7 Glorificación de Jesús y María - Revelaciones Marianas
7 Glorificación de Jesús y María - Revelaciones Marianas
7 Glorificación de Jesús y María - Revelaciones Marianas
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
-¿No va Ella?<br />
-¡No la <strong>de</strong>jamos ir!<br />
-Está convencida <strong>de</strong> que va a resucitar... ¿Y tú?<br />
-Yo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>María</strong>, soy la que más cree. Siempre he creído que pudiera ser. Él lo <strong>de</strong>cía. Y Él no miente nunca... ¡Él!...<br />
¡Oh, antes lo llamaba <strong>Jesús</strong>, Maestro, Salvador, Señor... Ahora, ahora lo siento tan gran<strong>de</strong>, que no sé, no me atrevo ya a darle un<br />
nombre... ¿Que diré cuando lo vea?...<br />
-¿Pero crees firmemente que va a resucitar?...<br />
-¡Vaya, otro! ¡Diciéndoos una y otra vez que creo y oyéndoos <strong>de</strong>cir una y otra vez que no creéis, voy a acabar no<br />
creyendo tampoco yo! He creído y creo. He creído y le he preparado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace ya tiempo la túnica. Y para mañana, porque<br />
mañana es el tercer día, la traeré aquí ya lista...<br />
-Pero si dices que estará negro, hinchado, feo...<br />
-Feo nunca. Feo es el pecado. ¿Negro?... ¡Pues sí, estará negro! ¿Y qué? ¿Lázaro no estaba ya <strong>de</strong>scompuesto? Y, no<br />
obstante, resucitó. Y recuperó la integridad <strong>de</strong> su carne. ¡Pero... sí, lo digo!: ¡Callaos incrédulos! También mi razón humana me<br />
dice <strong>de</strong>ntro: "Está muerto y no resucitará". Pero mi espíritu, "su" espíritu -porque he recibido <strong>de</strong> Él un nuevo espíritu- grita (y<br />
parecen toques <strong>de</strong> trompetas <strong>de</strong> plata): "¡Resucita! ¡Resucita! ¡Resucita!". ¿Por qué me zaran<strong>de</strong>áis como a una barquichuela<br />
contra el arrecife <strong>de</strong> vuestras dudas? ¡Yo creo! ¡Creo, mi Señor! Lázaro, lleno <strong>de</strong> aflicción, ha obe<strong>de</strong>cido al Maestro y se ha<br />
quedado en Betania... Yo, que sé quién es Lázaro <strong>de</strong> Teófilo, un fuerte, no un lebrato miedoso, puedo medir su sacrificio <strong>de</strong><br />
permanecer en la sombra y no junto al Maestro. Pero ha obe<strong>de</strong>cido. Más heroico en esta obediencia que si, con armas, hubiera<br />
arrancado a <strong>Jesús</strong> <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong> los soldados. Yo he creído y creo. Y aquí estoy. En espera, como Ella. Pero, <strong>de</strong>jadme que me<br />
vaya. El día nace. En cuanto se vea lo mínimo indispensable, iremos al Sepulcro...<br />
Y la Magdalena se va, con su rostro quemado por el llanto, pero siempre fuerte.<br />
Entra <strong>de</strong> nuevo don<strong>de</strong> <strong>María</strong>.<br />
-¿Qué le pasaba a Pedro?<br />
-Una crisis <strong>de</strong> nervios. Pero se le ha pasado.<br />
-No seas dura, <strong>María</strong>. Pedro sufre.<br />
-También yo. Y ya ves que no te he pedido ni tan siquiera una caricia. A él ya lo has medicado tú... Yo, sin embargo, lo<br />
que pienso es que solamente tú, Madre mía, necesitas bálsamo. ¡Madre mía, santa, amada! Pero, ánimo... mañana es el tercer<br />
día. Estaremos aquí <strong>de</strong>ntro, cerradas, nosotras dos: sus enamoradas: Tú, la Enamorada santa, yo, la pobre enamorada... Pero,<br />
como puedo, lo soy con todo mi ser. Y lo esperaremos... A ellos, a los que no creen, los <strong>de</strong>jaremos cerrados allí, con sus dudas. Y<br />
aquí voy a poner muchas rosas... Hoy mandaré que se lleven el arca... Ahora pasaré por el palacio y daré esta indicación a Leví.<br />
¡Fuera todas estas cosas horribles! No <strong>de</strong>be verlas nuestro Resucitado... Muchas rosas... Y tú te pondrás una túnica nueva... No<br />
<strong>de</strong>be verte así. Te peinaré, te lavaré esta pobre cara que el llanto ha <strong>de</strong>sfigurado. Eterna niña, yo te haré <strong>de</strong> madre... ¡Tendré, sí,<br />
la bienaventuranza <strong>de</strong> dispensar cuidados maternos a una criatura más inocente que un recién nacido! ¡Mi querida <strong>María</strong>! - y,<br />
con su exuberancia afectiva, la Magdalena estrecha contra su pecho la cabeza <strong>de</strong> <strong>María</strong>, que está sentada; y besa a <strong>María</strong>, la<br />
acaricia, le coloca <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las orejas los livianos mechones <strong>de</strong> pelo <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nados, la enjuga, con el lino <strong>de</strong> su túnica, las<br />
lágrimas, esas lágrimas que <strong>María</strong> sigue, sigue incesantemente vertiendo...<br />
Entran las mujeres con lámparas y ánforas y recipientes <strong>de</strong> anchas bocas. <strong>María</strong> <strong>de</strong> Alfeo trae un mortero gran<strong>de</strong> y<br />
recio.<br />
-No se pue<strong>de</strong> estar fuera. Hace un poco <strong>de</strong> viento y apaga las lámparas - explica.<br />
Se ponen en un lado. Encima <strong>de</strong> una mesa, estrecha pero larga, colocan todas sus cosas. Luego dan un último toque a sus<br />
bálsamos, mezclando en el mortero, en un polvo blanco que sacan a puñados <strong>de</strong> un saquito, la ya <strong>de</strong> por sí <strong>de</strong>nsa manteca <strong>de</strong> las<br />
esencias. Mezclan trabajando con ahínco. Luego llenan un recipiente <strong>de</strong> amplia boca. Lo ponen en el suelo. Repiten con otro la<br />
misma operación. Perfumes y lágrimas caen sobre las resinas.<br />
<strong>María</strong> Magdalena dice:<br />
-No era ésta la unción que esperaba po<strong>de</strong>rte preparar.<br />
Porque es la Magdalena la que, más experta que las otras, ha estado regulando y dirigiendo la composición <strong>de</strong>l perfume<br />
(tan intenso que <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>n abrir la puerta y entreabrir la ventana que da al jardín, que apenas empieza a vestirse <strong>de</strong> claridad).<br />
Todas, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la observación que la Magdalena ha hecho en voz baja, lloran más fuerte.<br />
Han terminado. Todos los recipientes están llenos.<br />
Salen con las ánforas vacías, el mortero que ya no hace falta y muchas lámparas. En la pequeña habitación quedan sólo<br />
dos lámparas, temblorosas (parecen llorar también con el titileo <strong>de</strong> sus luces)...<br />
Entran <strong>de</strong> nuevo las mujeres y cierran la ventana, porque el amanecer está fresco. Se ponen los mantos y toman<br />
consigo unos talegos gran<strong>de</strong>s, don<strong>de</strong> colocan los recipientes <strong>de</strong>l bálsamo.<br />
<strong>María</strong> se levanta y busca su manto. Pero todas se arremolinan en torno a Ella convenciéndola <strong>de</strong> que no vaya.<br />
-No te tienes en pie, <strong>María</strong>. Hace dos días que no tomas alimento. Un poco <strong>de</strong> agua sólo.<br />
-Sí, Madre. Lo haremos pronto y bien. Y volveremos enseguida.<br />
-No temas. Lo embalsamaremos como a un rey. ¡Ya ves qué bálsamo tan valioso hemos hecho! ¡Y cuánto!...<br />
-Y no <strong>de</strong>jaremos parte o herida alguna sin ungir. Y con nuestras manos lo colocaremos en su lugar. Somos fuertes, y<br />
somos madres. Lo pondremos como a un niño en su cuna. Los otros no tendrán que hacer nada más que cerrar su lugar.<br />
Pero <strong>María</strong> insiste:<br />
-Es mi <strong>de</strong>ber – dice - Siempre lo he cuidado yo. Sólo en estos tres años que ha estado en el mundo he cedido a otros la<br />
función <strong>de</strong> cuidarlo cuando estaba lejos <strong>de</strong> mí. Ahora que el mundo lo ha rechazado y negado, <strong>de</strong> nuevo es mío; y yo <strong>de</strong> nuevo<br />
soy su sierva.