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7 Glorificación de Jesús y María - Revelaciones Marianas

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-Pero la turba estaba abajo, abajo; cubría la la<strong>de</strong>ra, hasta el valle, hasta el camino, y estaba incluso en las murallas, y en<br />

las terrazas cercanas a las murallas... había gente hasta don<strong>de</strong> alcanzaba la vista. Lo vi cuando el sol empezó a velarse; antes <strong>de</strong><br />

eso era como ahora... y no podía ver...<br />

En efecto, Jerusalén, abajo, parece un espejismo trémulo. El exceso <strong>de</strong> luz hace <strong>de</strong> velo para el que quiere verla. Y Juan<br />

dice:<br />

-A otras horas -<strong>María</strong> <strong>de</strong> Lázaro lo ha dicho, pero yo <strong>de</strong>sconocía el momento y el motivo <strong>de</strong> su venida- se ven los restos<br />

negros <strong>de</strong> las casas quemadas por los rayos. Las casas <strong>de</strong> los más culpables... al menos <strong>de</strong> muchos <strong>de</strong> ellos... Aquí (Juan mi<strong>de</strong> los<br />

pasos, reconstruye la escena), aquí estaba Longinos, y aquí estábamos <strong>María</strong> y yo. Aquí estaba la cruz <strong>de</strong>l ladrón arrepentido, y<br />

ahí la otra. Aquí echaron a suerte la ropa. Allí cayó al suelo su Madre cuando Él murió... Des<strong>de</strong> aquí vi el lanzazo en el Corazón<br />

(Juan se pone pálido como un muerto), porque aquí estaba su Cruz - y se arrodilla y adora, rostro en tierra, en la tierra que se ve<br />

excavada en un espacio que correspondía a la tierra ensangrentada bajo la sombra <strong>de</strong>l palo transversal <strong>de</strong> la cruz y alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l<br />

tronco vertical <strong>de</strong> ella. Debe haber trabajado duro la Magdalena para excavar tanta tierra, y con una profundidad <strong>de</strong> al menos<br />

un palmo largo, y en una tierra tan dura, mezclada con piedras y una serie <strong>de</strong> objetos <strong>de</strong> <strong>de</strong>secho, que hacen <strong>de</strong> ella una costra<br />

compacta.<br />

Todos se han arrojado al suelo, a besar esa tierra, que ahora se baña <strong>de</strong> lágrimas...<br />

Juan es el primero en levantarse, y, amorosamente <strong>de</strong>spiadado, va recordando cada uno <strong>de</strong> los momentos... Ya no<br />

siente el sol... Ninguno lo siente... Habla, habla <strong>de</strong> cuando <strong>Jesús</strong> rechazó el vino mirrado, <strong>de</strong> cuando se <strong>de</strong>snudó y se ciñó el velo<br />

materno, <strong>de</strong> cuando apareció tan atrozmente flagelado y herido, <strong>de</strong> cuando se extendió sobre la cruz y gritó por el primer clavo,<br />

y luego ya no, para que no sufriera <strong>de</strong>masiado su Madre, y <strong>de</strong> cuando le <strong>de</strong>sgarraron la muñeca y le dislocaron el brazo para<br />

estirarlo hasta el punto requerido, también habla <strong>de</strong> cuando, clavado <strong>de</strong>l todo, volvieron la cruz para remachar los clavos y el<br />

peso <strong>de</strong> la cruz pesó sobre el Mártir, cuyo ja<strong>de</strong>o se oía, y <strong>de</strong> cuando dieron <strong>de</strong> nuevo la vuelta a la cruz y la levantaron mientras<br />

la arrastraban, y ésta cayó secamente en el agujero y la calzaron; y <strong>de</strong>scribe el Cuerpo pendiendo hacia abajo <strong>de</strong>sgarrando las<br />

manos, y cómo la corona se <strong>de</strong>scoloca y hace <strong>de</strong>sgarros en la cabeza; y refiere las palabras al Padre <strong>de</strong> los Cielos, las palabras<br />

que pedían perdón para los crucifixores, y que daban el perdón al ladrón arrepentido, y las palabras a su Madre y a Juan, y la<br />

llegada <strong>de</strong> José y Nico<strong>de</strong>mo, tan abiertamente heroicos <strong>de</strong>safiando a todo un mundo, y el valor <strong>de</strong> <strong>María</strong> <strong>de</strong> Magdala, y el grito<br />

<strong>de</strong> angustia al Padre que lo abandonaba; y habla <strong>de</strong> la sed y <strong>de</strong>l vinagre con hiel, y <strong>de</strong> la última agonía y <strong>de</strong> cómo llamaba<br />

débilmente a su "Mamá", y refiere las palabras <strong>de</strong> <strong>María</strong>, ya con el alma en la frontera <strong>de</strong> la vida por la congoja, la congoja... y la<br />

resignación y abandono en Dios; y refiere, horrenda, la última convulsión y el grito que hizo temblar al mundo, y el grito <strong>de</strong><br />

<strong>María</strong> cuando lo vio muerto...<br />

-¡Calla! ¡Calla! ¡Calla! - grita Pedro.<br />

Parece traspasado él por la lanza. También los otros suplican:<br />

-¡Calla! ¡Calla!...<br />

- Ya no tengo nada que <strong>de</strong>cir. Ya el sacrificio había terminado. La sepultura... nuestra congoja, no suya. En ella sólo tiene<br />

valor el dolor <strong>de</strong> la Madre. ¡Nuestra congoja! ¿Acaso merece compasión? Ofrezcámosela a Él, en vez <strong>de</strong> pedir piedad para<br />

nosotros. Demasiado y siempre hemos evitado el dolor, las fatigas, los abandonos, <strong>de</strong>jando todas esas cosas para Él, sólo para<br />

Él. Verda<strong>de</strong>ramente hemos sido unos discípulos indignos, que lo hemos amado por la alegría <strong>de</strong> ser amados, por el orgullo <strong>de</strong><br />

ser gran<strong>de</strong>s en su reino; pero no supimos amarlo en el dolor... De ahora en a<strong>de</strong>lante, no. Aquí, aquí <strong>de</strong>bemos jurar -esto es un<br />

altar, y alto-, ante el Cielo y ante la Tierra, que no volverá a ser así. Ahora, a Él la alegría; a nosotros, la cruz. Jurémoslo. Sólo así<br />

daremos paz a nuestras almas. Aquí ha muerto <strong>Jesús</strong> <strong>de</strong> Nazaret, el Mesías, el Señor, para ser Salvador y Re<strong>de</strong>ntor. Muera aquí<br />

ese hombre que somos nosotros y resucite el discípulo verda<strong>de</strong>ro. ¡Alzaos! Juremos en el Nombre santo <strong>de</strong> Jesucristo que<br />

queremos abrazar su doctrina hasta el punto <strong>de</strong> saber morir por la re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong>l mundo.<br />

Juan parece un serafín. Con los movimientos se ha <strong>de</strong>scubierto y la rubia cabeza resplan<strong>de</strong>ce bajo el sol. Ha subido a un<br />

montón <strong>de</strong> objetos <strong>de</strong>sechados (quizás las estacas <strong>de</strong> sostén <strong>de</strong> las cruces <strong>de</strong> los ladrones) y ha tomado involuntariamente la<br />

postura (con los brazos abiertos) que tiene frecuentemente <strong>Jesús</strong> cuando enseña, y especialmente la postura que tenía en la<br />

cruz.<br />

Los otros lo miran, tan hermoso, tan ardoroso, tan joven (el más joven <strong>de</strong> todos) y tan maduro espiritualmente. El<br />

Calvario le ha dado la edad perfecta... Lo miran y gritan:<br />

-¡Lo juramos!<br />

-Oremos, entonces, para que el Padre convali<strong>de</strong> nuestro juramento: "Padre nuestro que estás en el Cielo...".<br />

El coro <strong>de</strong> las once voces se hace seguro, cada vez más seguro a medida que va a<strong>de</strong>lante. Y Pedro se golpea el pecho<br />

cuando dice: «perdónanos nuestras <strong>de</strong>udas», y todos se arrodillan cuando dicen la última súplica: «líbranos <strong>de</strong>l mal».<br />

Permanecen así, arrodillados y profundamente corvados, meditando...<br />

<strong>Jesús</strong> está con ellos. No he visto ni cuándo ni por dón<strong>de</strong> ha aparecido. Se diría que por la parte inaccesible <strong>de</strong>l monte.<br />

Resplan<strong>de</strong>ce <strong>de</strong> amor en la intensa luz meridiana. Dice:<br />

-El que permanece en mí no recibirá daño <strong>de</strong>l Maligno. En verdad os digo que los que estén unidos a mí sirviendo al<br />

Altísimo Creador, cuyo <strong>de</strong>seo es la salvación <strong>de</strong> todos los hombres, podrán expulsar <strong>de</strong>monios, hacer inocuos reptiles y venenos,<br />

pasar por entre fieras y llamas sin recibir daño, hasta que Dios quiera que permanezcan en la Tierra sirviéndole.<br />

-¿Cuándo has venido, Señor? - dicen, volviendo la cabeza pero permaneciendo <strong>de</strong> rodillas.<br />

-Me ha llamado vuestro juramento. Y ahora, ahora que los pies <strong>de</strong> mis apóstoles han pisado este terreno, bajad rápidos<br />

a la ciudad, al Cenáculo. A1 anochecer se marcharán las mujeres <strong>de</strong> Galilea con mi Madre. Tú y Juan iréis con ellas. Nos<br />

congregaremos todos en Galilea, en el Tabor - dice al Zelote y a Juan.<br />

-¿Cuándo, Señor?<br />

-Juan lo sabrá y os lo dirá.

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