7 Glorificación de Jesús y María - Revelaciones Marianas
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Es Plautina la que ha hablado por todas.<br />
<strong>María</strong> sonríe beatífica y dice:<br />
-Pido al Señor que purifique mis labios como al Profeta (Isaías 6, 5-7) para po<strong>de</strong>r dignamente hablar <strong>de</strong> mi Señor.<br />
¡Benditas seáis, primicias <strong>de</strong> Roma!<br />
-También Longinos querría... y el astero, que sintió un fuego <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su corazón cuando... cuando se abrieron la tierra<br />
y el cielo al grito <strong>de</strong> Dios. Pero, si nosotras sabemos poco, ellos no saben nada aparte <strong>de</strong> que... que era el Santo <strong>de</strong> Dios y que no<br />
quieren seguir estando en el Error.<br />
-Les dirás a ellos que vayan a los apóstoles.<br />
-Están allí. Pero los apóstoles los miran con recelo.<br />
<strong>María</strong> se levanta y va hacia los soldados. Los apóstoles la ven ir hacia ellos y tratan <strong>de</strong> intuir su pensamiento.<br />
-¡Dios os conduzca a su Luz, hijos! ¡Venid! Para conocer a los siervos <strong>de</strong>l Señor. Éste es Juan, ya lo conocéis. Y éste es<br />
Simón Pedro, el elegido por mi Hijo y Señor para ser cabeza <strong>de</strong> sus hermanos. Éste es Santiago y éste Judas, primos <strong>de</strong>l Señor.<br />
Éste es Simón, y éste Andrés, hermano <strong>de</strong> Pedro. Y éste es Santiago, hermano <strong>de</strong> Juan. Y éstos son Felipe, Bartolomé y Mateo.<br />
Falta Tomás, todavía ausente pero lo nombro como si estuviera presente. Éstos son los que han sido elegidos para una misión<br />
especial. Pero éstos, que están en la sombra con a<strong>de</strong>mán humil<strong>de</strong>, son los primeros en el heroísmo <strong>de</strong>l amor. Des<strong>de</strong> hace más<br />
<strong>de</strong> seis lustros predican a Cristo. Ni persecuciones contra ellos, ni la con<strong>de</strong>na contra el Inocente, han mellado su fe. Pescadores y<br />
pastores. Vosotros, patricios. Pero, en el nombre <strong>de</strong> <strong>Jesús</strong> no hay ya distinciones. El amor en Cristo a todos iguala y hermana. Y<br />
mi amor os llama hijos también a vosotros, que sois <strong>de</strong> otra nación. Es más, digo que os encuentro <strong>de</strong> nuevo tras haberos<br />
perdido, porque en el momento <strong>de</strong>l dolor estabais junto al Moribundo. Y no olvido tu piedad, Longinos; ni tus palabras, soldado.<br />
Parecía que me hubieran quitado la vida. Pero lo veía todo. No tengo con qué recompensaros. La verdad es que para las cosas<br />
santas no hay moneda, sino sólo amor y oración. Esta os daré, rogando a nuestro Señor <strong>Jesús</strong> que Él os lo pague.<br />
-Ya hemos recibido la recompensa, Dómina. Por eso nos hemos atrevido a venir aquí todos juntos. Nos ha reunido un<br />
común impulso. Ya la fe ha tendido su vínculo entre los corazones - dice Longinos.<br />
Todos se acercan curiosos. Y hay quien, venciendo la reserva y quizás la repulsa <strong>de</strong>l contacto pagano, dice:<br />
-¿Qué es lo que habéis recibido?<br />
-Yo una voz, la suya. Decía: "Ven a mí" - dice Longinos.<br />
-Y yo oí: "Si me crees santo, cree en mí" - dice el otro soldado.<br />
-Y nosotras - dice Plautina - mientras hablábamos <strong>de</strong> Él esta mañana, vimos una luz, ¡una luz! Tomó forma <strong>de</strong> rostro.<br />
¡Oh, di tú cómo resplan<strong>de</strong>cía! Era su rostro. Y nos sonrió con tanta dulzura que ya no tuvimos sino un <strong>de</strong>seo, el <strong>de</strong> venir a<br />
<strong>de</strong>ciros: "No nos rechacéis".<br />
Se producen susurros y comentarios. Todos hablan, repitiendo cómo lo han visto.<br />
Los diez apóstoles guardan silencio, apesadumbrados. Buscando una compensación y no aparecer como los únicos que<br />
se hayan quedado sin su saludo, preguntan a las mujeres hebreas si no han recibido regalo pascual.<br />
Elisa dice:<br />
-Me ha quitado la espada <strong>de</strong>l dolor <strong>de</strong> mi hijo muerto.<br />
Y Ana:<br />
-He oído su promesa sobre la eterna salvación <strong>de</strong> los míos.<br />
Y Sira:<br />
-Yo una caricia.<br />
Y Marcela:<br />
-Yo un resplandor y su Voz que <strong>de</strong>cía: "Persevera".<br />
-¿Y tú, Nique? - preguntan, porque guarda silencio.<br />
-Ya había recibido - respon<strong>de</strong>n otros.<br />
-No. He visto su Rostro, y me ha dicho: "Para que se imprima éste en tu corazón". ¡Qué hermoso era!<br />
Marta va y viene, silenciosa y rápida, y calla.<br />
-¿Y tú, hermana? ¡Nada a ti? Callas y sonríes. Demasiado dulcemente sonríes como para no haber recibido tu gozo -<br />
dice la Magdalena.<br />
-Es verdad. Tienes bajos los párpados, tu lengua está muda, pero brillan tanto tus ojos tras el velo <strong>de</strong> las pestañas, que<br />
es como si cantaras una canción <strong>de</strong> amor.<br />
-¡Habla! ¡Habla! Madre, ¿a ti te lo ha dicho?<br />
La Madre sonríe y calla.<br />
Marta, que está colocando la vajilla en la mesa, quiere mantener echado el velo sobre su feliz secreto. Pero su hermana<br />
no le conce<strong>de</strong> tregua. Entonces Marta, dichosa, dice ruborizándose:<br />
-Me ha citado para la hora <strong>de</strong> la muerte y <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sposorio cumplido... - y se le encien<strong>de</strong> el rostro con una rojez más viva y<br />
una sonrisa <strong>de</strong> alma.<br />
627<br />
Aparición a los apóstoles en el Cenáculo.