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7 Glorificación de Jesús y María - Revelaciones Marianas

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hace fuerte argamasa para mantener compactos los cimientos <strong>de</strong> la santidad, cuyas piedras son las buenas resoluciones.<br />

¿Podrías mantener unidas las piedras sin argamasa?, ¿sin esa sustancia <strong>de</strong> malo y pobre aspecto sin la cual las piedras pulidas,<br />

los brillantes mármoles, no mantendrían su cohesión para formar el edificio?<br />

<strong>Jesús</strong> hace a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> marcharse.<br />

Juan -su hermano y el otro Santiago y Pedro y Bartolomé le han dicho algo en voz baja- se alza y le sigue. Dice:<br />

-<strong>Jesús</strong>, mi Dios. Esperábamos <strong>de</strong>cir contigo la oración al Padre tuyo. Tu oración. Nos sentimos poco perdonados si no<br />

nos conce<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cirla contigo. Sentimos que nos es muy necesario...<br />

-Don<strong>de</strong> dos están unidos en oración, Yo estoy en medio <strong>de</strong> ellos. Decid, pues, la oración y Yo estaré en medio <strong>de</strong><br />

vosotros.<br />

-¡Ya no nos consi<strong>de</strong>ras dignos <strong>de</strong> orar contigo! - grita Pedro con fuerte llanto, con el rostro escondido entre la hierba, no<br />

toda ella exenta <strong>de</strong> Sangre divina.<br />

Santiago <strong>de</strong> Alfeo exclama:<br />

-Nos sentimos infelices, herm... Señor.<br />

Se controla enseguida, diciendo "Señor" en vez <strong>de</strong> "hermano" Y <strong>Jesús</strong> lo mira y dice.<br />

-¿Por qué no me llamas hermano tú que eres <strong>de</strong> mi sangre? Soy hermano <strong>de</strong> todos los hombres, y <strong>de</strong> ti doblemente,<br />

triplemente: como hijo <strong>de</strong> Adán, como hijo <strong>de</strong> David, como hijo <strong>de</strong> Dios. Termina tus palabras.<br />

-Hermano, mi Señor, nos sentimos infelices y necios. Tú esto lo sabes. Y más necios nos hacen el abatimiento en que<br />

nos encontramos. ¿Cómo po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir con el alma tu oración si no compren<strong>de</strong>mos su significado?<br />

-¡Cuántas veces, como a muchachos menores <strong>de</strong> edad, os lo he explicado! Pero vosotros, más duros <strong>de</strong> cerviz que el<br />

más distraído <strong>de</strong> los escolares <strong>de</strong> un pedagogo, no habéis retenido mis palabras.<br />

-¡Es verdad! Pero ahora nuestra mente está clavada en nuestra tortura <strong>de</strong> no haberte entendido... ¡Oh, nada hemos<br />

entendido! ¡Yo lo confieso por todos! Y todavía no te compren<strong>de</strong>mos bien, Señor. Pero, te lo ruego, saca la indulgencia para<br />

nuestro mal <strong>de</strong>l mismo mal que nos hace tardos <strong>de</strong> entendimiento. Cuando moriste, el gran rabí, al pie <strong>de</strong> tu Cruz, gritó la<br />

verdad <strong>de</strong> la ofuscación <strong>de</strong> Israel. Y Tú, Dios omnipresente, liberado Espíritu <strong>de</strong> Dios <strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong> la Carne, oíste esas palabras:<br />

"Siglos y siglos <strong>de</strong> ceguera espiritual cubren la vista interior"; y te rogó: "En este pensamiento prisionero <strong>de</strong> las fórmulas,<br />

penetra Tú, Libertador". ¡Oh, mi adorado y adorable <strong>Jesús</strong>, Tú que nos has salvado <strong>de</strong> la Culpa original y has cargado sobre ti<br />

nuestros pecados y los has consumido en el fuego <strong>de</strong> tu amor perfecto, toma, consume también nuestro intelecto <strong>de</strong> obstinados<br />

israelitas; danos una mente nueva, virgen como la <strong>de</strong> un recién nacido; cancela los recuerdos <strong>de</strong> nuestra memoria para llenarnos<br />

sólo <strong>de</strong> tu sabiduría. Muchas cosas <strong>de</strong>l pasado han muerto en ese horrendo día. Han muerto contigo. Pero, ahora que has<br />

resucitado, haz que nazca en nosotros una nueva mente. Créanos un corazón y una mente nuevos, Señor mío, y te<br />

compren<strong>de</strong>remos - suplica Juan.<br />

-Esa tarea no es mía, sino <strong>de</strong> Aquel <strong>de</strong> quien os hablé en la última Cena. Todas mis palabras se pier<strong>de</strong>n en el abismo <strong>de</strong><br />

vuestro pensamiento, total o parcialmente, o permanecen cerradas, y celadas en cuanto a su espíritu. El Paráclito, sólo Él,<br />

cuando venga, extraerá <strong>de</strong> vuestro abismo mis palabras y os las abrirá para haceros compren<strong>de</strong>r su espíritu.<br />

-Pero Tú ya nos lo has infundido - objeta el Zelote.<br />

Y Mateo, junto al Zelote, objeta:<br />

-Pero dijiste que cuando fueras al Padre, Él, el Espíritu <strong>de</strong> Verdad, vendría.<br />

-Decidme: ¿cuando un niño nace tiene infundida el alma?<br />

-¡Claro que la tiene infundida! - respon<strong>de</strong>n todos.<br />

-¿Pero esta alma tiene la Gracia <strong>de</strong> Dios?<br />

-No. El Pecado original está en ella y la priva <strong>de</strong> la Gracia.<br />

-¿Y el alma y la Gracia <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> vienen?<br />

-¡De Dios!<br />

-¿Por qué entonces Dios no le da, sin más, un alma en gracia a la criatura?<br />

-Porque Adán fue castigado, y nosotros en él. Pero, ahora que Tú ya eres el Re<strong>de</strong>ntor, será así.<br />

-No. No será así. Los hombres nacerán siempre impuros respecto a su alma, alma que Dios ha creado y que la herencia<br />

<strong>de</strong> Adán ha manchado. Pero, por un rito que en otra ocasión os explicaré, el alma infundida en el hombre será vivificada con la<br />

Gracia, y el Espíritu <strong>de</strong>l Señor tomará posesión <strong>de</strong> esa alma. En cuanto a vosotros, bautizados con agua por Juan, seréis<br />

bautizados con el fuego <strong>de</strong> la Potencia <strong>de</strong> Dios. Y entonces verda<strong>de</strong>ramente el Espíritu <strong>de</strong> Dios estará en vosotros. Y será el<br />

Maestro al que los hombres no podrán ni perseguir ni expulsar. Él, en vuestro interior, os expresará el espíritu <strong>de</strong> mis palabras y<br />

os instruirá sobre muchas otras cosas. Yo os lo he infundido porque nada pue<strong>de</strong> recibirse ni ser válido si no es por mis méritos:<br />

recibir a Dios; tener vali<strong>de</strong>z la palabra <strong>de</strong> un <strong>de</strong>legado <strong>de</strong> Dios. Pero todavía no está en vosotros, como Maestro, el Espíritu <strong>de</strong> la<br />

Verdad.<br />

-Bien. Que así sea. En su momento vendrá. Pero, mientras tanto, haznos sentir tu perdón. Sé Maestro con nosotros,<br />

Señor. Una vez más, una vez más, porque Tú dijiste que hay que perdonar setenta veces siete - insiste Juan, y termina:<br />

-Tú, que eres la Luz eterna, no permitas que tus siervos permanezcan en las tinieblas - y -siempre Juan es el que<br />

muestra más confianza y cariño-, al <strong>de</strong>cirlo, tiene la intrepi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> tomar, entre las suyas, la Mano izquierda <strong>de</strong> <strong>Jesús</strong>, que pen<strong>de</strong><br />

paralela al cuerpo y en la que la luna parece hacer aún más gran<strong>de</strong> el <strong>de</strong>sgarrón <strong>de</strong>l clavo; y besa levemente la punta <strong>de</strong> los<br />

<strong>de</strong>dos, <strong>de</strong> estos <strong>de</strong>dos que se han quedado un poco retraídos, justo como los <strong>de</strong> una persona que haya sido herida y ya se haya<br />

curado pero que los nervios le quedan levemente contraídos.<br />

-Venid. Vamos a subir más. Diremos juntos la oración – asiente <strong>Jesús</strong>, y <strong>de</strong>ja su mano entre las <strong>de</strong> Juan mientras va<br />

caminando hacia el límite más alto <strong>de</strong>l Getsemaní, hacia el camino alto que va a Betania a través <strong>de</strong>l Campo <strong>de</strong> los Galileos.

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