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7 Glorificación de Jesús y María - Revelaciones Marianas

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olvidaría cuál es el bálsamo para sus heridas. Aquí está el bálsamo. Venid y besad. Cada beso es un aumento <strong>de</strong> purificación y<br />

gracia para vosotros. En verdad os digo que purificación y gracia no son suficientes nunca, porque el mundo consume lo que el<br />

Cielo infun<strong>de</strong>, y se hace necesario compensar con el Cielo y sus tesoros los <strong>de</strong>scalabros <strong>de</strong>l mundo. Yo soy el Cielo. Todo el Cielo<br />

está en mí, y los tesoros celestes manan <strong>de</strong> las Llagas abiertas.<br />

Ofrece las Manos para que las besen sus apóstoles. Y <strong>de</strong>be apretar Él, esas Manos heridas, contra las bocas ávidas y<br />

temerosas, porque el temor a aumentar su dolor contiene a esos labios <strong>de</strong> apretar en las Heridas.<br />

-No es esto lo que produce dolor, aunque sí produzca rigi<strong>de</strong>z. ¡El dolor es otro!...<br />

-¿Cuál, Señor? pregunta Santiago <strong>de</strong> Alfeo.<br />

-El haber muerto por <strong>de</strong>masiados inútilmente... Pero, vamos; o, mejor, id a<strong>de</strong>lante. Vamos al Getsemaní... ¿Qué pasa?<br />

¿Tenéis miedo?<br />

-No por nosotros, Señor... Es que los gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Jerusalén te odian más que antes.<br />

-No temáis. Ni por vosotros, porque Dios os protege, ni por mí, porque han terminado para mí las opresiones <strong>de</strong> la<br />

Humanidad. Yo voy don<strong>de</strong> mí Madre y luego me uno <strong>de</strong> nuevo a vosotros. Tenemos muchas cosas que cancelar, muchas cosas<br />

horrendas <strong>de</strong>l reciente pasado <strong>de</strong> pecado y odio; y lo haremos con el amor, con lo contrario <strong>de</strong> lo que fue pecado... ¿Veis?<br />

Vuestro beso cancela y mitiga el dolor y la consecuencia <strong>de</strong> los clavos en las carnes vivas. De la misma forma, lo que haremos<br />

cancelará las señales horrendas y santificará los lugares profanados por los pecados. Para que, al verlos, no os causen <strong>de</strong>masiado<br />

dolor...<br />

-¿También al Templo vamos?<br />

El más encrespado <strong>de</strong> los temores se dibuja en el rostro <strong>de</strong> todos.<br />

-No. Lo santificaría con mi Presencia. Y no pue<strong>de</strong>; podía, pero no ha querido. No hay re<strong>de</strong>nción para él. Es un cadáver<br />

que rápidamente se <strong>de</strong>scompone. Dejémoslo a sus muertos. Que lleven a cabo su entierro. En verdad, los leones y los buitres<br />

<strong>de</strong>spedazarán sepulcro y cadáver, y no quedará ni siquiera el esqueleto <strong>de</strong>l Gran Muerto que no quiso la Vida.<br />

<strong>Jesús</strong> sube por 1a escalera y sale. Los <strong>de</strong>más, en silencio, hacen lo mismo. Pero, cuando ponen pie en el pasillo que hace<br />

<strong>de</strong> atrio, <strong>Jesús</strong> ya no está. La casa está silenciosa y parece <strong>de</strong>sierta. Todas las puertas cerradas.<br />

Juan señala a la puerta que hay frente al Cenáculo y dice:<br />

-<strong>María</strong> está allí. Está siempre allí. Como en un éxtasis continuo. Su cara resplan<strong>de</strong>ce con luz inefable. Es la alegría que<br />

irradia su Corazón. Ayer me <strong>de</strong>cía: "Consi<strong>de</strong>ra, Juan, cuánta felicidad se ha esparcido por todos los reinos <strong>de</strong> Dios". Le pregunté:<br />

"¿Qué reinos?". Yo pensaba que Ella supiera alguna maravillosa revelación sobre el reino <strong>de</strong>l Hijo suyo, vencedor incluso sobre la<br />

muerte. Me respondió: "En el Paraíso, en el Purgatorio, en el Limbo. Perdón a los purgantes. Todos los justos y los perdonados<br />

subiendo al Cielo. El Paraíso poblado <strong>de</strong> bienaventurados. Dios glorificado en ellos. Nuestros antepasados y parientes allá arriba,<br />

en el júbilo. Y felicidad también en este reino que es la Tierra, don<strong>de</strong> ahora resplan<strong>de</strong>ce el signo y se ha abierto la fuente que<br />

vence a Satanás y cancela la Culpa y las culpas. Ya no sólo paz para los hombres <strong>de</strong> buena voluntad, sino que también re<strong>de</strong>nción<br />

y nueva elección para el grado <strong>de</strong> hijos <strong>de</strong> Dios. Veo las turbas -¡oh, cuántas!- bajar a esta Fuente y hundirse en ella y salir<br />

renovadas, hermosas, en vestido <strong>de</strong> boda, en vestido regio. Las bodas <strong>de</strong> las almas con la Gracia, la regiedumbre <strong>de</strong> ser hijos <strong>de</strong>l<br />

Padre y hermanos <strong>de</strong> <strong>Jesús</strong>".<br />

Han salido, hablando, a la calle. Ahora se alejan, mientras se viene la noche.<br />

No hay mucha gente por la calle, y más en esta hora, en que la gente se recoge en torno a las mesas para cenar.<br />

Jerusalén, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l río <strong>de</strong> gente que la ha inundado durante la Pascua y que, pasadas las fiestas (¡tan trágicas este año!), la<br />

ha <strong>de</strong>jado, parece aún más vacía <strong>de</strong> cuanto lo está habitualmente. Y Tomás lo observa; lo observa él y se lo hace notar a los<br />

<strong>de</strong>más.<br />

-Así es. Los extranjeros, aterrorizados, la han abandonado precipitadamente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l viernes, y quien todavía había<br />

resistido al gran miedo <strong>de</strong> ese día huyó cuando el segundo terremoto, el que se produjo, sin duda, cuando el Señor salió <strong>de</strong>l<br />

Sepulcro. Y los no gentiles también han huido. Muchos, lo sé con certeza, ni siquiera comieron el cor<strong>de</strong>ro y tendrán que volver<br />

para la Pascua suplementaria. Y también habitantes <strong>de</strong> este lugar huyeron y se alejaron: unos para llevarse a sus muertos, los<br />

que habían perecido en el terremoto <strong>de</strong> la Parasceve; otros por miedo a la ira <strong>de</strong> Dios. La lección ha sido fuerte - dice el Zelote.<br />

-Como <strong>de</strong>bía ser. ¡Rayos, piedras, sobre todos los pecadores! - impreca Bartolomé.<br />

-¡No digas eso! ¡No digas eso! Nosotros somos los que más merecemos los castigos <strong>de</strong>l Cielo. Nosotros también somos<br />

pecadores... ¿Os acordáis?, en este lugar... ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Diez?, ¿diez noches?... ¿o diez años?, ¿o diez horas?<br />

¡Tan lejano y tan cercano me parece mi pecado, y esas horas, y esa noche... que nunca sé, que... estoy aturdido! ¡Nos sentíamos<br />

tan seguros, tan belicosos, tan heroicos! ¿Y luego? ¿Y luego? ¡Ah!... - y Pedro se golpea con la mano la frente, y, llegados ya a la<br />

placita, señala:<br />

-¡Ahí... ahí yo ya tenía miedo!<br />

-¡Basta ya, Simón! ¡Basta, Simón! Él te ha perdonado. Y antes <strong>de</strong> Él, <strong>María</strong>. ¡Basta! Te torturas - dice Juan.<br />

-¡Ah, si así fuera! Tú, mira, tú, Juan, sostenme siempre. ¡Siempre! <strong>Jesús</strong> ha puesto en tus manos a su Madre porque<br />

sabes guiar ¡Claro! Pero yo, un gusano cobar<strong>de</strong> y embustero, tengo más necesidad que <strong>María</strong> <strong>de</strong> ser guiado, porque tengo<br />

escamas en las pupilas: no veo...<br />

-En esa actitud, verda<strong>de</strong>ramente te van a aparecer las escamas. Te vas a quemar las pupilas. Y no estará el Señor para<br />

curártelas... - le dice Juan, pasándole por los hombros un brazo para consolarlo.<br />

-Me sería suficiente ver bien con el alma. Y a<strong>de</strong>más... los ojos no cuentan.<br />

-¡¡Pero sí para muchos!! ¿Qué van a hacer, entonces, los enfermos? ¡Ya has visto lo <strong>de</strong>sesperada que estaba ayer<br />

aquella mujer! - dice Andrés.<br />

-Sí, claro...<br />

Se miran unos a otros a la cara, y luego todos juntos confiesan:

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