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1 - Abiding Life Ministries International

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Juicio y condena del yo<br />

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y<br />

sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de<br />

mí, éste la salvará” (Lc. 9.23-24). Jesús dice que el camino a la vida deberá ser a través de la<br />

muerte y que las condiciones para seguirlo deben pasar, ineludiblemente, por la negación del yo.<br />

Ahora bien, ¿qué o quién es ese yo al que se nos ordena negar autoridad y cuál es la vida que<br />

debe perderse a fin de vivir?<br />

El desarrollo del yo<br />

Según 1 Juan 4.8, Dios es amor. Dado que el amor debe tener un objeto, Dios creó al<br />

hombre para ser esta entidad receptora de su amor. En 1 Tesalonicenses 5.23 se nos confirma lo<br />

que es de conocimiento general: que el ser humano está compuesto de espíritu, alma y cuerpo. A<br />

fin de asegurarse que esta característica suya de amar tuviera eco, Dios puso en el espíritu del<br />

hombre una necesidad de ser amado y aceptado por Él. Desde el momento en que nacemos<br />

somos impulsados a buscar a nuestro Creador para que Él satisfaga esta necesidad interior<br />

nuestra.<br />

No obstante, existe un serio escollo para que Dios pueda satisfacer nuestra necesidad de<br />

amor y aceptación. Nacemos muertos para Dios en nuestro espíritu, lo cual hace imposible que<br />

ese deseo llegue a cumplirse. En Génesis 2.17 Dios dijo: “[...] pero del árbol del conocimiento<br />

del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás” (NVI). El<br />

dictamen era irrevocable: si comían del árbol morirían. Del árbol comieron, y Dios dijo que<br />

estaban muertos, aun cuando sus almas estaban activas (pensaban, sentían y elegían) y sus<br />

cuerpos seguían funcionando. Estaban muertos y sin embargo vivían. ¿Dónde, entonces, se<br />

produjo la muerte? Solo queda un lugar: el espíritu. Estaban muertos para Dios en el espíritu, y<br />

el resultado era que ahora sería imposible ver satisfechas sus necesidades más profundas:<br />

aceptación y amor espiritual que solamente podían provenir de Dios. Esta condición presenta<br />

tres problemas concretos para el hombre.<br />

El vacío inevitable<br />

En primer lugar, al ser creado con el expreso propósito de recibir amor y aceptación por<br />

parte de Dios pero estando imposibilitado de satisfacer esa necesidad como consecuencia directa<br />

de la muerte espiritual, el ser humano es impulsado a buscar compensar este vacío en cualquier<br />

otro lugar menos en Dios. La ambición de satisfacer su necesidad es tan grande que consume las<br />

energías de una persona, haciendo que todo lo demás carezca de importancia frente a su gran<br />

anhelo. En otras palabras, todo lo que interesa es ver satisfecha su necesidad. En su búsqueda de<br />

amor y aceptación el ser humano se vuelve intensa y profundamente centrado en sí mismo.<br />

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