08.05.2013 Views

Romeo y Julieta - Biblioteca Virtual Universal

Romeo y Julieta - Biblioteca Virtual Universal

Romeo y Julieta - Biblioteca Virtual Universal

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

máscara, entró después de la cena, en unión de otros jóvenes caballeros. Mantuviéronse<br />

todos por algún rato con la faz cubierta, mas luego se desenmascararon, y <strong>Romeo</strong>,<br />

vergonzoso, colocose en un rincón de la sala, donde, sin embargo, por la claridad de las<br />

bujías que iluminaban la estancia, fue al punto notado, especialmente por las damas, a<br />

quienes, no sólo cautivaba su natural belleza, sino la seguridad y atrevimiento de verle<br />

penetrar con tal privanza en la mansión de los que tan mal debían quererle. Y como los<br />

Capuletos, bien por su propia respetabilidad o por consideración a las personas que les<br />

rodeaban, disimulando su odio, no le hiciesen reproche de especie alguna, <strong>Romeo</strong>, que a su<br />

sabor podía contemplar a las damas todas, lo hizo con tan cumplida gracia, que no quedó<br />

una sola que no recibiera placer de verlo allí.<br />

Después que el mancebo, siguiendo la corriente de sus inclinaciones, hubo formado<br />

juicio particular de todas las jóvenes, se fijó en una, no vista hasta entonces, que por su<br />

extrema belleza vino a ocupar el primer puesto en su corazón; y esta nueva llama, que<br />

destruyó por completo la antigua, tomó tan colosales proporciones que jamás pudo<br />

extinguirse en lo futuro sino por la muerte, como vais a saber por una de las más extrañas<br />

narraciones que ha podido el hombre imaginar.<br />

La joven de quien <strong>Romeo</strong> se apasionó tan perdidamente se llamaba <strong>Julieta</strong>, y era hija de<br />

Capuleto, señor de la casa donde tenía lugar la fiesta. Sus miradas, paseándose de un<br />

extremo a otro, habían tropezado con el mancebo y fijándose en su belleza singular, y<br />

Amor, que estaba en acecho y nunca antes de allí tocara el tierno corazón de la doncella, lo<br />

punzó tan a lo vivo que, por más resistencia que quiso oponer, no pudo contrarrestarle en<br />

fuerza; resultando de aquí que la pompa del festín comenzó a serle indiferente, y que el<br />

único placer de su pecho vino a cifrarse en contemplar a <strong>Romeo</strong> y en que éste clavase sus<br />

ojos en ella. En tal disposición de sentimientos, los dos amantes, en cuyas almas ya había la<br />

pasión abierto una ancha brecha, buscaban con ansia la ocasión de reunirse y platicar<br />

juntos, lo cual les ofreció la propicia fortuna; pues viendo <strong>Romeo</strong> que <strong>Julieta</strong> había sido<br />

invitada al baile de La Antorcha, en el que por cierto sobrepujó a todas las jóvenes de<br />

Verona, calculó el puesto en que debía quedar, y tomó tan bien sus medidas que a la<br />

conclusión, vuelta <strong>Julieta</strong> al punto de que había partido, se encontró sentada entre el<br />

mancebo y otro llamado Mercucio, cortesano muy estimado y bien recibido de todos, a<br />

causa de sus chistes y galanteos, y sobre todo, atrevido con las vírgenes como un león con<br />

las ovejas.<br />

Viendo <strong>Romeo</strong> que el dicho Mercucio (cuyas manos lo propio en verano que en invierno<br />

se hallaban heladas) se había apoderado de la derecha de la joven, tomó la izquierda de ésta<br />

y apretándola un poco, se sintió tan favorablemente correspondido que perdió el habla.<br />

Notándolo <strong>Julieta</strong>, ya deseosa de escucharle, volviose para mirarle y le dijo: «¡Bendita sea<br />

la hora de vuestra llegada a este sitio!» Y como el mancebo, suspirando y tembloroso, le<br />

preguntase la causa de semejante manifestación, prosiguió la doncella, algún tanto más<br />

repuesta: «No os asombre que de ello me felicite, pues el frío glacial que me ha<br />

comunicado la mano de Mercucio me lo ha quitado felizmente la vuestra».<br />

A lo cual contestó inmediatamente <strong>Romeo</strong>:

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!