7 Glorificación de Jesús y María - Revelaciones Marianas
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casa <strong>de</strong> Lázaro me hace pensar, no sé por qué, en las moradas <strong>de</strong> los patricios cristianos en tiempos <strong>de</strong> persecución y <strong>de</strong> heroica<br />
fe...<br />
Está inclinado hacia Judas <strong>de</strong> Alfeo, que no logra encontrar una razón para calmar su angustia <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>jado a su<br />
Maestro y primo, cuando algo le hace erguirse <strong>de</strong> improviso. Mira a su alre<strong>de</strong>dor y luego dice claramente:<br />
-Voy Señor.<br />
Es su palabra <strong>de</strong> diligente adhesión <strong>de</strong> siempre. Y sale, corriendo como <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> alguien que lo amara y precediera.<br />
Todos se miran asombrados, interrogativos unos con otros.<br />
-¿Qué ha visto?<br />
-¡Pero si no hay nada!<br />
-¿Has oído una voz tú?<br />
-Yo no.<br />
-Yo tampoco.<br />
-¿Y entonces? ¿Será que está otra vez enfermo Lázaro?<br />
-Quizás... Ha sufrido más que nosotros, y a nosotros, cobar<strong>de</strong>s, nos ha dado mucha fuerza. Quizás ahora ha caído en<br />
estado <strong>de</strong> <strong>de</strong>lirio.<br />
-Sí, tiene la cara muy <strong>de</strong>smejorada.<br />
-Y sus ojos ardían cuando hablaba.<br />
-Será <strong>Jesús</strong>, que lo ha llamado al Cielo.<br />
-Sí, Lázaro le acababa <strong>de</strong> ofrecer la vida... Lo ha recogido enseguida como a una flor... ¡Oh, pobres <strong>de</strong> nosotros! ¿Qué<br />
haremos ahora?<br />
Los comentarios son heterogéneos y dolorosos.<br />
Lázaro cruza el vestíbulo, sale al jardín. Sigue corriendo, sonriendo, susurrando (y en su voz está su alma): «Voy, Señor».<br />
Llega a una espesura <strong>de</strong> bojes que forman un ver<strong>de</strong> rincón apartado y solitario (nosotros diríamos un cenador, ver<strong>de</strong>), y cae <strong>de</strong><br />
rodillas, rostro en tierra, gritando:<br />
-¡Oh, mi Señor!<br />
Y es que <strong>Jesús</strong>, en su belleza <strong>de</strong> Resucitado, está en el límite <strong>de</strong> este ver<strong>de</strong> rincón y le sonríe... y le dice:<br />
-Todo está cumplido, Lázaro. He venido a <strong>de</strong>cirte "gracias, amigo fiel". He venido a <strong>de</strong>cirte que digas a los hermanos<br />
que, inmediatamente, vayan a la casa <strong>de</strong> la Cena. Tú -otro sacrificio, amigo, por amor a mí-, tú quédate, por el momento, aquí...<br />
Sé que ello te hace sufrir. Pero sé que eres generoso. <strong>María</strong>, tu hermana, está ya consolada, porque la he visto y me ha visto.<br />
-Ya no sufres, Señor. Esto me compensa todos los sacrificios He... sufrido sabiendo que sufrías... y no estando...<br />
-¡Estabas! Tu espíritu estaba al pie <strong>de</strong> mi Cruz, y estaba en la oscuridad <strong>de</strong> mi sepulcro. Tú me has llamado antes, como<br />
todos los que me han amado totalmente, <strong>de</strong> las profundida<strong>de</strong>s en que estaba. Ahora te he dicho: "Ven, Lázaro". Como en el día<br />
<strong>de</strong> tu resurrección. Pero tú hacía ya muchas horas que me <strong>de</strong>cías: "Ven". He venido. Y te he llamado. Para sacarte yo también <strong>de</strong><br />
las profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> tu dolor. Ve. ¡Paz y bendición a ti, Lázaro! Crece en mi amor. Volveré aún<br />
Lázaro ha estado todo este tiempo <strong>de</strong> rodillas sin atreverse a hacer gesto alguno. La majestad <strong>de</strong>l Señor, a pesar <strong>de</strong><br />
estar suavizada con el amor, es tal, que paraliza el modo habitual <strong>de</strong> actuar <strong>de</strong> Lázaro.<br />
Pero <strong>Jesús</strong>, antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer en un torbellino <strong>de</strong> luz que lo absorbe, da un paso y roza con su Mano la frente fiel.<br />
Es entonces cuando Lázaro se <strong>de</strong>spierta <strong>de</strong> su arrobamiento gozoso. Se alza y corre presurosamente don<strong>de</strong> sus<br />
compañeros, con luminosidad <strong>de</strong> alegría en los ojos y luminosidad en la frente rozada por el Cristo, grita:<br />
-¡Ha resucitado, hermanos! Me ha llamado. He ido. Lo he visto. Me ha hablado. Me ha dicho que os dijera que fuerais<br />
inmediatamente a la casa <strong>de</strong> la Cena. ¡Id! ¡Id! Yo me quedo aquí, porque Él así lo quiere. Pero mi júbilo es completo...<br />
Y Lázaro, en su alegría, llora mientras anima a los apóstoles a ser los primeros en ir don<strong>de</strong> Él manda ir.<br />
-¡Id! ¡Id! ¡Os requiere! ¡Os quiere! No le tengáis miedo... ¡Oh, más que nunca ahora es el Señor, la Bondad, el Amor!<br />
También los discípulos se levantan... Betania se vacía. Se queda Lázaro con su gran corazón consolado...<br />
622<br />
Aparición a Juana <strong>de</strong> Cusa.<br />
En una rica estancia, don<strong>de</strong> malamente logra filtrarse la luz exterior, llora Juana, <strong>de</strong>smayados sus miembros, sentada en<br />
un asiento junto a la baja cama cubierta con espléndidos cobertores. Llora con un brazo apoyado en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l lecho y la<br />
frente sobre el brazo, estremecida por unos sollozos que <strong>de</strong>ben romperle el pecho. Cuando, con la fatiga <strong>de</strong>l llanto, levanta un<br />
momento la cabeza, buscando aire, su cara está literalmente bañada en lágrimas, y se ve una vasta mancha húmeda en el<br />
cobertor precioso. Luego vuelve a reclinar la cabeza sobre el brazo y vuelve a verse <strong>de</strong> ella solamente el cuello, <strong>de</strong>lgado y<br />
blanquísimo, la masa <strong>de</strong> sus cabellos morenos, los hombros -muy gráciles- y la parte superior <strong>de</strong>l tronco. El resto se pier<strong>de</strong> en la<br />
penumbra que anula al cuerpo envuelto en un vestido morado-oscuro.<br />
Sin <strong>de</strong>scorrer la cortina ni entreabrir la puerta, entra <strong>Jesús</strong>; sin ruido, se acerca a ella. Roza sus cabellos con la Mano y<br />
pregunta con voz susurrante:<br />
-¿Por qué lloras, Juana?<br />
Y Juana, que <strong>de</strong>be creer que es su ángel el que le hace esta pregunta, y que no ve nada porque no levanta la cabeza <strong>de</strong>l<br />
bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la cama, con un llanto aún más <strong>de</strong>solado, expresa la causa <strong>de</strong> su tormento:<br />
-Porque no tengo ni siquiera el Sepulcro <strong>de</strong>l Señor para ir a verter mi llanto y no estar sola...