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1 - Abiding Life Ministries International

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del esfuerzo por tratar de cambiar? No es de sorprenderse que Satanás quiera apartarlo de esta<br />

gloriosa verdad y mantenerlo en un permanente estado de mirarse a sí mismo, planeando alguna<br />

manera de vencer al antiguo yo.<br />

Estamos en Cristo de una manera total (Romanos 6.6; Efesios 2.5-6; Colosenses 2.10).<br />

Una vez más: la historia de Cristo se convierte en nuestra experiencia y nuestra herencia<br />

espiritual. Nee lo expresa resumidamente: “Dios me ha puesto en Cristo, y por lo tanto todo lo<br />

que es cierto de Él es cierto de mí. Permaneceré en Él”. Recuerde que el crecimiento cristiano es<br />

simplemente aceptar lo que usted siempre ha tenido, desde el día en que le entregó su vida a<br />

Cristo. Nuestra muerte en Él ya se cumplió, de modo que ¿cuánto tiempo más vamos a permitir<br />

que ese antiguo yo que se está descomponiendo permanezca en nuestra casa? Porque está<br />

comenzando a despedir olor, y no importa cómo uno quiera disfrazarlo, ya no se puede<br />

disimular lo que es obvio ni engañar a los que nos rodean: ¡Está muerto!<br />

El bautismo constituye el testimonio de esa realidad; es una confesión de fe en lo que<br />

Dios ha hecho (vea Ro. 10.10). Le permite vivir, a partir de un nuevo nacimiento, una nueva<br />

vida; una que usted no poseía antes: la vida de Cristo, quien ha pasado a ser su vida.<br />

Nunca podremos repetirlo demasiadas veces: antes que podamos experimentar la<br />

plenitud de la vida de Cristo, debemos participar en la plenitud de su muerte. La naturaleza<br />

misma nos enseña que la vida viene únicamente a partir de la muerte. Por ejemplo: ¿Qué debe<br />

suceder con la semilla de una planta al sembrarla? Debe morir, porque no es hasta tanto la<br />

pequeña semilla esté revestida totalmente de muerte, bajo la tierra, que comenzará a manifestar<br />

su vida saliendo de la tierra. Si la semilla se convierte en un árbol grande, lo será únicamente<br />

porque sus raíces se afianzaron firmemente en la muerte. Así ha de ser con el creyente; debe<br />

estar firmemente arraigado en la muerte de Cristo antes que pueda comenzar a experimentar la<br />

vida de Él.<br />

Para aquellos que han descubierto que esta vida interior a semejanza de Adán es la raíz<br />

del problema, surge otra pregunta. ¿Por qué, cuando por fe hemos muerto con Cristo en la<br />

cocrucifixión, hay momentos en que nos encontramos viviendo nuevamente desalentados?<br />

Cuando así nos sucede, podremos sentirnos tentados a pensar: ¡Esta enseñanza no funciona!<br />

Pero tengamos ánimo, porque no se trata de algo que nosotros hacemos sino de algo que Dios ha<br />

hecho. Tiene que funcionar; ¡funciona! Es el Espíritu Santo quien dice: “Considérense muertos<br />

al pecado”. Dios lo dice, no el hombre. Estamos crucificados con Cristo aun cuando nunca<br />

lleguemos a experimentarlo en nuestras emociones, ¡porque Dios dice que lo estamos! Quizá<br />

usted diga: “¡Eso podrá ser así, pero yo todavía me encuentro repetidas veces viviendo en<br />

derrota!” Insisto, esto es porque usted ve a la cruz como un acontecimiento puntual, como un<br />

método, como un remedio “cura todo” y no como la participación momento a momento que<br />

Dios pretende que sea a fin de mantenernos cercanos a Él.<br />

Dios no está limitado por algo que Él mismo creó –como el tiempo, por ejemplo– y<br />

puede estar en cualquier lugar en el tiempo que Él elija. Dios puede estar en cualquier lugar en<br />

cualquier momento. En este preciso momento Dios está con el mundo mientras está siendo<br />

creado, está en la crucifixión de Cristo y está en medio de la destrucción final del mundo. Desde<br />

la perspectiva de Él, una vez que entramos en Cristo en cualquier momento dado en el tiempo,<br />

hemos estado siempre en Él. “Desde antes de crear el mundo, Dios nos eligió por medio de<br />

Cristo” (Ef. 1.4, TLA). A esta altura de las cosas, quizá ayude el ver a la vida de Cristo como<br />

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