar contra la<br />

homosexualidad.<br />

Le pregunté: “Si pudiese tomar una píldora que no solamente lo librara completamente<br />

de ello, pero que a la vez borrara a la homosexualidad de la faz de la tierra y de ese modo lo<br />

hiciera una imposibilidad para usted, ¿tomaría la píldora?” Afirmó que la tomaría sin dudar.<br />

Luego le pregunté: “¿Qué hace usted cuando tiene un problema en el trabajo?” Me dijo que iba<br />

al bar gay. “¿Qué hace cuando está aburrido?” ¡Iba a un parque donde se reúnen los gay! “¿Qué<br />

hace cuando ha reñido con su esposa?”<br />

“Me quedo acostado fantaseando”, fue su respuesta.<br />

Entonces le pregunté: “Si tomara esta píldora que elimina la homosexualidad, ¿qué va a<br />

hacer cuando tenga problemas en el trabajo, cuando esté aburrido o cuando riña con su esposa?”<br />

Su respuesta fue: “En realidad no quiero tomar esa píldora”.<br />

Es que, en realidad, muchos de nosotros nos sentimos desdichados por causa de nuestros<br />

ídolos, pero no tanto como para deshacernos de ellos. Nos han brindado alguna suerte de<br />

consuelo y ni se nos ocurriría abandonarlos. Es más, pareciera que estamos clamando: “Por<br />

favor, líbreme alguien de ellos, ¡pero para hacerlo tendrá que pasar por sobre mi cadáver!”<br />

¿Cómo es posible que demos la espalda al Dios viviente, quien dio a su Hijo unigénito<br />

para comprarnos, y que nos apoyemos en las cosas del pasado que nos esclavizaron sin<br />

misericordia? “¿Qué de malo encontraron en mí sus antepasados, que se alejaron de mí? Se<br />

fueron tras dioses que no son nada, y en nada se convirtieron ellos mismos” (Jer. 2.5, DHH).<br />

¿Por qué nos aferramos precisamente a esas cosas que nunca pueden darnos vida? “Porque dos<br />

males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas,<br />

cisternas rotas que no retienen agua” (Jer. 2.13).<br />

Muchos han encontrado algo que creen les ayudará y se niegan a soltarlo, aun cuando no<br />

sea otra cosa que una cisterna rota que nunca podrá retener vida verdadera y que, al fin y al<br />

cabo, en el momento crucial, los defraudará dolorosamente. En algunos casos, nuestro cariño<br />

para con aquellos ídolos que hemos hecho muy propios y en los cuales hemos confiado durante<br />

tanto tiempo es tan profundo que, si por nosotros fuera, nunca nos desharíamos de ellos.<br />

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