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7 Glorificación de Jesús y María - Revelaciones Marianas

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temieron, por esto ahora vosotros dudáis. Arriba, abajo, en el Templo y en las al<strong>de</strong>as, en todas partes, se pensaba en un rey<br />

según la humana naturaleza. La reconstrucción <strong>de</strong>l reino <strong>de</strong> Israel, en el pensamiento <strong>de</strong> Dios, no estaba limitada ni en el tiempo<br />

ni en el espacio ni en cuanto al medio, como lo estaba en vosotros.<br />

No en el tiempo: ninguna realeza, ni siquiera la más po<strong>de</strong>rosa, es eterna. Tened presente a los po<strong>de</strong>rosos Faraones que<br />

oprimieron a los hebreos en tiempos <strong>de</strong> Moisés. ¡Cuántas dinastías acabadas... y <strong>de</strong> ellas no quedan sino momias sin alma en el<br />

fondo <strong>de</strong> hipogeos ocultos! Y queda un recuerdo, si es que queda, <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> un hora (menos <strong>de</strong> una hora, si medimos sus<br />

siglos en relación al Tiempo eterno). Este Reino es eterno.<br />

En el espacio. Estaba escrito: reino <strong>de</strong> Israel. Porque <strong>de</strong> Israel ha venido el tronco <strong>de</strong> la raza humana; porque en Israel<br />

está -voy a <strong>de</strong>cirlo así- la semilla <strong>de</strong> Dios; y, por tanto, diciendo Israel, se quería <strong>de</strong>cir: el reino <strong>de</strong> los creados por Dios. Pero la<br />

realeza <strong>de</strong>l Rey Mesías no está limitada al pequeño espacio <strong>de</strong> Palestina, sino que se extien<strong>de</strong> <strong>de</strong> Septentrión a Meridión, <strong>de</strong><br />

Oriente a Occi<strong>de</strong>nte, allá don<strong>de</strong> haya un ser que en la carne tenga un espíritu, o sea, allá don<strong>de</strong> haya un hombre. ¿Cómo habría<br />

podido uno sólo centrar en sí a todos los pueblos enemigos entre sí y hacer <strong>de</strong> todos ellos un único reino sin hacer correr a ríos<br />

la sangre y sin tener a todos subyugados con crueles opresiones <strong>de</strong> soldados? ¿Cómo, entonces, hubiera podido ser el rey<br />

pacífico <strong>de</strong> que hablan los profetas?<br />

En cuanto al medio: el medio humano, lo he dicho, es la opresión. El medio sobrehumano es el amor. El primero es<br />

siempre limitado, porque los pueblos verda<strong>de</strong>ramente se alzan contra el opresor. El segundo es ilimitado porque el amor es<br />

amado, o vejado si no es amado; pero, siendo una cosa espiritual, no pue<strong>de</strong> nunca ser agredido directamente. Y Dios, el Infinito,<br />

quiere medios que sean como Él. Quiere aquello que no es finito porque es eterno: el espíritu; lo que es <strong>de</strong>l espíritu; lo que lleva<br />

al Espíritu. El error ha sido el haber concebido en la mente una i<strong>de</strong>a mesiánica equivocada en cuanto a los medios y en cuanto a<br />

la forma.<br />

¿Cuál es la realeza más alta? La <strong>de</strong> Dios. ¿No es verdad? Ahora bien -así es llamado y esto es el Mesías-, el Admirable, el<br />

Emmanuel, el Santo, el Germen sublime, el Fuerte, el Padre <strong>de</strong>l siglo futuro, el Príncipe <strong>de</strong> la paz, el que es Dios como Aquel <strong>de</strong><br />

quien viene ¿no tendrá una realeza semejante a la <strong>de</strong> Aquel que lo engendró? Sí, la tendrá. Una realeza <strong>de</strong>l todo espiritual y <strong>de</strong>l<br />

todo eterna, invulnerable a robos y a sangre, una realeza que no conoce traiciones ni vejaciones: su Regiedumbre; esa que la<br />

Bondad eterna conce<strong>de</strong> también a los pobres seres humanos, para dar honor y gozo a su Verbo.<br />

¿Pero no dijo, acaso, David que este Rey po<strong>de</strong>roso tiene bajo sus pies todo como escabel? ¿No narra Isaías toda su<br />

Pasión? ¿No numera David -se podría <strong>de</strong>cir- incluso las torturas? ¿Y no está escrito que Él es el Salvador y Re<strong>de</strong>ntor, que con su<br />

holocausto salvará al hombre pecador?<br />

¿Y no está precisado - y Jonás es signo <strong>de</strong> ello- que durante tres días iba a ser <strong>de</strong>glutido por el vientre insaciable <strong>de</strong> la<br />

Tierra, y que luego sería expelido como el profeta por la ballena? ¿Y no dijo Él: "El Templo mío, o sea, mi Cuerpo, al tercer día<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber sido <strong>de</strong>struido, será reconstruido por mí (o sea, por Dios)"? ¿Y qué pensabais, que por magia Él iba a poner <strong>de</strong><br />

nuevo en pie los muros <strong>de</strong>l Templo? No. No los muros. Él mismo. Y sólo Dios podía resucitarse a sí mismo. Él ha reedificado el<br />

Templo verda<strong>de</strong>ro: su Cuerpo <strong>de</strong> Cor<strong>de</strong>ro. Inmolado, como fue la or<strong>de</strong>n y la profecía que recibió Moisés para preparar el "paso"<br />

<strong>de</strong> la muerte a la Vida, <strong>de</strong> la esclavitud a la libertad, <strong>de</strong> los hombres hijos <strong>de</strong> Dios y esclavos <strong>de</strong> Satanás.<br />

“¿Cómo ha resucitado?”, os preguntáis. Respondo: ha resucitado con su verda<strong>de</strong>ra Carne, con su divino Espíritu <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> ella (<strong>de</strong> la misma forma que en toda carne mortal está el alma morando regiamente en el corazón). Así ha resucitado,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber pa<strong>de</strong>cido todo para expiar todo y hacer reparación <strong>de</strong> la Ofensa primigenia y <strong>de</strong> las infinitas que cada día lleva<br />

a cabo la Humanidad. Ha resucitado como estaba dicho bajo el velo <strong>de</strong> las profecías. Venido en su tiempo -os recuerdo a Daniel-,<br />

en su tiempo fue inmolado. Y, oíd y recordad, en el tiempo predicho <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su muerte, la ciudad <strong>de</strong>icida será <strong>de</strong>struida.<br />

Os aconsejo que leáis con el alma, no con la mente soberbia, a los profetas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong>l Libro hasta las<br />

palabras <strong>de</strong>l Verbo inmolado. Recordad al Precursor que lo señalaba como Cor<strong>de</strong>ro. Traed a vuestra memoria cuál fue el <strong>de</strong>stino<br />

<strong>de</strong>l simbólico cor<strong>de</strong>ro mosaico. Por esa sangre fueron salvados los primogénitos <strong>de</strong> Israel. Por esta Sangre serán salvados los<br />

primogénitos <strong>de</strong> Dios, o sea, aquellos que con la buena voluntad se hayan consagrado al Señor. Recordad y compren<strong>de</strong>d el<br />

mesiánico salmo <strong>de</strong> David y al mesiánico profeta Isaías. Recordad a Daniel, traed a vuestra memoria, pero alzando ésta <strong>de</strong>l fango<br />

hacia el azul celeste, todas las palabras sobre la realeza <strong>de</strong>l Santo <strong>de</strong> Dios, y compren<strong>de</strong>d que otra señal más exacta no se os<br />

podía dar; más fuerte que esta victoria sobre la Muerte, que esta Resurrección obrada por sí mismo.<br />

Recordad que castigar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> la Cruz a quienes en ella lo habían puesto hubiera sido disconforme a su<br />

misericordia y a su misión. ¡Todavía Él era el Salvador, a pesar <strong>de</strong> ser el Crucificado escarnecido y clavado a un patíbulo!<br />

Crucificados los miembros, pero libre la voluntad y el espíritu; y con la voluntad y el espíritu quiso seguir esperando, para dar a<br />

los pecadores tiempo para creer y para invocar -no con grito blasfemo, sino con gemido <strong>de</strong> contrición- su Sangre.<br />

Ahora ha resucitado. Todo ha cumplido. Glorioso era antes <strong>de</strong> su encarnación. Tres veces glorioso lo es ahora, que,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberse anonadado durante tantos años en una carne, se ha inmolado a sí mismo, llevando la Obediencia hasta la<br />

perfección <strong>de</strong> saber morir en la cruz para cumplir la Voluntad <strong>de</strong> Dios. Gloriosísimo, en unidad con la Carne glorificada, ahora<br />

que sube al Cielo y entra en la Gloria eterna, dando comienzo al Reino que Israel no ha comprendido.<br />

A ese Reino Él, con más instancia que nunca, con el amor y la autoridad <strong>de</strong> que está lleno, llama a las tribus <strong>de</strong>l mundo.<br />

Todos, como vieron y previeron los justos <strong>de</strong> Israel y los profetas, todos los pueblos verán al Salvador. Y no habrá ya Judíos o<br />

Romanos, Escitas o Africanos, Iberos o Celtas, Egipcios o Frigios. El territorio <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong>l Eufrates se unirá a las fuentes <strong>de</strong>l<br />

Río perenne. Los habitantes <strong>de</strong> las regiones hiperbóreas al lado <strong>de</strong> los númidas irán a su Reino, y caerán razas e idiomas. No<br />

tendrán ya cabida ni las costumbres ni el color <strong>de</strong> la piel o los cabellos. Antes bien, habrá un pueblo inmenso, fúlgido y cándido,<br />

y un solo lenguaje y un solo amor. Será el Reino <strong>de</strong> Dios. El Reino <strong>de</strong> los Cielos. Monarca eterno: el Inmolado Resucitado.<br />

Súbditos eternos: los creyentes en su Fe. Aceptad creer, ara pertenecer a él.<br />

-Ahí está Emaús, amigos. Yo voy más lejos. No se le conce<strong>de</strong> un Alto en el camino al Viandante que tanto camino ha <strong>de</strong><br />

recorrer.

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