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1 - Abiding Life Ministries International

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Le expuse una analogía que a menudo utilizo para describir el engaño. En las antiguas<br />

películas de terror por lo general hay una escena donde el monstruo está escondido en un<br />

armario; es tan evidente para cada uno de los que observamos, que ése es el lugar donde está<br />

escondido, que nos preguntamos por qué la pequeña protagonista de la película se dirige<br />

precisamente a ese armario para abrirlo. Sin duda, tendría que ser tan evidente para ella como<br />

para todos los espectadores, que ese armario esconde al monstruo. Muy profundo dentro de mí<br />

me encuentro gritándole silenciosamente: “¡No abras esa puerta! ¡Adentro está el monstruo!”<br />

No obstante, la niña, que no puede ver lo que yo veo, abre la puerta, y para cuando se da cuenta<br />

de su error ya es demasiado tarde.<br />

Igualmente ciertos son los engaños del enemigo; otros pueden ver que el camino que<br />

alguno está transitando solamente lo conducirá a la muerte y la destrucción, al desacierto y la<br />

tristeza, a la soledad y el dolor. Pero a menudo, tiene poco o ningún efecto el intentar disuadir a<br />

una persona atrapada por el engaño de que “detrás de la puerta” encontrará la respuesta a sus<br />

deseos egoístas. Lamentablemente, por otro lado están los que lucran con el agradar a los<br />

hombres, los que en ocasiones se convierten en aquellos consejeros mundanos,<br />

autodenominados “cristianos”, que por una paga alimentan falsas esperanzas. Muchas vidas van<br />

a la destrucción gracias a ellos, porque solamente dan el consejo que las personas quieren oír.<br />

“El Señor ya está cansado de escucharles; y todavía ustedes preguntan: ‘¿Qué hemos dicho para<br />

que se haya cansado de escucharnos?’ Pues ustedes han dicho que al Señor le agradan los que<br />

hacen lo malo, y que está contento con ellos” (Mal. 2.17, DHH). Al final, si la persona abre la<br />

puerta, se dará cuenta demasiado tarde del engaño.<br />

Y así fue el caso de esta mujer: no quiso escuchar advertencia alguna. Dejó a su esposo y<br />

comenzó a vivir una vida de adulterio. Hoy, sus hijos ya no quieren hablarle y está desolada.<br />

Yo, el Señor todopoderoso, les digo que piensen bien en su conducta. Ustedes<br />

siembran mucho, pero cosechan poco; comen, pero no se sienten satisfechos;<br />

beben, pero se quedan con sed; se abrigan, pero no entran en calor; y el que<br />

trabaja a jornal, echa su salario en saco roto.<br />

Hageo 1.5-7, DHH<br />

Es un engaño el creer que el yo pueda alguna vez ser satisfecho. ¿Funcionó<br />

satisfactoriamente para usted en alguna oportunidad? ¿No queda uno siempre deseando más?<br />

Si usted se decide a retener un veinticinco por ciento de su antiguo bagaje, ídolos,<br />

residuo y emociones mentirosas, entonces habrá un veinticinco por ciento del Señor que usted<br />

nunca conocerá. Y si usted decide quedarse con un cinco por ciento del antiguo yo, entonces le<br />

estará faltando un cinco por ciento del Señor que usted podría haber tenido. La cruz de Cristo es<br />

el gran “sustraendo”, y todos los que se relacionen con ella perderán muchas cosas. Pero toda<br />

pérdida será llenada con una medida abundante de la presencia de Jesús.<br />

En la medida en que permitamos que la cruz aplique muerte, en esa misma medida el<br />

Espíritu Santo aplicará vida. A la luz de lo ya expresado, oigamos las palabras de Pablo:<br />

“Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de<br />

Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos<br />

entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en<br />

nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida” (2 Co.<br />

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